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ANEXOS |
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- El siglo de Imperio

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Cuando murió Imperio Argentina hacía bastante más de medio siglo que llevaba consigo la efigie de un mito viviente, como un tatuaje de juventud. Aparte de ser una de las grandes artistas de todo el siglo XX español –a pesar de no ser oficialmente española hasta el final de su vida–, también alimentaba el mito la naturalidad y los pocos aspavientos con que contaba sus muchas y privilegiadas vivencias. Y su longevidad. Porque parecía mentira que Imperio Argentina, procedente de una España que se ve tan lejana al rayar el siglo XXI, siguiera viviendo en tierras malagueñas, las mismas que le vieron de niña cuando visitaba sus raíces maternas. El mito vivo que significaba –el mito, a secas, que ya es– lo había ganado para no perderlo al hilo de las circunstancias de su propia vida, excepcionales gracias a una carrera brillante trabajada desde la infancia, pero es un mito también cincelado al compás del siglo pasado. Haber vivido tan de cerca muchos de los acontecimientos de las últimas ocho décadas en España, a veces en primera fila de la historia universal como en la noche berlinesa de los cristales rotos, es que ya era mítico de por sí. Sin embargo, ni una pizca nunca de soberbia infundada, pendiente nada más que de vivir y de mantenerse en condiciones de cantar y actuar; cultivando así su propia leyenda de superviviente en activo de la España y la Europa de entreguerras. Nacida en la cosmopolita Buenos Aires de 1910, actriz pionera del cine sonoro, la única mujer –y se ufanaba serenamente de ello– que cantó con Carlos Gardel, Imperio Argentina ya se estaba transformando en artista de éxito internacional a los veintitantos, antes de que la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial cambiaran el curso de la centuria. Luego, tendrá siempre esa aureola intemporal propia de quien ha pasado por casi todos los capítulos del siglo. Desde Alfonso XIII a la España democrática del siglo XXI, de la II República a la era Gil de la Costa del Sol, cuando Magdalena Nile del Río muere en Torremolinos en agosto de 2003, aún cantaba como una chiquilla, se enamoraba y bailaba si le apetecía y se encontraba animada. Increíblemente lúcida, apasionada como una hermana San Sulpicio, remota y presente a la vez, Imperio Argentina desgranaba en sus declaraciones algunas pistas sobre su larga vida, y se reservaba para sí misma lo que nunca había vendido hasta que decidió publicar sus memorias, ya con los noventa cumplidos. Tampoco se había molestado demasiado en deshacer leyendas. Pero sí dejaba asomar hasta los últimos días otro de los ingredientes en la cochura de su condición de mito: su enorme dignidad profesional. Hacía su trabajo y, según repetía, estuvo dispuesta a abandonarlo si alguna vez le fallaban las facultades. Sólo le fallaron una vez: la única y definitiva.
Jesús Chacón |
- Homenaje perpetuo

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Con noventa años cumplidos, Imperio decide hacer la ruta de sus poetas preferidos, visitando los paisajes de Rosalía de Castro, a la que puso unas flores en su mausoleo; recitando de memoria versos de Miguel Hernández, acompañada de la familia del poeta bajo la higuera en el huerto de la casa de Orihuela, y evocando las palabras que éste le dedicara en carta a su esposa Josefina Manresa. Se da la circunstancia de Asunción Nile del Río, la hermana de Imperio, había compartido cárcel con este poeta del sacrificio. Resulta significativo el respeto de otros creadoreshacia la artista: Jorge Semprún la propone para la Medalla de Bellas Artes, que le entregaria el Rey don Juan Carlos el cinco de junio de 1989 en el Museo del Prado de Madrid; el cantautor Carlos Cano, hace suyos algunos de sus temasa la hora de reivindicar la copla, como “¡Ay Maricruz!”, “Falsa Monea”o “Rocio”. Incluso se quedó en proyecto la grabacion de un disco compartido. Y Carlos Saura en varias de sus peliculas, desde Mi prima Angelica hasta El septimo dia estrenada en 2004, siempre incluye una de las canciones de Imperio Argentina en sus bandas sonoras. Ganadora del premio Goya por la labor de toda una vida, homenajeada en el Festival de Cine de Sevilla el año 1981, Pozo de Plata en el Museo Casa Natal Federico García Lorca de Fuente Vaqueros, su homenaje perpetuo será la memoria de sus canciones que nos arrullaron de niños, paño de lágrimas de tantas madres de la posguerra interminable. El Museo de Arte Reina Sofía conserva el retrato que le hizo Picabia y, ahora, en colecciones particulares, los dibujos que le hicieran Rafael de Penagos, Jean Cocteau, Antonio López o el retratista antequerano Antonio Montiel.
Juan de Loxa |
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