[...] Poco después conoció Ignacio a Federico, prendándose naturalmente de él. El bello amor del torero era entonces Encarnación López, la Argentinita, gran bailaora y algo más que una finísima cupletista. Después Ignacio, convirtiéndose en verdadero empresario de nuestro grupo, nos llevó a Sevilla, de acuerdo con el Ateneo, para celebrar el Tercer Centenario de la muerte del hasta entonces vilipendiado poeta don Luis de Góngora [...]
Años más tarde, cuando Ignacio se retiró del toreo, fundó con la Argentinita una compañía de bailes españoles. A Ignacio lo acompañé yo en Cádiz y Jerez, por los días en que se proclamó la República, para buscar gitanos, cantaores y bailaores, con el fin de integrarlos en aquella compañía, de la que Federico, puede decirse, fue el alma, poniendo su gran conocimiento de lo popular, su gracia e imaginación. Se crearon escenas como ‘Las calles de Cádiz’, ‘La Navidad’, ‘El Café de Chinitas’ y la ‘Danza del Amor Brujo’, de Falla, bailada maravillosa y extrañamente por las casi centenarias bailaoras la Fernanda, la Malena y la Macarrona. Como Federico tocaba muy bien el piano, acompañó a la Argentinita en un disco en el que ésta cantaba las Sevillanas del siglo XVIII, las Tres Morillas, los Mozos de Monleón, el Zorongo, Las cuatro hojas…. El entusiasmo animador de Ignacio, siempre hermanado con el de Federico, hizo que la compañía obtuviese grandes éxitos, hasta lograr, después de recorrer casi toda España, debutar en uno de los teatros más importantes de París.
Rafael Alberti
En Federico García Lorca. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.