El cerco es iniciado en enero de 1233 y la conquista castellana de la ciudad de Úbeda por Fernando III, el Santo, en junio del mismo año. Úbeda ya había sido varias veces saqueada por los cristianos en tiempos del rey de Castilla Alfonso VIII (1158-1214), especialmente en el verano de 1212 tras la decisiva victoria cristiana de Las Navas de Tolosa*; lo que significa que la mayor parte de sus habitantes musulmanes fueran considerados entonces prisioneros de guerra y vendidos como cautivos. También hubo otra campaña en 1224. La justificación que utiliza Castilla para la conquista definitiva fue la sublevación de Ibn Hud* en 1228 contra el sultán almohade Abu-l-Ula, aliado de Fernando III, que se propaga desde Murcia a Sevilla. El hecho es aprovechado por Castilla para saquear en 1229 los alrededores de Jaén y Úbeda y en 1230- 1231 el valle del Guadalquivir. A partir de entonces, coincidiendo el hundimiento del poder almohade con la muerte de Alfonso IX de León, los castellanos sustituyen su política intervencionista por la de conquista sistemática, lo que permite que después de la conquista del Adelantamiento de Cazorla, en 1233 se incorporaran Úbeda y otras plazas del Alto Guadalquivir, coincidiendo con el hundimiento del poder de Ibn Hud y el ascenso de Ibn al-Ahmar*, rey de Arjona. Durante el prolongado cerco de la ciudad andalusí, los castellanos, básicamente las milicias de Toro, Salamanca y Zamora, experimentan graves dificultades económicas y militares, aceptan la rendición de Úbeda mediante “capitulaciones”. Por su parte, sin víveres y sin posibilidad de ayuda de Ibn Hud o de Ibn al-Ahmar, los habitantes de la ciudad no tienen otra salida que rendirse, estableciéndose una capitulación en la que se obliga a la población abandonar la ciudad con los bienes muebles que pudieran llevar. En la mentalidad de Fernando III la capitulación suponía, entre otros aspectos, el respeto a la vida y a los bienes de los moros vencidos y el éxodo hacia territorio islámico bajo cartas de protección y seguridad castellana. Su ejemplo se repetiría, años más tarde, en otras poblaciones del Valle del Guadalquivir cómo Córdoba (1236) y Sevilla (1248). La repoblación y repartimiento de Úbeda se inicia en torno a 1235, que es cuando se entregan algunos donadíos. Las tierras de la ciudad se distribuyen en cuartos, que correspondieron al rey, concejo-repobladores, Órdenes Militares y nobleza, otorgándole en 1240 el fuero de Cuenca. María Antonia Carmona Ruiz / Manuel González Fernández |