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ANEXOS |
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- Testimonio de una época

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La subcultura no tiene por qué pedir perdón por su impotencia frente al poder, su lenguaje degradado o su manipulación tan brutalmente mercantil. Es, a pesar de todo esto, testimonio de una época, es belleza convencional y es una satisfacción consumida por las masas en respuesta a una necesidad. […] Sería absurdo intentar decir que las canciones de Rafael de León son como las novelas de Flaubert. Pero me parece muy sensato admitir que fueron más útiles al pueblo español de los años cuarenta que las novelas de Flaubert, fundamentalmente porque la organización vital y cultural de las masas en el siglo XX queda más al nivel de Rafael de León o los Beatles (son meros ejemplos) que de Flaubert o William Borroughs.
Manuel Vázquez Montalbán De Cancionero general del franquismo (1939-1975). |
- La Copla

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Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén, de los que escriben cantares: oír decir a la gente que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar, aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón en el alma popular, lo que se pierde de nombre se gana de eternidad.
Manuel Machado De Cante Hondo. |
- La transición de la Copla

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Tras la caída de la dictadura se abre un periodo difícil para la copla, debido a dos circunstancias: en primer lugar, ciertos sectores “progresistas” la critican y la rechazan de manera infundada, al considerarla una canción representativa del franquismo, arcaica y de naturaleza conservadora; y en segundo lugar, la escasa difusión que recibe por parte de los programadores musicales –se impone la radiofórmula y la canción comercial– relegan al género a un plano minoritario. El nulo apoyo de los sellos discográficos, que optan por formatos y géneros de moda, evoca un tiempo aún cercano, en el que la dictadura política y religiosa triunfaba. En esta ocasión, bajo los designios de la ley de la oferta y la demanda, la censura es arbitrada por la rentabilidad económica. El impulso que le proporcionan diversos grupos poéticos anteriores, incluso, al fin del franquismo, entre los que se encuentra Poesía 70, y el trabajo desarrollado por cantautores como Carlos Cano –que reivindica a través de Manifiesto Canción del Sur la denominación de copla andaluza– repercute en su recuperación. La obra de Carlos Cano, por su coherencia y respeto al legado musical más cercano, vuelve a dignificar la copla y le otorga nuevos matices, adaptados a los nuevos tiempos, como se observa en los contenidos de sus canciones. La copla, siempre atenta a la realidad circundante, tratará otros asuntos, como la inmigración en Andalucía –y no emigración, como antes era frecuente–, la homosexualidad –‘Romance a Ocaña’, que invierte el sentido del clásico de la ‘Malvaloca’–, el paro o la guerra. También llega el apoyo del exterior, expresado en canciones machadianas de Joan Manuel Serrat o en artículos periodísticos firmados por Manuel Vázquez Montalbán. Desde la propia tierra, periodistas como Antonio Burgos o Antonio García Barbeito,y escritores de la talla de Fernando Quiñones o Antonio Gala contribuyen a avivar esta corriente de dignificación cultural, participando en su propia evolución con la escritura de nuevas coplas. Asimismo, la estética de la copla se transforma en sus propios intérpretes y, a pesar de que pervive el canon femenino, tendente a la dramatización de la canción en la escena –Rocío Jurado e Isabel Pantoja, entre otras, continúan brillantemente con este modelo–, la imagen de la cantante se moderniza. Martirio lo consigue, a partir de los años ochenta, no sólo con su indumentaria, sino con la combinación de otras músicas –por ejemplo, el jazz que fusiona junto a Chano Domínguez–. Su aportación resulta crucial para los nuevos letristas andaluces, que no pertenecen necesariamente al ámbito de la copla. Es el caso de Manuel Alejandro, Arturo Pareja Obregón, Javier Rubial o Joaquín Sabina, que se atreven a incorporar el pop, el bolero o la canción de autor a este repertorio, que pervive en nuevas voces como la de Clara Montes o Pasión Vega.
José Romero Portillo |
- Ojos Verdes

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Apoyá en el quicio de la mancebía miraba encenderse la noche de mayo; pasaban los hombre y yo sonreía hasta que a mi puerta paraste el caballo. –Serrana, ¿me das candela? Y yo te dije: –Gaché, Ve y tómala en mis labios Que yo fuego te daré. Dejaste el caballo Y lumbre te di, Y fueron dos verdes luceros de mayo Tus ojos pa mí.
(Estribillo) Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Ojos verdes, verdes, con brillo de faca, que están clavaditos en mi corazón. Pa mi ya no hay soles, luceros ni luna, No hay más que unos ojos que mi vida son. Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón.
Vimos desde el cuarto despertar el día y sonar el alba en la Torre de la Vela. Dejaste mis brazos cuando amanecía y en mi boca un gusto de menta y canela. –Serrana, para un vestido yo te quiero regalar. Yo te dije: –Estás cumplido, no me tienes que dar na. Subiste al caballo, te fuiste de mí y nunca otra noche más bella de mayo he vuelto a vivir.
(Estribillo)
Letra: León, Valverde (1935) Música: Quiroga (canción-zambra) |
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