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ARGANTONIO

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Último rey de Tartessos. Las fuentes antiguas dan el nombre de Argantonio a este personaje histórico que reina entre finales del siglo VII y el año 550 a.C. y a quien corresponde el periodo de máximo esplendor del primer gran imperio conocido en el Mediterráneo Occidental, localizado en la parte meridional de la Península, en el territorio que hoy corresponde con Andalucía, y con capital en una ciudad de emplazamiento desconocido que, según los textos heredados de la Antigüedad, se sitúa en algún punto cercano a la desembocadura del río Guadalquivir. La civilización tartésica tiene su origen en la Edad del Bronce, durante los últimos siglos del segundo milenio antes de nuestra era, cuando los pobladores del sureste peninsular aceleran el desarrollo de la fase argárica y aprovechan la riqueza mineral y agrícola del suelo andaluz para alcanzar cotas de perfeccionamiento antes desconocidas en su dominio de la metalurgia, la agricultura y la ganadería. De su rey más importante e influyente, Argantonio, se tienen noticias a través de Herodoto y Anacreonte, aunque su figura (tema de continua polémica histórica y estudio) forma ya parte de la mitología y la leyenda fundacional de Andalucía.

En la ascendencia del pueblo gobernado por Argantonio se encuentran varias raíces, todas ellas frutos de la incansable migración de pueblos nómadas que encuentran estabilidad en esta región, y que por primera vez en la historia hacen de la heterogeneidad cultural y racial la base del florecimiento de un pueblo. Iberos, ligures y celtas se encuentran en el origen de Tartessos. Estos pueblos indígenas desarrollan una importante industria metalúrgica del oro, la plata y el bronce, aleación del cobre y el estaño de resistencia inusitada en la época. Al calor de una explotación minera intensiva se fraguará un comercio marítimo cada vez más frecuente con los demás pueblos mediterráneos, especialmente con persas, fenicios, asirios y griegos, pueblos que poco a poco consiguen dominar los secretos del mar.

En la prosperidad de Tartessos juega un papel esencial la llegada a Andalucía de los tirsenos, llamados "Pueblos del Mar", tribus que surcan el Mediterráneo de este a oeste y se establecen en la península italiana. Desde Italia, estos tirsenos cruzarán los límites del mundo hasta entonces conocido, las denominadas columnas de Hércules del Estrecho, y descubren el gran río Tharsis, vía de comunicación que les permitirá un transporte rápido de los metales procedentes de las minas de Riotinto, en la actual provincia de Huelva, y Cástulo, en la Sierra Morena jiennense. Los tirsenos se imponen pacíficamente a los indígenas y, probablemente, son ellos los que conforman una casta dominante extranjera que con el tiempo evolucionará en la monarquía de la que Argantonio es colofón. Una gran urbe comercial surge entonces, supuestamente en el Coto de Doñana, en el territorio que engloban las ciudades de Jerez, Asta Regia, Trebujena, Sanlúcar, Rota y Puerto de Santa María (aunque no falta quien la sitúa en los estuarios del Guadalete o el Odiel o incluso en la más lejana Carmona), una polis fecunda y cosmopolita que desaparece consumida por la leyenda, el tiempo y la barbarie de sus conquistadores.

Noticias de un rey.  No es difícil localizar la huella de Tartessos, el pueblo de Argantonio, en el Antiguo Testamento. En el libro primero de los Reyes (10, 22) se lee: "Porque el rey [Salomón] tenía naves de Tarschisch en el mar con naves de Hiram; una vez cada tres años venían las naves de Tarchisch y traían oro, plata, marfil, simios y navios". Del libro de Isaac (2,12 y siguientes) es esta referencia: "Porque un día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo y sobre todo ensalzado para que sea abatido... y sobre todos los cedros del Líbano, altos y sublimes, y sobre todos los robles de Basan... y sobre todas las naves de Tarschisch, y sobre todos los tesoros preciados". La plata, el oro y el bronce de Tartessos son tan abundantes y de tan buena calidad que encuentran eco en los textos más antiguos de los pueblos mediterráneos, quienes pondrán todas las medidas a su alcance para dirigir sus rutas comerciales hasta más allá de las columnas de Hércules, donde podían intercambiar sus manufacturas por grandes cantidades de metal, bien en lingotes o bien en joyas y abalorios. Tan abundante era la plata que muchos autores quieren ver en Arganthonios un nombre celta que significa "hombre de plata".

Atraídos por esta riqueza (que encuentra resonancia en mitos tan conocidos como el de la Atlántida de Platón), en el año 1100 a.C. los fenicios, que tenían su metrópolis en la ciudad de Tiro, fundan Gades en la isla de San Sebestián, una plaza marítima que les permitía el monopolio del comercio con Tartessos. Aunque los fenicios más tarde también fundan Almuñécar, Adra o Málaga, la fundación de Gades es un hito fundamental de la Antigüedad y así lo recoge Estrabón, quien escribe que estos dejaron muy pronto de mantener una relación pacífica con Tartessospara pasar a someterlos por la fuerza. Cuando los persas

destruyen Tiro (finales del IX a.C.) y terminan con la supremacía fenicia, la presencia del pueblo helénico de los focenses cobra importancia. Desde Mainake, asentamiento focense cuyos restos han sido hallados en la desmbocadura del río Vélez, este pueblo de comerciantes, pacífico y de gran bagaje artístico, ayudará a Tartessos a alcanzar su época de mayor esplendor, que coincide con el reinado del mítico Argantonio. Tal es la bonanza de este pueblo, que según la leyenda Argantonio vive 120 años y reina durante 80, periodo que debe trascurrir desde la derrota fenicia hasta la batalla de Alalia, una lucha en la que los focenses, aliados del pueblo tartessio, son derrotados por los cartaginenses, a la postre verdugos de la primera gran civilización de la Península Ibérica.

Si Argantonio es considerado por los autores clásicos como un monarca filoheleno no es por casualidad o simpatía hacia la cultura focense, sino más bien porque, como buen estadista, sabe anticipar en la victoria de la barbarie y la codicia de persas y cartaginenses sobre sus aliados comerciales el fin de su propio pueblo. Herodoto, en el libro primero de sus Historias , relata la amistad que los focenses traban con Argantonio, quien les ofrece terrenos para que se establezcan y de ese modo actúen como escudo de Tartessos. Argantonio, rechazado su ofrecimiento, ofrece a los focenses una cantidad de plata asombrosa para que refuercen las murallas de Focea, algo que no impedirá su destrucción a manos de los persas. Juan Maluquer de Motes quiere ver en este filohelenismo un intento por parte de Argantonio de sacudirse el peso del monopolio comercial por parte de los fenicios de Gades. Tan solo es cuestión de tiempo que los cartaginenses se apoderen del Mediterráneo, arrasen y destruyan Tartessos y, en virtud del tratado comercial con Roma en el año 509 a.C., cierren el estrecho a toda navegación y conviertan, lo que antes es símbolo de prosperidad y longevidad, en un callado mar de olvido. La tierra de Tartessos guardaría celosamente su secreto hasta bien entrado el siglo XX.

La dinastía de Argantonio.  Aunque Argantonio es el rey por excelencia de Tartessos, no por ello es el único. Se conocen seis reyes tartessios, cuatro míticos (Sol, Gargoris, Habis y Norax) y dos históricos, Argantonio y Gerón. El rey Sol es una divinidad fruto del culto que los tartessos profesan tanto a este astro como a las estrellas y la luna, para la cual se consagra un templo que se sitúa en una isla cercana al estratégico puerto de Onuba (Huelva). En Gargoris, nombre de origen ibérico-libio, Justino quiere ver el origen de la apicultura, mientras que a su hijo Habis el mismo autor achaca el origen de la agricultura y el dictado de las primeras leyes, que prohibían el trabajo de las castas dominantes y divide el imperio tartessio en siete provincias. La leyenda cuenta de Habis que, abandonado por su padre, es amamantado por una cierva, de la que herada su ligereza y flexibilidad, una historia que está en plena consonancia con la tradición etrusca y la fundación de Roma por Rómulo y Remo. Norax, por su parte, es hijo del dios Hermes y de Erytheia, hija de Gerón, y es a su vez fundador de la ciudad de Nora, en Cerdeña, cuyo nombre se relaciona con Nura, en Menorca, y los Nuraghes, en Cerdeña.

Junto a Argantonio, el único rey histórico entroncado más con la realidad que con el mito, es Gerón quien debe reinar poco después de la fundación de Gades (1100 a.C.) y a quien se le atribuye la construcción del edificio que domina el perfil de la ciudad de Tartessos, un castillo que Schulten sitúa en el banco de Salmedina y que indica al navegante, junto al templo que se encuentra en la parte izquierda de la ciudad, su entrada a la ciudad de la plata. Así es la regia ciudad sobre la que gobierna Argantonio, a unos nueve kilómetros de la desembocadura del brazo principal del gran río, en una isla conformada por la bifurcación de la corriente del Tharsis, un puerto franco hacia el que las naves fenicias y focenses eran impulsadas por las mareas favorables. Tartessos, puerta del Océano, escala hacia la ignota fachada atlántica de Europa dominada por las espesas brumas y los gigantes antropófagos, era la Babilonia del mundo occidental.

La consecuencia directa del establecimiento de una casta dominante extranjera (casi con seguridad tirsena) sobre la población indígena es la configuración de un poderoso régimen monárquico, cimentado en el control militar y en la divinización de sus mandatarios. Esta cúpula militar, recelosa tanto de las clases inferiores como de los pueblos extranjeros, es la encargada de mantener la cohesión del imperio, rige los destinos del país y constituye el principal soporte de los reyes, quienes invierten grandes cantidades de metales preciosos "no sólo oro y plata, sino también ámbar procedente del norte de Europa" en la fabricación de armas, monumentos fúnebres y joyas como las del Carambolo * , una ostentación que reafirma su poder a los ojos de las clases inferiores. Estas últimas están compuestas en su mayoría por campesinos y ganaderos y una gran cantidad de esclavos, dedicados en su mayoría al duro trabajo de las extracción del metal.

Como a menudo ocurre en la historia de los hombres, el periodo de máximo esplendor de Tartessos es seguido por su inmediato declive y destrucción. Muerto Argantonio, el único hombre que albergaba la riqueza y el poder suficiente para financiar una resistencia efectiva, quizá la pieza clave que negociara con mercenarios celtíberos para contrarrestar el natural pacífico de su pueblo, las huestes cartaginesas arrrasan la ciudad-estado de Tharsis y sellan Gibraltar durante varios siglos. El mito se apodera del reino y del nombre de Argantonio y a menudo se cuestiona la existencia de ambos. Pero el paso del tiempo hace justicia a este rey histórico, citado por las fuentes antiguas como el rey que vive 120 años, una hipérbole que sólo quiere expresar la grandeza de un hombre que hace del desorden imperante de tribus un estado próspero y cosmopolita, imagen del posterior renacimiento de la Bética romana y el al-Ándalus árabe. Porque Argantonio, por encima de la leyenda, es una realidad cantada por el poeta Anacreonte como "compendio y cifra de toda ventura terrestre".[ Pablo Santiago Chiquero ]

 

 
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