m. El origen del boto campero se halla en la población onubense de Valverde del Camino. Hasta la primera mitad del siglo XX, los productos que los zapateros elaboraban en las banquillas eran fundamentalmente borceguies, botas moldeadas y zapatos de señora, destinados a cubrir las necesidades del mercado local. La creación, a mediados de los años cuarenta, de un producto tan novedoso como el boto campero, va a significar el inicio de una profunda transformación hacia unas formas de producción industrializadas y una clara tendencia hacia la especialización en la producción. El nacimiento del boto tiene lugar a raíz de los concursos anuales organizados por el Ayuntamiento para incentivar y potenciar la artesanía del calzado. A los artesanos interesados en participar se les propone la confección de un diseño creativo, que deben realizar en un tiempo limitado, y posteriormente las obras se exponen durante las fiestas de agosto. En uno de estos certámenes obtiene el primer premio José Parreño Linero presentando una bota de media caña. Este valverdeño nace en 1902, en el seno de una familia de tradición zapatera. Sus conocimientos en la elaboración de patrones le llevan a idear una bota mediante la combinación de dos productos tradicionales: los leguis o polainas y la bota moldeada, a la que añade una serie de adornos en la caña, inspirados en unos dibujos de su hijo Manuel. El producto tiene éxito y los encargos se suceden al ponerse de moda para montar a caballo entre un sector socioeconómico elevado.
Durante las dos décadas siguientes esta bota se perfecciona y se comienza a popularizar, abriendo puertas en el mercado nacional. Su producción se va generalizando entre las pequeñas empresas familiares de calzado, llegando en los años setenta y ochenta a convertirse en una referencia obligada fuera de su entorno, gracias al éxito del reclamo publicitario, pionero en su época, de la asociación comercial Apical, que avala con su firma la autenticidad de los botos de Valverde hechos a mano. Ello le abre el mercado europeo y americano, además de estar presente en las ferias y exposiciones internacionales de calzado. No obstante, este desarrollo se paraliza al producirse una saturación del producto en los mercados y flaquear las necesarias inversiones en tecnología y recursos humanos. Superados los escollos, en los últimos años la industria del calzado valverdeña tiende hacia una recuperación progresiva del mercado, suponiendo el boto campero un 34% de la producción total y ostentando el municipio un merecido lugar entre los principales centros productores de calzado de España, debido precisamente a su especialización en la confección de botas. [ Esther Fernández de Paz ].
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