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DOMECQ |
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Encaste de reses de lidia que tiene su origen
en la compra de la ganadería del duque de Veragua realizada en 1930 por
Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, industrial bodeguero de Jerez
de la Frontera, que buscaba prestigiar la imagen de sus vinos con la
fachada del toro bravo. La ganadería del duque de Veragua, previo paso
por el tratante Martín Alonso, es trasladada desde las tierras de Borox y
Aranjuez, en la que pastaban, hasta la finca gaditana de Jandilla. La
vacada ducal, que descendía de la ganadería formada en el siglo XVIII por
el criador utrerano Vicente José Vázquez, iría recibiendo en manos de la
familia Domecq sucesivas aportaciones de puntas de reses del Conde de la
Corte, de origen Vistahermosa, que se va imponiendo a la sangre vazqueña
y conformando las características futuras del encaste. Ramón
Mora-Fiqueroa, gran conocedor de la ganadería del Conde de la Corte sería
uno de los principales responsables de la fijación de las características
principales de los toros de Domecq. En 1937, a la muerte de Juan Pedro
Domecq y Núñez de Villavicencio, la ganadería es heredada por sus hijos
Juan Pedro, Salvador, Álvaro y Pedro Domecq y Díez. Será el primero quien
lleve las riendas de la ganadería, a la que vuelve a añadir sangre
Vistahermosa en sucesivas compras al Conde de la Corte y al propio
Mora-Figueroa, a la vez que elimina la mayoría de las reatas de sangre
vazqueña, que queda de forma testimonial. En los años cincuenta y sesenta
ya están fijadas las características principales del encaste que empieza
a diferenciarse en morfología y comportamiento a otras ramas de la misma
procedencia. El toro de Juan Pedro Domecq y Díez se distingue por su
capacidad de entrega y un concepto de bravura integral que le lleva
aceptar pelea en los tres tercios, dando un paso más en la evolución de
la ganadería brava al seleccionar un toro para el toreo moderno, el que
surge tras la Guerra Civil y se fija definitivamente en los años
cincuenta del siglo XX. En los últimos 30 años la sangre Domecq se
extiende por toda la cabaña brava española, imponiéndose al resto de los
encastes y dando lugar a numerosas ganaderías secundarias. La bravura
picante que caracteriza a las reses de los años cincuenta y sesenta se
suaviza progresivamente en las últimas décadas del siglo XX, aunque a
comienzos del siglo XXI se empieza a ver la recuperación de esa nobleza
encastada en los productos de ganaderías como Jandilla o Fuente Ymbro, de
puro encaste Domecq. El toro más clásico del encaste es un animal bajo,
de cuello largo, lomo recto y morrillo proporcionado, de astas
proporcionadas y ligeramente vueltas hacia arriba y de capas
predominantemente negras, salpicadas, coloradas, chorreadas, castañas y
mulatas con la presencia testimonial del pelo jabonero, reliquia de la
sangre vazqueña. En encaste, Domecq es la madre de ganaderías como
Jandilla, Luis Algarra, Fuente Ymbro, Zalduendo o Juan Pedro Domecq
Solís, nieto del creador del encaste que mantiene el hierro, la divisa y
la antigüedad originales.
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