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ORFEBRERíA |
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f.El labrado de los metales nobles tiene una gran
tradición en Andalucía, donde se utilizan con regularidad las técnicas de
la orfebrería, el repujado, el cincelado, la filigrana, la fundición y la
incrustación de piedras preciosas, prácticamente desde los comienzos de
la historia. Los fenicios, fundadores de Cádiz hacía el 2.000 a.C., dejan
algunas de las primeras joyas conocidas de la Península, como la
colección de joyas de oro y plata conservada en el Museo de Cádiz, en la
que destaca por su realismo una maravillosa abeja con las alas
desplegadas. De factura tartessia, en torno al siglo VII a.C., son los
candelabros de Lebrija y el tesoro del Carambolo
*
, espectacular conjunto bellamente labrado de oro
muy puro. Los intercambios comerciales con otros pueblos del Mediterráneo
y la existencia en Andalucía de minas de oro y plata explican la
abundancia y exquisitez de la orfebrería en Tartessos.
La ocupación romana deja una gran cantidad de
pequeñas joyas esparcidas por el territorio andaluz, casi todas ellas
objetos de uso cotidiano como anillos, pendientes y fíbulas. De mayor
dimensión es, sin embargo, el espectacular conjunto de época visigoda que
un agricultor encontró en un olivar del término municipal de
Torredonjimeno (Jaén), y que está depositado en el Museo Arqueológico
Nacional de Madrid. De época árabe no se conservan muchas joyas, ya que
en su mayoría son llevadas consigo por los expulsados o refundidas en
tiempos cristianos para la creación de nuevas piezas.
La orfebrería andaluza de los primeros tiempos del
cristianismo, en torno al siglo XIII, es también bastante escasa, aunque
se conservan piezas tan valiosas como las Tablas Alfonsíes de la Catedral
de Sevilla. Es más abundante la orfebrería de los siglos XIV y XV, donde
los artesanos locales comienzan a elaborar bellísimas cruces
procesionales, relicarios, bustos de plata, cálices, copones, portapaces,
etc., aunque siguen siendo mayoritarias las obras procedentes de lugares
como Toledo, ciudad en la que existen talleres muy prestigiosos en la
época. El capítulo más importante de la orfebrería gótica andaluza es la
construcción de custodias procesionales, entre las que destacan la de la
catedral de Córdoba, sin duda una de las obras maestras de la orfebrería
española. La obra fue realizada entre 1510 y 1528 por Enrique de Arfe,
artesano alemán establecido en España y primer miembro de la familia
Arfe
*
.
El Renacimiento marca la primera cima de la
orfebrería moderna en Andalucía. La llegada de metales preciosos a
Sevilla procedentes de América marca un periodo de gran riqueza, durante
el que trabajan orfebres de enorme maestría como Juan de Arfe, Francisco
Merino, Francisco de Alfaro, Diego de Alfaro, Hernando de Ballesteros,
Juan Ruiz el Vandalino, Hernando de Soto o Gaspar de Ledesma, quienes
realizan obras para toda Andalucía. Aunque hay una gran abundancia de
piezas en esta época, algunas de gran valor como la custodia de
Fuenteovejuna o la custodia-ostensorio de la iglesia del Salvador de
Baeza. La obra más representativa de este periodo es la custodia grande
de la Catedral de Sevilla, realizada por Juan de Arfe entre 1570 y 1578.
Asimismo, la orfebrería manierista, que surge a finales del siglo XVI
como paso previo al Barroco, deja una gran cantidad de pequeñas obras con
una decoración sobria a base botones de esmalte, como la arqueta
eucarística de Villalba del Alcor o la de ébano y plata del convento de
Santa Inés de Sevilla.
El Barroco supone el segundo periodo de esplendor
para la orfebrería andaluza. La figura más importante de esta época es la
del jerezano afincado en Sevilla Juan Laureano de Pina, cuya obra maestra
es la urna de San Fernando de la Capilla Catedral de Sevilla. En la etapa
barroca del rococó predomina la escuela cordobesa del XVIII, con figuras
como Alonso de Aguilar, Bartolomé de Aranda, Bernabé García de los Reyes,
Tomás de Pedrajas, Antonio de Santa Cruz y, sobre todo, Damián de Castro,
un excepcional y prolífico artista de quien existen obras esparcidas por
buena parte de Andalucía, e incluso en el Victoria and Albert Museum de
Londres. En esta época también cobran importancia las escuelas malagueña,
con José de Peralta como máximo exponente, y la jiennense, sobre todo
gracias Miguel de Guzmán, autor de la urna de San Juan de Dios para la
iglesia del santo en Granada.
El siglo XIX y el comienzo del XX abren un proceso de
crisis para la orfebrería religiosa, pero establecen, en cambio, las
bases de una orfebrería civil, casi siempre destinada a la mujer, que
culmina con la joyería modernista. La aportación de los joyeros andaluces
es más limitada debido a que prevalecen las obras y los modelos
industrializados procedentes de Barcelona o Madrid. Será la Semana Santa
y su demanda de objetos preciosos ?cetros, coronas, potencias, varales,
respiraderos, insignias? la que impulse en el siglo XX una prolífica
orfebrería religiosa, principalmente centrada en Sevilla, que se nutre
fundamentalmente de los modelos prefijados en el Renacimiento y el
Barroco. La revitalización de esta orfebrería destinada al culto
religioso se debe a maestros como los sevillanos Cayetano González y
Fernando Marmolejo Camargo, el cordobés González del Campo y la familia
granadina de los Moreno Romera.
A finales del siglo XX la ciudad andaluza donde la
joyería adquiere mayor relieve es Córdoba. En esta ciudad existen en la
actualidad unos 2.000 talleres, en los que se realiza un trabajo
sobresaliente tanto por el diseño de las joyas como por la aplicación en
la producción de nuevas tecnologías. La feria Joyacor
*
es un buen ejemplo de esta vitalidad de la
joyería cordobesa, en la que se impone progresivamente la joya de
autor.
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