En 1283 se termina en Sevilla un códice llamado Libro de los Juegos de Ajedrez, Dados y Tablas. Se trata de un empeño personal del Rey para el que no escatima esfuerzos e interviene personalmente. Solicita diversos libros en préstamo a distintos Monasterios y logra la mayor compilación existente hasta esa fecha del saber árabe y cristiano sobre dichas materias. El Códice contiene 97 folios de pergamino ilustrados con 150 artísticas miniaturas con diagramas de las posiciones y personajes de la época. 64 folios, el número no es casual, están dedicados al ajedrez, siete más a diversos juegos de dados, nueve a juegos de tablas. El resto al “Gran acedrex”, al “acedrex del Tamerlán”, al “acedrex de las diez casas”, al “acedrez hecho a semejanza de los cuatro tiempos del año” e incluso al “Tablero de los escaques y de las tablas que se juega por Astronomía”.
RICARDO MONTECATINE |
Andalucía fue en su día la puerta que utilizó el ajedrez para difundirse en Europa. Esa herencia árabe, que Alfonso X compiló en su códice sevillano de finales del XIII, determinó la primacía ajedrecística española de los siglos XV y XVI. Sin embargo, la misma pasó a la Italia renacentista del XVII, a la Francia prerrevolucionaria del XVIII, a las potencias industriales inglesas y alemanas del XIX y a las potencias del siglo XX: Estados Unidos y la Unión Soviética. Durante la primera mitad del siglo XX varios jugadores andaluces destacaron ocasionalmente, pero son Ernesto Palacios desde 1960 y, sobre todo, Manuel Rivas desde 1978 los que supieron situarse a la cabeza del ajedrez español. La Federación Andaluza, creada a mediados de los ochenta, engloba a unos cuatro mil federados de todas las edades. Tiene una organización marcadamente provincial, aunque desde mediados de los noventa los torneos y actividades autonómicas van adquiriendo un mayor peso específico. El ajedrez tiene dos vertientes claramente diferenciadas. La modalidad clásica, con partidas de cuatro a seis horas, choca cada vez más con las prisas de nuestra moderna sociedad. La modalidad rápida, con partidas de 40 a 60 minutos, permite la disputa de torneos en fines de semana, preferentemente veraniegos, que atraen a numerosos jugadores no federados. Desde mayo a octubre dos o tres torneos internacionales y muchos otros locales coinciden cada fin de semana por toda nuestra geografía. Ello ha generado el fenómeno de ver a multitud de jugadores suramericanos y de países del Este participando en estos torneos con los jugadores andaluces. La década de los noventa trae una nueva forma de jugar ajedrez. La red de internet permite disputar todo tipo de partidas y torneos, preferentemente a pocos minutos, desde el propio domicilio. Asimismo, los grandes torneos ajedrecísticos pueden ser seguidos de forma instantánea por millones de internautas que analizan y comentan la jugada que un Gran Maestro acaba de efectuar a miles de kilómetros de distancia. Además, el internauta conoce los segundos o minutos que a cada contendiente le restan y dispone de ordenadores que detectan inmediatamente los errores más evidentes cometidos en el tablero. En nuestros días los alumnos comienzan a recibir en su domicilio clases de un jugador experto, que imparte su conocimiento a través de una conexión de internet con un reducido grupo. Al margen de su clasificación como juego, deporte, ciencia o arte, el Ajedrez, como las Matemáticas o la Música, ejerce una decisiva influencia en el desarrollo de los procesos de comprensión lógica en los alumnos entre siete y diez años. De ahí el interés de su progresiva implantación en el ámbito escolar, no como deporte sino como herramienta educacional.
RICARDO MONTECATINE |