La almadraba de Conil, la pesca de los atunes, al tiempo de su tránsito del Mediterráneo al océano en el Estrecho, sería objeto digno de observarse muy despacio por un económico político, que supiera cotejar esta pesca con la del bacalao atendidas las circunstancias de ser exclusiva naturalmente a los españoles, en el mejor punto de su territorio, en la estación preferente del año para los pobres, por el ningún costo ni trabajo que les origina, pues transportando su familia entera, aunque sea pordioseando en el camino, logran ganar que comer hasta los pequeñuelos, y vuelven antes del invierno a sus lejanos y miserables pueblos con fondos sobrantes para vivir y preparar su cosechita del año siguiente. Muchos miles de hombres, mujeres y niños acuden a la pesca; y muchos millones de reales dejan de ganar, porque el Gobierno no dirige este grande establecimiento; pero si abolido el monopolio, no protege, no auxilia el Gobierno esta pesquería, vendrá a ser la almadraba comparable a una gran plaza llena de gente ansiosa de trabajar, pero durmiendo todos de holgazanería, por no haber uno que les llame a servir y comer. Había yo oído quejarse de estar España despoblada, y de ser los andaluces desidiosos pero me desengañé de uno y de otro en Barbate, oyendo que la mitad de los habitantes de las Alpujarras, y la mitad de cuantos pisan los extendidos campos de Andalucía baja iban allí todos los años; y allí se hacían ladrones si no se les daba trabajo. José González y Montoya De Paseo estadístico por las costas de Andalucía, 1829. |