Hijo de Alcmena, nieta de Perseo, y Zeus, Hércules es el héroe más grande de la Antigüedad, adorado como un dios en todo el Mediterráneo. En 1915 escribía Blas Infante en el Ideal Andaluz: “Hay que volver a levantar un templo al Hércules Heleno, al divino héroe creador de la leyenda hesiódica, hijo de la fortaleza, de lo infatigable y de la conciencia de poder. Por esto, si yo pudiese elegir un escudo para Andalucía, señalaría sin vacilar el de la gloriosa Cadiz con su divisa elocuente: Dominator Hercules Fundator.” El deseo del “padre de la patria andaluza” se cumplió y Andalucía sigue rindiendo culto a través de su escudo al héroe esforzado, símbolo durante mucho tiempo del estoicismo y, por qué no, de la fortaleza con que el pueblo andaluz debió acometer “trabajos” de muy difícil realización. Uno de los santuarios más famosos de toda la Antigüedad es el consagrado a Hércules en Cádiz, más concretamente en la actual Sancti Petri –punto de partida de la Vía Hercúlea o Augusta–. En este lugar se veneraba una divinidad, Melqart, el numen tirio que trajeron los colonos fenicios llegados a territorio ibérico desde finales del II milenio a.C. La naturaleza más antigua de Hércules fue la de un dios agrícola, un dios de la vegetación; con posterioridad adquirió otros rasgos, entre los que descollaba su aspecto marino, debido al hecho de haber sido transportado por los comerciantes tirios en sus navegaciones por todo el Mediterráneo hasta más allá de la zona de unión de dicho mar con el Atlántico. Su contacto posterior con el Hércules griego le supuso la significación solar, perceptible en sus aventuras en el lejano Oriente; esta identificación y sus relaciones con el Hércules griego aparecen testimoniadas ya con claridad en Chipre desde el siglo VI a.C. El santuario del Hércules gaditano es conocido bastante bien a través de las descripciones de los autores antiguos y de los testimonios numismáticos: las monedas representan un gran templo tetrástilo con frontón triangular (el Herakleion). La puerta de entrada tenía figurados los 12 trabajos de Hércules y el edificio constaba de una gran torre, situada frente al altar, que se hallaba a su vez al aire libre (había igualmente otros altares y capillas). Este desaparecido santuario no conservaba imágenes del dios, de acuerdo con la costumbre semita, y estaba generalizada la creencia de que el cadáver de Hércules se hallaba en su interior. El templo recibía herencias y llegó a reunir una gran fortuna, siendo expoliado de hecho en diversas ocasiones; también funcionaba en su interior un oráculo dedicado a la interpretación de los sueños, que es consultado, entre otros, por Aníbal y César, y que ocasionaría la muerte del procónsul de la Bética Cecilio Emiliano en el año 215 d.C por preguntarle acerca del futuro del emperador Caracalla. Los autores antiguos aseguran que el ritual propio del Herakleion gaditano es similar al del templo de Melqart en Tiro: sus sacerdotes, célibes, celebraban los oficios delante del altar con los pies descalzos y vestían una túnica de lino blanco; llevaban la cabeza rapada y rodeada con una cinta. Estos sacerdotes, enrolados en una organización jerarquizada, celebraban sacrificios todos los días de la semana, existiendo al mismo tiempo una fiesta anual, a la que los extranjeros tenían prohibida la asistencia. Por otro lado, el santuario podía recibir igualmente peticiones de plegarias y sacrificios de personas ausentes. Llama la atención el elevado grado de organización del culto a Hércules en la Bética. Partiendo de la imposibilidad de precisar siempre cuándo un ara perteneció a una aedicula, a un templo, a un recinto sagrado o bien cuándo es un testimonio de una devoción privada, son bastantes los indicadores de la existencia de cultos colectivos o públicos a Hércules: Templum Herculis (Archidona), Templum/aedes Herculis (Carteia), Sacerdos Herculis (Epora, Granada, y Castellar de la Frontera). Los sacerdotes de Hércules de la Bética eran miembros de las oligarquías locales. Asimismo, no hay un solo testimonio en la epigrafía bética de la vinculación de las mujeres con Hércules. Nos hallamos ante un culto integrado en el marco de la religión romana de las colonias y municipios, asumido por las capas dominantes de las ciudades de la Bética. La veneración a Hércules mantiene su pujanza durante los siglos I y II d.C. entre las oligarquías urbanas masculinas, respondiendo a la organización de su culto a las formas del Hércules romano. Son muchos los estudiosos que afirman que el siglo III marcaría el declive de Hércules en la Bética. En todo caso, no hay pruebas suficientes para precisar el ritmo de abandono o debilitamiento. Es más, muchos cristianos establecerán cierta proximidad entre Hércules y Cristo, y todavía está hoy muy enraizada en Andalucía la devoción a San Cristóbal, el santo gigante y compañero de viaje considerado por algunos un trasunto del héroe mitológico.
Javier Vidal Vega |