Nunca se podrá saber qué hubiera sido del Indalo si el colectivo de intelectuales, almerienses la mayoría, acogidos bajo la protección del tótem de la Cueva de los Letreros, no lo hubiesen elegido como su símbolo representativo. En opinión de algunos estudiosos, fue Juan Cuadrado, arqueólogo colaborador del investigador belga Luis Siret, quien propuso el dibujo hallado en Vélez Blanco como emblema del movimiento. Aquel colectivo, integrado por inquietos intelectuales, escritores, literatos, investigadores, poetas y, sobre todo, pintores, acuñó la denominación indaliana para apadrinar todas sus numerosas actividades, realizadas bajo la dirección de Jesús de Perceval (1915-1985), quien puso ilusión y entusiasmo en una Almería postbélica, apática y ocupada en paliar la mucha hambre de alpargata que dolía en toda la geografía provincial. En este contexto, el Movimiento Indaliano representó un auténtico revulsivo. Fue el café Granja Balear el escenario de las tertulias iniciales, a las que se sumaron los miembros de la primera generación indaliana: Miguel Cantón Checa, Miguel Rueda, Francisco Capulino, Francisco Alcaraz, Antonio López Díaz, Capuleto y Luis Cañadas, todos ellos junto a Perceval. Con el apoyo de Eugenio D´Ors, entonces Jefe Nacional de Bellas Artes, y el también almeriense Juan Aparicio, director general de Prensa, los pintores indalianos consiguen abrir las puertas de las galerías de Madrid y participarán en la Primera Bienal Hispanoamericana de Artes, en la que las firmas indalianas muestran sus obras junto a los nombres del nuevo arte español, como Saura, Tápies o Chirino. Sus trazos reivindicaron desde los inicios una renovación estética con los valores del Sur frente a las vanguardias de otras zonas. El paisaje del sureste y su inseparable paisanaje, la dureza de los pescadores y labriegos que representaban, la belleza de la Chanca o la hermosura de las mujeres mojaqueñas, conforman los elemento principales de la pintura indaliana, que logra establecer un concepto emblemático de la provincia andaluza. La pérdida del apoyo oficial limita el Movimiento Indaliano al ámbito local pese a la incorporación de una segunda generación, con nombres como Pituco, Miguel Martínez, Carmen Pinteño, Francisco García Jiménez y Juan Ayala Cuerva. Finalmente, a mediados de los sesenta, el movimiento ve reducido su protagonismo, pese a lo cual mantiene su influencia en todos “los almerienses”.
José Luis Masegosa |