Intentar desligar el nombre de Almería del Indalo es tarea casi imposible. Hasta en los rincones más alejados del mapa mundial se identifica esta figura, dibujada por los pobladores del Neolítico, con esta indómita tierra del sureste español, cargada de magia y misterios. Los estudios e hipótesis existentes acerca del origen y de la historia del Indalo son prolijos, contradictorios, a veces, y hasta caprichosos. En no pocos casos han mediado influencias y convenciones más o menos interesadas que han presentado un Indalo desvirtuado y alejado de la simbología de la propia figura, tan amada y a la par tan abusada dentro y fuera de Almería.
Los datos históricos refieren el hallazgo de una figura antropomórfica, representativa de un ser humano muy simple con los brazos en cruz y aura, encontrada en la Cueva de los Letreros de Vélez Blanco, una de las muchas muestras del arte rupestre ubicadas en esta zona y declaradas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. También han reforzado las propiedades protectoras de esta figura la identificación de las líneas que cubren la cabeza con el arco iris.
Las notas de los estudiosos datan la representación en el año 2.500 antes de nuestra era. Pero la diversidad de teorías acerca de la procedencia de este ídolo nos lleva también a Mojácar (Monxacar o Monte Sagrado), donde unos trazos pintados con almagre y llamados "muñecos" se imprimían sobre las fachadas de las casas y cortijos para protegerlos y salvaguardarlos de diversos males, tal y como atestigua el padre José A. Tapia en su Historia general de Almería .
La proliferación de dibujos y pinturas semejantes a las halladas en la Cueva de los Letreros lleva a investigadores y curiosos a buscar similitudes del Indalo en representaciones que se han hallado en cuevas, no sólo de la misma comarca de Los Vélez, sino dentro y fuera de nuestro país. Entre otras, las imágenes del templo de Ramses II, en Abydos, las figuras descubiertas en diferentes pueblos, como los amerindios que usaban el mismo trazo para representar a los guerreros del sol, y en lugares de África.
Otra de las cuestiones que sobre el Indalo ha planteado algún que otro debate es el del género. Para algunos autores no existe certeza acerca de la identidad sexual de la figura. Mientras que unos defienden su indiscutible masculinidad, otros apuestan por el género femenino, como Ramos Perera, que sostiene que no era Indalo, sino Indala, "ya que por su configuración es una diosa de la fertilidad". Pero las disyuntivas en torno a este auténtico ser mítico han planeado en torno a la procedencia del vocablo que le bautiza. Existe una teoría muy difundida que atribuye el nombre a una derivación de Indalecio, relacionado con el patrón de la capital, uno de los siete varones apostólicos y obispo de Urci. Sin embargo, hay quien sitúa la nominación en la raíz Indal y el sufijo eccius , cuyo significado es el mensajero o enviado de Dios. Y algo de ello debe tener cuando se le ha identificado también con un arquero sostenido entre el cielo y la tierra.
Aunque el gran impulso difusor del Indalo lo da el movimiento artístico que a mediados de los años cuarenta del siglo XX adquiere su nombre, en realidad, los almerienses, sin saber por qué, han hecho suyo este icono protector de enigmática historia rendido a la interpretación religiosa, que la memoria dibuja en las viejas casonas de la Almedina para protección de sus moradores. Pero el Indalo no ha podido eludir las redes de la sociedad moderna y su mítico pasado se resiente cuando lo vemos convertido en el "logo" de todo lo almeriense: desde los pepinos y tomates del Poniente a los más peregrinos objetos de recuerdo. [ José Luis Masegosa ].
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