Nacida en Córdoba en 1909 (en las solapas de algunos libros figura 1913, quizá como gesto coqueto de esta mujer hermosa y personalísima hasta en la vejez), Concepción Gutiérrez Torrero tuvo una precoz vocación literaria, si bien no llegó al mundo literario hasta 1954, fecha en que publicó su primer poemario, Balcón. Lo hizo adoptando el apellido de su marido, con quien durante largos años compartió amor, aficiones y un estudio fotográfico en la Gran Vía de Madrid –ciudad en la que se había afincado de joven con su familia– que, allá por los años cincuenta y sesenta, se convirtió en escenario de ‘Los Viernes de Ágora’, una conocida tertulia de escritores y artistas que tomó prestado el mismo título que la revista literaria dirigida por la escritora entre 1956 y 1964 con reconocido acierto. Su talento, su lenguaje preciso y sonoro y la sincera originalidad de su obra, estudiada en varias universidades americanas, se ha plasmado sobre todo en versos, aunque tampoco ha rehuido terrenos como la novela, el relato corto, el teatro y la colaboración en prensa. Pero han sido libros de poemas como Arroyo claro (1958), Luna de enero (1960), Canciones desde la barca (1963) o La aventura (1973) los que entre otras obras fueron cimentando un perfil intelectual que la ha hecho merecedora de premios como el Ámbito literario de poesía (1980) o el Ibn Zaydun del Instituto Hispano-Árabe (1984), así como de un sillón de correspondiente en la Real Academia de Córdoba. Concha Lagos ha sido autora de inquietudes culturales tan grandes como la generosidad que mostró en el mecenazgo de nuevas promesas, jóvenes muchas veces llegados de provincias que vieron en ella a una mentora cosmopolita y bien relacionada, y que no siempre supieron pagarle con lealtad ni mucho menos gratitud. La profundidad y belleza de sus imágenes, esculpidas a través de un dominio del lenguaje que a veces viste con ropajes cultos y otras populares, han merecido el reconocimiento generalizado de los especialistas, así como la admiración de los lectores, tal como recordaba el Gobierno andaluz en el año 2002, al concederle la Medalla de Andalucía como reconocimiento al papel destacado en las letras de habla hispana ejercido durante la segunda mitad del siglo XX por esta mujer del Sur que siempre dibujó sus palabras y recuerdos con los colores cálidos de su tierra.
Rosa Luque |
Al margen, en la orilla viendo pasar el agua hay que quedarse a veces, o ahondando en esa noche que al silencio nos lleva. Sólo nuestra palabra puede decir lo vuestro aquí, frente a la vida. Es el sólo contacto, la más profunda entrega. Aunque el viento las borre, dejo escritas señales de cuando en carne viva me arrancaron las alas. Nadie sabría del río que impulsó nuestra sangre, ni de las largas noches con el ángel luchando, sin este testimonio de la espada y la herida. Como incomunicados, con la sombra anudada, vamos con la condena cruzando iguales puentes. Sólo mi circunstancia puede decir la vuestra. Señales dejo escritas.
Concha Lagos |