Descubiertos en 1923, en el paraje de Higueras de Pintado, cerca del castillo de esta localidad sevillana, durante la extracción de tierras para unos hornos alfareros cercanos, su importancia deriva de su número, ya que son seis piezas idénticas de oro laminado y trabajado a torno, hueco por el interior, como de su significación cultural. Miden unos 70 cm. de altura y están constituidos de dos partes. La primera es una base troncocónica con un corto vástago que termina en una plataforma saliente horizontal. Sobre ella se desarrolla un largo vástago rematado también por una plataforma circular plana. El vástago es redondo cubierto de molduras, reforzando la estructura del objeto a la vez que constituye su único ornamento. Aunque se les conoce popularmente con el nombre de “candelabros”, se les ha considerado thymateria suponiendo que en la plataforma superior se quemaban sustancias olorosas durante ciertas ceremonias o ritos religiosos de la protohistoria de Andalucía, pero también podrían ser soportes de thymateria o pebeteros, recipientes en los que ardían dichas sutancias. Por ello, aunque nada se sabe del contexto arqueológico de este hallazgo, probablemente pertenecieron a algún santuario o lugar de culto que debió existir en ese lugar entre los siglos VIII-VI a.C. Desde el punto de vista técnico, representan una interesante síntesis del intercambio de conocimientos entre los artesanos indígenas, con una tradición orfebre del Bronce Final peninsular basada en la técnica de la cera perdida, con las aportaciones procedentes del Mediterráneo oriental a través de las colonias fenicias implantadas en el sur de la Península Ibérica. Actualmente se encuentran expuestos en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Antonio Morgado Rodríguez |