Enclavada en un cerro que domina Alcalá la Real y visible desde varios kilómetros a la redonda, se yergue, imponente, la Abadía del Fuerte de la Mota con una torre-atalaya de 42 metros de sillería, símbolo de la victoria de las tropas cristianas sobre el poderío árabe. Su construcción, sobre otra iglesia anterior, comienza hacia 1530 y termina hacia 1627. Son necesarias tres etapas para concluirla: en la primera, con proyecto de Martín de Bolívar, se edifican los pies de la iglesia: tres naves sustentadas por cuatro pilastras interiores que apoyadas sobre contrafuertes exteriores, sostienen bóvedas de crucería estrellada que combinan el estilo gótico-ojival con elementos renacentistas: escudos heráldicos, rosetas, dardos, hojas de acanto, dardos y hornacinas, en los paramentos. Sobre este primer tramo, aparecen dos plantas en altura destinadas al coro y a la torre. La portada, fabricada en piedra procedente de Cantera Blanca, presenta arco de medio punto flanqueado por columnas y hornacinas superpuestas por un entablamento en cuyo friso aparece una inscripción latina: “No hay otra cosa que la casa de Dios y la puerta del cielo”. La primitiva capilla bautismal, con estatuas que representan a Adán y Eva, probablemente es obra de Jacobo Florentino, artista italiano que trabaja por esta zona en el primer tercio del siglo XVI.
En la segunda etapa de su construcción (finales del siglo XVI), el arquitecto granadino Ambrosio de Vico prosigue las obras por mandato de don Alonso de Mendoza: construye los muros perimetrales en dos pisos. El primero con arcos de medio punto y tres capillas-hornacinas; el segundo con arcos ojivales y estructuras sobrias renacentistas. El verdadero maestro de esta segunda fase es Ginés Martínez de Aranda que dirige las obras de la sacristía y tres portadas: la puerta del Perdón, la del Cabildo y Sacristía y la de la capilla del Deán. En ellas compagina variados elementos arquitectónicos: frontones triangulares, pilastras toscanas, arcos de medio punto, entablamentos dóricos, molduras de ovas y dardos y frontones curvos partidos. Termina su intervención con el cerramiento de la bóveda rebajada de ladrillo realizada por el artista antequerano Francisco Gutiérrez en 1599.
La tercera etapa de la construcción, patrocinada por el abad don Pedro de Moya, modifica algo del proyecto original: los artífices, Luis González y fray Cristóbal de San José, profundizan la cabecera de la iglesia medieval y construyen en el muro de levante tres arcos triunfales, volviendo al espacio tripartito con bóvedas elípticas en las naves laterales y cúpula en la nave central. Las obras, concluidas en 1627, mantienen intacta la Abadía hasta 1810, año en el que las tropas francesas, tras ocupar la ciudad y la fortaleza de la Mota, incendian la Abadía antes de abandonar el lugar. Tampoco son beneficiosas para este monumento las reformas liberales del siglo XIX, que la hacen desaparecer como Iglesia Abacial y la condenan al abandono y deterioro progresivo: las bóvedas y la cúpula de la capilla mayor se derrumban en 1874. Tras un largo periodo, terminada la guerra civil española, se comienza la reconstrucción de las bóvedas y del cúpula de la torre. En 1990, don Francisco Almazán refuerza el muro perimetral de la nave y se inician, a la par, una serie de excavaciones en su entorno que permiten redescubrir su historia: asentamiento doméstico de la época romana con aljibes, grandes sillares y mortero; cementerio con enterramientos en la época visigótica y musulmana; iglesia cristiana de estilo gótico y, por último, criptas pertenecientes a la construcción de la abadía renacentista.
Cristina Mellado Morales |