Cuando hice parar en Ceuta la montura de la expatriación, y el corazón esperaba cambiar de estado, vi en tierras de Algeciras un cubil cuya gacela me impedía capturar el mar. La veía como la figura en el espejo. Estaba cerca y, sin embargo, no podía alcanzarla.
Abul-Hasan Sahlb. Malik De Libro de las banderas de los campeones de Ibn Said al-Magribí. |
Fue a la altura de Algeciras, cerca de Tarifa, el 9 de junio de 1801, donde el bravo Saumarez atacó las armadas española y francesa, juntas bajo el mando de Linois, quien, en 1804, fue rechazado con sus buques de línea por Dance y por los barcos mercantes de la Compañía de las Indias Orientales; el enemigo contaba con diez naves y los ingleses con seis. El “Superb”, de setenta y cuatro cañones, mandado por el capitán Richard Keats, ganó en velocidad al resto del escuadrón, y él solo atacó al enemigo, tomando por su cuenta el “Saint Antoine”, navío también de setenta y cuatro cañones, e incendiando al “Rey Carlos” y al “San Hermenegildo”, ambas naves españolas, de tres cubiertas y de ciento doce cañones cada una. Keats se había deslizado entre ellas, saliendo luego de allí y dejándolas que, en la oscuridad y por error, se dispararan y destruyesen mutuamente. Hay muy poca comunicación entre Algeciras y Gibraltar; aquélla es la posición naval y militar desde donde ésta es vigilada, y el hecho de que Gibraltar esté en posesión del extranjero irrita profundamente, cosa por otra parte razonable. Aquí es donde se halla el cuartel general de los guardacostas preventivos españoles, que merodean por la bahía y, con frecuencia, interceptan a los contrabandistas que no les han sobornado, incluso ante los cañones mismos de nuestras baterías; algunos son hundidos de vez en cuando por esta intrusión, pero todo esto sirve para engendrar mala sangre y para estropear, por parte de los españoles, la entente cordiale. En todo caso, los que tengan intención de permanecer en estos lugares durante el verano encontrarán las frescas casas de piedra de Algeciras infinitamente mejor adaptadas al clima que las casas sofocantes de la árida Roca.
Richard Ford Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. |