Tanto he amado en mi vida, que no me queda amor.
El orgullo de haber derramado imposibles
amores imposibles en estas manos mías.
Besé labios tan sólo asequibles a ángeles,
tuve manos de astros de otros mundos brillantes,
y en torres como cuerpos inmortales y bellos
vertí mis dulces horas y mi melancolía.
Los que nadie creyera, los imposibles altos,
los vanos, puros, vivos cuerpos inexpresables,
los ojos y su sombra, los párpados plegados,
fueron míos unas horas repetidas cien veces.
Pero quien tanto obtuvo ha de pagar un precio;
un precio más que un alma, y amargura es el suyo.
Soledad, soledad, es el terrible nombre.
Precio que nada paga, el sentirse vacío.
Julio Aumente
De Los Príncipes