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TÉRMINO
- ALMONTE
  ANEXOS
 
  • Claridad de tierras bajas  Expandir
  • Arropada por la marisma bética y entre viñedos, en una horizontalidad prodigiosa, se halla Almonte, la villa de Huelva con el término municipal más grande de la provincia. Sus más de 17.000 habitantes gozan, sobre todo los días claros, del placer de una luminosidad extraordinaria en su cielo y sus llanos. El sol se empeña en este enclave en lucir con más brío, mientras que derrama incesante su miel en la mayor reserva natural de Europa, el Parque Nacional y Natural de Doñana. Porque, sin duda, la principal fuente de riqueza de Almonte y su entorno es el espacio natural, terrenos que han propiciado un importante turismo medioambiental, cultural, religioso y de playas y una actividad agrícola, acuícola y ganadera imprescindibles para la subsistencia de los almonteños.
       
        El lince ibérico y el águila imperial, dos especies en extinción, habitan las tierras de Doñana, en consonancia con otros tesoros de la naturaleza. De ahí que, en 1994, este Parque fuera nombrado Patrimonio de la Humanidad y que hoy día se eduque a la población rural y a los visitantes en el respeto y la conservación del medio ambiente.

        Almonte sienta sus pilares económicos en la actividad agrícola y ganadera, la madera, el vino, el aceite de oliva, los cereales, las fresas o las naranjas. Su rico patrimonio natural ha determinado las costumbres y la forma de vida de sus habitantes. La idiosincrasia de este pueblo está cimentada en las actividades que su espectacular entorno ha propiciado con el paso del tiempo.
        Pero esta riqueza natural también ha derivado en una gastronomía específica. Las marismas son abastecedoras de materias primas para elaborar platos típicos de Almonte, entre los que destacan la caldereta guisada, la sopa marismeña, el cocido o sopeo y los mariscos.

        La villa onubense engloba en su territorio los núcleos de población de Almonte, El Rocío y la urbanización playa de Matalascañas. Almonte es un pueblo bañado de leche, tan blanco como pregonan las viejas estampas de Andalucía, y llano. A 15 km., sus tierras se funden con las de la Aldea del Rocío, morada de la Virgen y de miles de visitantes que se desplazan hasta este rincón durante todo el año. Sin embargo, dicen los expertos que, durante la Romería del Rocío, los almonteños se olvidan del nacionalismo andaluz y dejan que los castellanos digan sus misas y pueblen sus tierras. Almonte se engalana con especial cariño en la Romería, celebrada el sábado, domingo y lunes de Pentecostés.
        Si existe otro encanto de estas tierras bajas que deba ser mencionado son sus playas vírgenes. Deliciosas en invierno y verano, con kilómetros de arena blanca limítrofes con Doñana. Un lugar donde el rumor de las olas se convierte en una nana que acuna toda la costa onubense y se desplaza hasta el interior en rítmicos compases que se tornan aflamencados. Pero, además, estas playas son la fuente principal de recursos del Museo del Mar Marino, enclavado en el Parque Dunar de Doñana. Tras las pequeñas montañas movedizas de arena, se abre el universo marítimo. La ecoesfera, el arte de la navegación y las costumbres marineras son la bandera de este singular museo onubense, lugar en el que se muestra una importante reproducción, a tamaño natural, de los cetáceos varados en la costa y sus esqueletos recogidos en las playas de Doñana.

        En esta excelsa tierra de la vieja Andalucía, los habitantes tienen su propia habla, una entonación peculiar, que significa el ser almonteño fuera de las fronteras. El habla, un signo que, junto a las marismas, Doñana y el amor a la naturaleza y la devoción por la Virgen del Rocío, representan al andaluz del sureste onubense, al almonteño.

    Catalina Mora Hermoso
  • ‘Las Tierras de la Cuestión’  Expandir
  • La naturaleza del término municipal de Almonte está muy determinada por su localización geográfica, en el extremo sur de la margen derecha del río Guadalquivir que conecta con el tramo más meridional del río Tinto por su margen izquierda. Se sitúa, pues, al final de una gran cuenca de sedimentación abierta al estar asociada a la desembocadura del río Guadalquivir. Esta apertura al mar, concretamente al Océano Atlántico, le presta una gran complejidad al territorio de este municipio de la que participan el resto de los municipios del área de Doñana y el conjunto del litoral onubense, pues su formación ha estado dominada por una constante dialéctica entre los sedimentos marinos y continentales. 

        El término municipal de Almonte presenta, por tanto, un territorio joven, plano, sedimentario y donde el agua (arroyos, algaidas, caños, charcos, lagunas, aguadas, marisma, litoral, subterránea...) tiene una importancia fundamental, es un medio que se ha ido secando a la par que lo han ido habitando sus pobladores. La disposición alargada de este término posibilita que, dentro del ambiente general de deposición donde se ha formado, presente cierta variedad interna que va desde las tierras más consolidadas del norte, las amarillentas margas finitercirias con grano fino y homogéneo que presentan los mejores suelos para la agricultura; hasta las arenas sueltas de las dunas móviles litorales cuyo proceso de formación continua activo en la actualidad.
        Si bien dispersos por su término municipal se han detectado yacimientos arqueológicos de distintas etapas prehistóricas e históricas, el sistema actual de poblamiento de Almonte se comienza a estructurar en la baja Edad Media en función del importante cambio político, religioso y cultural que supuso la conquista y cristianización de esta zona de al-Ándalus.

        Almonte se conquista en 1262, con la tierra del reino de Niebla, mientras Sevilla, conquistada en 1248 y sede de la corona castellana en ese momento, se convierte en el centro administrativo de toda la zona. Esta situación persiste hasta el siglo siguiente (XIV), cuando se constituye el Condado de Niebla que asumirá, entre otros muchos lugares, una parte importante del domino sobre la tierra y la jurisdicción de este concejo que durante varios siglos mantendrá un litigio con sus señores, cuyo recuerdo ha permanecido en el ilustrativo topónimo de “Las Tierras de la Cuestión”. En la reestructuración de la red viaria para comunicar Sevilla con sus distintos lugares, Almonte quedaba dentro de una ruta que se iniciaba en Sevilla y finalizaba en un punto de su amplio litoral, “los asientos de la Torre del Oro”.

        Actualmente, el término se articula en función de tres núcleos de población entre los cuales destaca Almonte, donde se concentra un porcentaje alto de la población y desde donde se gestiona la totalidad del territorio municipal y, con el cual, tienen comunicación directa la práctica totalidad de los puntos habitados. La ermita y aldea de El Rocío se conforma como el segundo punto habitado con más continuidad histórica de todos los que aparecen dispersos por el término. La presencia de esta ermita y de la Virgen de El Rocío se cita ya en fuentes del siglo XIV y por su emplazamiento, en la frontera entre los reinos de Sevilla y el Condado de Niebla, durante todo el Antiguo Régimen se convertirá en un hito transitado dada su vecindad con el cruce de dos caminos (la vereda de  Moguer a Sevilla y la vereda de Niebla a Sanlúcar).

        El litoral es objeto de otro tipo de poblamiento asociado a la pesca y a la vigilancia de la costa dando morfologías de hábitat variadas. La vigilancia de costa se ha concretado en las torres vigías, que se levantaron durante el reinado de Felipe II y tuvieron que ser reconstruidas en paulatinas ocasiones. El uso del litoral como lugar de ocio, de veraneo, se inicia en este término municipal desde finales del siglo XIX, manifestándose con unos asentamientos estacionales que han sido sustituidos por otros que, en función del mismo recurso, el ocio, mantienen una forma de ocupación más efectiva y permanente del espacio: el Cámping Rocío, el parque dunar y la urbanización de Matalascañas.

        A lo largo de la segunda mitad del siglo XX Almonte ha sido objeto de un proceso de fuerte dinamización socioeconómica en función de actividades como la agricultura intensiva y el turismo litoral que ha transformado su forma de vida tradicional. A la par, se ha ido definiendo como una referencia del patrimonio natural y cultural asociados, respectivamente, a los nombres de Doñana y la romería de El Rocío.

    Águeda Villa Díaz
 
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