Beni de Cádiz fue una de las principales fábricas de ingenio andaluz, dentro y fuera del ámbito flamenco. Su anecdotario, similar al de Pericón o al de Chano Lobato, hereda la estirpe humorísitica de Ignacio Ezpeleta y entronca con otros personajes de su tiempo, como Brillantina, El Cojo Peroche o el sevillano Luis Caballero Polo. En gran medida, él solía emplazar buena parte de sus sucedidos en el Teatro Arriaga de Bilbao, aunque el caso, de ser real, no hubiera ocurrido necesariamente allí. Así, refiere cuando se hizo pasar por perro para asustar a Manolo Caracol. En 1991, el Ayuntamiento de Cádiz le propuso pronunciar el pregón anunciador de los Carnavales y preguntó al periodista Antonio Burgos, que le había precedido en dicho cometido, qué precio debía cobrar por ese trabajo. En un sabroso texto, el escritor sevillano reproduce el diálogo: “– Antoñito, hijo, tú que has dado el pregón, díme, que tengo una duda que me quita el sueñecito. Por dar el pregón del Carnaval, ¿se manga o se trinca? Preguntamos entonces a nuestra vez al filósofo popular que así nos inquiría: – ¿Y qué diferencia existe por ventura entre «mangar» y «trincar»? ¿ No es lo mismo acaso? A lo que Beni, investido de la autoridad de los tres mil años de Cádiz que llevaba personalmente en todo lo alto, nos aclaró: – Ah, no, querido, no es lo mismo. Mira, «trincar» es apañar dinerito, hayares, billetitos, moneditas, de esas redonditas de veinte duritos, de cien duritos, o esos papelitos de color moradito con ese Principe de Asturias que lo ves y se te caen dos lágrimas, no por el Principe, sino por los dos mil duritos que te guardas para los gastitos de la casa si lo trincas... Y «mangar», querido, es una cosa muy distinta. Se manga una cenita cuando te convidan, se manga un viajito cuando te mandan los billetitos de avión para que acudas a una fiestecita, qué susto el avión, por la gloria de mi mare... Se mangan unos langostinitos, o si el dueño de la casa es un panoli, pues se mangan unos ceniceritos de plata y se venden luego a un anticuario mariquita amigo tuyo... – O sea, que trincar es en dinero y mangar es en especie... – Completamente cierto y verdad... – ¿Entonces la mangoleta no es lo mismo que la trincadeira...? – No, corazón, en la mangoleta hay cositas que se mangan y en la trincadeira hay billetitos que se trincan, ¿cómo va a ser lo mismo, Dios mío de mi alma? El mismo nombre lo dice, que es distinto: trincar y mangar...”. En cierta ocasión, junto al Cojo Peroche, Beni contemplaba la placa de José María Pemán, que cuelga de la casa donde vivió y murió el autor de El Séneca. – Cojo –le preguntó Beni—, ¿tú crees que cuando yo muera pondrán un letrero en mi casa? – Si, Beni, “Se vende”. Juan José Téllez |