Uno de los ejemplos más notorios del acoso que sufren los proyectos de traducción de las Sagradas Escrituras a las lenguas vernáculas durante el siglo XVI se encuentra en la Biblia del Oso. Conocida así por la estampa simbólica que adorna la portada de la publicación, esta versión heterodoxa del texto católico en castellano surge del trabajo realizado por Casiodoro de Reina, un fraile jerónimo residente en el monasterio de San Isidoro del Campo (Santiponce, Sevilla) a principios del siglo XVI. Su labor de interpretación total de los libros del Antiguo Testamento –escritos en hebreo, griego y arameo–, sin embargo, no culmina en tierras andaluzas, puesto que debe abandonar el país debido a la persecución inquisitorial. Su exilio le lleva por diferentes países de Centroeuropa, donde el luteranismo tenía mayor presencia, hasta finalizar en Basilea (Suiza), ciudad en la que finalmente consigue imprimir en 1569 el texto. La importancia de esta traducción castellana estriba no sólo en el hecho de que el proyecto germinara en Andalucía, sino en la vigencia de la edición, apenas modificada hasta nuestros días. Tal es su difusión que a principios del siglo XXI, la Biblia del Oso es el libro en lengua castellana con mayores impresiones anuales –más de tres millones de ejemplares–, por encima, incluso, de El Quijote. Cipriano de Varela, otro monje protestante proveniente de la comunidad cisterciense de Santiponce, sería, posteriormente, el encargado de revisar e imprimir en Amsterdam en 1602 la Biblia de Casiodoro de Reina. José Romero Portillo |