En el año 316 H./929 C., an-Násir ordenó que fuese llamado en las cartas a él dirigidas y se aludiese a él desde los alminbares como Califa. [...] De este modo se envió un escrito suyo acerca de esto a los gobernadores de las diferentes regiones, con un texto único. Fue esto el sábado 2 de du-l-hichcha de ese año. / 17.1.929. «En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso. Bendiga Dios a su honrado Profeta Muhammad. Los más merecedores para reivindicar sus derechos, los más dignos de tener cumplida fortuna y de revestirse con las mercedes con las que Dios nos ha distinguido somos nosotros. Dios nos ha favorecido con ello, mostrando su preferencia por nosotros, elevando nuestra autoridad; ha permitido además que lo obtengamos por nosotros, facilitando el lograrlo con nuestro gobierno; El ha extendido por todos lados nuestra fama, ha ensalzado por lo países nuestra autoridad; ha logrado que la atención del mundo esté pendiente de nosotros; ha hecho que vuelvan a nosotros los descarriados, regocijándose por estar a la sombra de nuestro gobierno. Dios lo ha querido, alabado sea El, que concede los beneficios, por lo que a nosotros nos ha dado; El es digno del favor por el que nos ha dispensado. Hemos dispuesto que se nos llame Califa y que en las cartas que expidamos y en las que recibamos así conste. Pues todo aquel que se atribuya este nombre fuera de nosotros, se lo apropia indebidamente, es un intruso y se abroga una denominación a la que no tiene derecho. Hemos comprendido que el seguir sin usarlo resulta una dejación de nuestro derecho y un abandono de una designación que nos corresponde y de un nombre que nos pertenece. Así pues, ordena al predicador de tu jurisdicción que lo use y utilízalo en la correspondencia que nos dirijas. Si Dios quiere» De este modo, el predicador de la aljama de Córdoba invocó a an-Násir como Califa. Esto fue el día viernes 1 de du-l-hichcha de este año. / 16.1.929.
De Crónica anonima de an-Nasir. |