El cerco de Munda. Como el resto del ejército enemigo se hubiese refugiado en la plaza de Munda, los nuestros se vieron obligados a establecer el asedio de esta plaza. El cerco se realizó con armas y cadáveres de los enemigos; la empalizada, de lanzas, dardos, escudos, espadas y jabalinas, sobrepuestas cabezas cortadas y vueltas hacia la ciudad, de modo que el enemigo estaba por todas partes rodeado de muestras fehacientes de nuestro valor, que nos servían para sitiarlos. Es así como los galos, cuando querían sitiar una ciudad, colocaban alrededor de ella, sobre picas y jabalinas, los cadáveres de sus enemigos. El joven Valerio, después del desastre, habiéndose salvado en Córdoba con algunos caballeros, contó a Sexto Pompeyo, que se encontraba en esta ciudad, lo que había sucedido. Ante esta noticia, éste distribuyó todo el dinero que tenía entre los caballeros de su séquito, dijo a los habitantes que iba al encuentro de César para tratar sobre la paz y partió a la segunda vigilia. Por otra parte, Cn. Pompeyo, con algunos caballeros e infantes, se dirigió a su flota en Carteya, ciudad a ciento setenta millas de Córdoba. Cuando él se hallaba a ocho millas, P. Calvicio, que había sido su lugarteniente, le escribió que se le enviase una litera para que le llevara a la ciudad, porque él estaba sufriendo. Una vez recibida esta carta, Pompeyo es llevado a Carteya. Los que eran partidarios suyos llegaron en secreto, como se cree, a encontrarle en la casa a donde fue llevado y le pidieron sus órdenes para continuar la guerra. Cuando fueron reunidos en gran número, Pompeyo, sin salir de su litera, se puso bajo su protección. La cabeza de Pompeyo. Pompeyo, que, como ya hemos dicho, estaba gravemente herido y tenía torcido un pie, había retardado su fuga; por otra parte, la dificultad de los caminos no le permitía hacer uso de un caballo o un carro. Sus hombres, desalojados de sus defensas y sin poder recibir refuerzos, eran muertos desde todos lados por nuestras tropas. Entonces, Pompeyo se refugió en la hondonada del valle y se ocultó en una cueva, donde los nuestros no le hubiesen encontrado fácilmente, a no ser por la delación de los cautivos. Habiendo ido César a Cádiz la víspera de los idus de abril, la cabeza de Pompeyo fue llevada a Sevilla y expuesta a la vista del pueblo.
Julio César De La Guerra Civil (La Guerra de Hispania). |