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TÉRMINO
- CINE
  ANEXOS
 
  • Cortometrajes, el otro cine andaluz  Expandir
  • A excepción de La Sierra de Aracena, de Carlos Nazarí, rodada aún en plena Dictadura de Primo de Rivera, no encontramos más cortometrajes sobre Andalucía y con autor andaluz hasta los años cincuenta, con Aguaespejo granadino, de José Val del Omar, filme que compone junto a otros dos segmentos el llamado Tríptico elemental de España: catalogado como un poema cinematográfico, es una expresión en cine de las inquietudes de un inventor y creador genial como fue el granadino. En los años sesenta retomaría esta senda el sevillano Claudio Guerín Hill, con cortos como Noches en los jardines de España y Sinfonía sevillana, en la que imagen y la música confluían en un maridaje espléndido; la prematura muerte de Guerín hizo imposible la continuidad de su carrera. También en los años sesenta empieza a rodar cortos el gaditano Gabriel Blanco, combinando la animación (La edad de piedra, con dibujos de Chumy Chúmez, La edad del silencio, con dibujos de Ops) con documentales (Cualquier mañana, Algo de amor, De purificatione automobilis, Vía libre al tráfico y Felicidad), y en todos ellos expresó su obsesión por las relaciones humanas y por las dificultades del entorno que el propio hombre (el tráfico asfixiante, la incomunicación, la rutina) creaba para ellas.
        A partir de 1975 se puede considerar que comienza el cortometraje andaluz en sentido estricto, una vez que se consigue –o se está en vías de conseguir, tras la muerte de Franco– una libertad que permite expresar opiniones y reivindicaciones. En esa etapa se crea una productora, Mino Films, que será fundamental en el corto andaluz. Hasta 33 hay censados con el logotipo de esta productora entre cuyos socios fundadores estuvo gente como José Luis Ruiz, a la sazón iniciador y alma mater del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva durante muchos años. El cine de Mino Films se caracterizó, teniendo en cuenta la época en la que se produjo (plena Transición, referendo de la Constitución de 1978, golpe de Estado del 23-F), por una reivindicación permanente de las libertades públicas y la denuncia de la represión propiciada por la Dictadura de Franco, con títulos como Camelamos naquerar (1976) y Lorca y La Barraca (1977), de Miguel Alcobendas (probablemente el más importante y creativo de los realizadores del grupo), El barranco de Víznar (1976), de José Antonio Zorrilla, y Con flores a María (1977), de Manuela García de la Vega.
        Bollaín en sevilla. Pero no fueron los cortos de Mino Films los únicos de aquellos primeros tiempos de esperanza democrática. En esta etapa, varios cineastas ensayan sus historias y sus temáticas en el cortometraje, pasando algunos de ellos después al largo. En Sevilla, Juan Sebastián Bollaín realiza algunos de los más imaginativos cortos de la época, como La Alameda (1978), estimulante acercamiento urbanístico y sociológico al viejo barrio sevillano, que tendría continuidad, en clave de ciencia-ficción, con CA-79, un enigma del futuro (1979), éste codirigido por Nonio Parejo, y Soñar con Sevilla (1980). También en Sevilla, Pilar Távora realiza una serie de cortos con el tema central de la Semana Santa y la religiosidad popular, en títulos como Sevilla, Viernes Santo, Madrugada (1981), Andalucía, entre el incienso y el sudor (1982) y Costaleros (1985). Entre Sevilla, su natal Algeciras y la comarca de la Axarquía, Manuel Carlos Fernández rueda su emblemático Un hombre, un ideal: Blas Infante (1980), durante muchos años la única visión existente en cine sobre el llamado padre de la patria andaluza. También en la capital andaluza, Nonio Parejo realiza el cortometraje autonomista por excelencia, Andalucía, 28-F (1980). En Málaga, Carlos Taillefer lleva adelante estimulantes aproximaciones a la realidad histórica y sociológica del franquismo en Por la gracia de Dios (1978), y a la rutina cotidiana, entre el realismo y la lírica, en Detrás de cada día (1980).
        Alcobendas, la edad de oro. Un madrileño afincado en Málaga, Miguel Alcobendas, puede muy bien ser considerado como el mejor cultivador del cortometraje en Andalucía, sobre todo en la fértil década de los setenta. Alcobendas llega a Málaga en 1968, con buena experiencia teatral, crea en la capital el grupo de teatro Estudio 68, que dirige, y ya en 1970 realiza un corto de 20 minutos, La pintura de vanguardia en Málaga, que obtiene varios premios y el reconocimiento de la crítica. En los años siguientes, y hasta final de la década, realiza uno o dos documentales por año, como Romance de ciego, premiado en Benalmádena en 1972, en su mayoría de temática malagueña –caso de La cueva de la pileta, que es premio nacional de turismo, Estepona, Casares o Cantes de Málaga-. En 1976 realiza el que quizá le aporta más popularidad, Camelamos naquerar, basado en la obra teatral de José Heredia Maya sobre la persecución al pueblo gitano y que será doblada a varios idiomas. Por esos años dirige también la revista Jábega, en una de sus mejores etapas, y la sala de exposiciones de la Diputación, e impulsa iniciativas como la edición de la obra completa del poeta malagueño José María Hinojosa. En 1976 ofrece Arquitectura en la Costa del Sol, inteligente visión de la especulación del suelo, luego llegarán otros dos grandes documentales, Réquiem Andaluz y, en 1982, Almadraberos, tras la cual se aleja de la realización. No faltan en estos años actividades sugestivas como la creación en 1979 del Colectivo Independiente de Cine Andaluz, que sin embargo apenas dura un año.
        Tras esta primera etapa más política y reivindicativa el cortometraje se estabiliza en temáticas más comunes: en los años ochenta se realizan títulos significativos como La ruptura (1988), de Francisco Perales, sobre relaciones de pareja en clave de humor, Ana manuscrito (1980), de Paco Periñán, sobre el trauma de la violación, Antonio Divino (1986), de Pilar Távora, sobre las peculiares costumbres del pueblo de Trigueros, Las que perdieron (1987), de Pepa Álvarez, sobre la mirada atrás de una mujer madura, y Negocios (1989), de Carlos Hermo, comedia negra a vueltas con la miseria. A partir de la década de los noventa se incorpora una nueva generación de cineastas jóvenes, que nada tiene que ver ya con la que luchó por las libertades y contra el franquismo, y que aporta temáticas nuevas: las relaciones personales con fondo histórico en La última respuesta (1991), del sevillano Miguel Olid, también realizador de televisión, guionista, crítico de cine y productor; el costumbrismo con su punto de intriga en La teoría del dinero (1991), de Mariano Catalán, quien, como Olid, también es guionista y realizador de televisión; Bancos (1999), que sería el descubrimiento de los después exitosos directores Santi Amodeo y Alberto Rodríguez; Hongos (1999), comedia juvenil del malagueño Ramón Salazar, que sería también su tarjeta de presentación para pasar al largometraje; y Bailongos (2000), que haría la misma función para Chiqui Carabantes.

    Enrique Colmena
  • Los canales de exhibición de cine en Andalucía  Expandir
  • SALAS COMERCIALES. Cuando el cine nació no existían, lógicamente, salas ad hoc para la exhibición cinematográfica, por lo que se utilizaban otro tipo de locales dedicados a las variedades o al teatro. También se exhibirían, sobre todo en los núcleos urbanos sin ese tipo de locales, las primitivas películas en teatritos efímeros, los que la Historia del Cine conoce como “barracas de feria”, como un espectáculo más dentro de la parafernalia de este tipo de eventos festivos y de entretenimiento. Posteriormente, llegarían locales ya especialmente diseñados para la proyección cinematográfica, como los cines Pathé y Lloréns en Sevilla, el cine Victoria en Córdoba o el cine Municipal en Cádiz. Con el advenimiento del sonoro, la República, la Guerra Civil y la postguerra, se va tejiendo una cada vez más densa trama de locales dedicados exclusivamente al cine, con grandes aforos que el público de la época, cuyas posibilidades de diversión se limitaban prácticamente al cine, la radio y el baile (separado, por razones de moralidad pública...), llenaba con gran frecuencia. Esa situación, con grandes cines como el Emperador de Huelva, el Cervantes de Málaga o el Imperial de Sevilla, se prolongará hasta el final de la dictadura franquista, cuando los nuevos aires de liberación y las nuevas técnicas mercantiles van imponiendo, poco a poco, los multicines, primero en solitario (Alameda en Sevilla, América en Málaga) y después arropándose mutuamente con grandes superficies comerciales (Larios Centro en Málaga, Bahía Sur en San Fernando, Nervión Plaza en Sevilla, entre otros muchos), de tal forma que el cine, hoy día, es un elemento más, no el único ni el más importante, en el ocio de las amplias clases medias que pueblan las ciudades y las poblaciones de mediano tamaño en Andalucía.

    FILMOTECA DE ANDALUCÍA.
    Constituida en 1987 en el seno de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, tras varios años de tanteo para cristalizar este proyecto, su sede se sitúa en Córdoba por el deseo de Juan Antonio Pérez Millán, uno de los primeros directores generales de Promoción Cultural de la Junta, de descentralizar los organismos culturales de la comunidad. Se adaptará para sede de la institución un edificio de carácter histórico en la calle Medina y Corella, en pleno casco antiguo de la ciudad, muy cerca de la Mezquita. Su primera directora fue Begoña Soto, quien, tras un paréntesis en la dirección ocupada por José Luis Chacón, volvería a hacerse cargo de las riendas de la Filmoteca de Andalucía. En 1996 es la profesora Victoria Fonseca la que afronta la responsabilidad de dirigir la institución, bajo cuya férula tendrá lugar su cuatrienio más brillante. En 2000 fue sustituida por José Enrique Monesterio. Además de su función como conservadora de material cinematográfico, la Filmoteca de Andalucía exhibe regularmente, a través de sus dos salas, parte de sus fondos cinematográficos, viene realizando también algunos trabajos de restauración de negativos en mal estado, como el de La sierra de Aracena, y hasta 2000 mantuvo una estimulante línea editorial con la publicación de libros sobre cine.

    CINE-CLUBES. Aunque existieron algunos precedentes efímeros y que no llegaron a cuajar, el cineclub que puede considerarse el primero en términos de solidez y de promoción cinematográfica en Andalucía fue el auspiciado por el Centro Vida, regido por la congregación jesuita en sus locales de calle Trajano, en Sevilla, y que daría lugar, junto a la hermana emisora de Radio Vida (germen de la posterior Cadena de Ondas Populares, COPE), a una pléyade de críticos, escritores, guionistas, realizadores e incluso funcionarios culturales de alto nivel: desde Romualdo Molina y José Manuel Fernández (que han dado el mejor cine en sus históricos ciclos en La 2) a Josefina Molina y Claudio Guerín Hill (directores reputados, tanto en cine como en televisión), pasando por Alfonso Eduardo Pérez Orozco (reconocido periodista y director de festivales), Carlos Gortari (que llegó a ser director general de Cinematografía), Francisco Casado, Juan Fabián Delgado y Rafael Utrera (críticos e investigadores cinematográficos de fama nacional), el Vida fue un auténtico vivero de talentos. Durante décadas se pudo ver allí buen cine, con frecuencia cine militante y combatiente contra el franquismo. Con la democracia, como paradójica y tristemente ha ocurrido en otros casos, su papel fue languideciendo hasta extinguirse. Otro cineclub que ha realizado y sigue realizando una extraordinaria y fecunda labor de difusión del cine en Andalucía ha sido el Cineclub Popular de Jerez, en Cádiz, bajo la experta dirección de José Luis Jiménez. También debe mencionarse la Coordinadora de Cineclubes Universitarios de Sevilla, que fundamentalmente durante los años setenta y ochenta, sirvieron como circuito de cine alternativo, independiente o, simplemente, de arte y ensayo, que palió durante aquellos tiempos la insuficiente oferta cinematográfica de calidad en la ciudad.

    E. C.
  • Festivales andaluces de cine  Expandir
  • SEMANA DE CINE DE AUTOR. Le cabe el honor de ser el primer festival cinematográfico en realizarse en Andalucía, en 1969, bajo la dirección de Luis-Mamerto López Tapia, quien se mantendría al frente durante dos ediciones. Se celebraba en el Palacio de Congresos de Benalmádena (curiosamente en el término municipal de Torremolinos). A partir de 1971 lo dirige el cineasta Julio Diamante, quien le confiere pronto una impronta militante, de izquierdas, exhibiendo películas de difícil visión en España por razones políticas. Se labra un gran prestigio en todo el país y en el extranjero. En permanente lucha con el régimen franquista, la Dictadura no pudo nunca poner freno a este certamen combativo donde los hubiera, en el que había sitio no sólo para el cine izquierdista más extremo, sino también para cinematografías, como las africanas o asiáticas, que rara vez llegaban a Europa. Paradójicamente, el certamen que resistió victoriosamente a Franco, no pudo con la democracia, y a partir de 1983 empezó a tener serios problemas con las autoridades políticas de la época, paralizándose su realización durante cuatro años. En 1987 vuelve, ahora ya radicado en Málaga, pero el certamen estaba ya herido de muerte, extinguiéndose definitivamente poco después.

    MUESTRA CINEMATOGRÁFICA DEL ATLÁNTICO – “ALCANCES”.
    Se inicia en el seno de una amplia muestra de carácter cultural, en la ciudad de Cádiz, en 1969, pero no toma la personalidad jurídica de Festival de Cine hasta 1975. Desde sus inicios hasta 1979 fue dirigido por el escritor Fernando Quiñones. A partir de entonces lo hará Jose Manuel Marchante, quien dirigirá “Alcances” hasta principios de los años noventa, cuando es sustituido por el crítico José María Sánchez Villacorta. Se caracteriza por llevar a la Tacita de Plata filmes que, de otra forma, no podrían contemplarse en la ciudad. Cumple una elogiable función de divulgación cultural, cinematográfica y artística. En los últimos años se ha especializado en cine español.

    FESTIVAL DE CINE IBEROAMERICANO DE HUELVA.
    Iniciado en 1975 por José Luis Ruiz como “Semana” de Cine Iberoamericano. Probablemente ha sido el certamen más prestigioso existente en Andalucía durante muchos años; ha sido un punto de encuentro inexcusable entre el cine que se hace en España y el que se realiza al otro lado del Atlántico. A partir de los años noventa se enrarece el ambiente entre los patrocinadores políticos y el director Ruiz, lo que hace que éste deje esa responsabilidad, lo que se refleja de inmediato, negativamente, en los resultados. En un primer momento dio la impresión de que el que parecía definitivo director (tras algunos tanteos), Francisco López Villarejo, daría continuidad al festival, pero su posterior sustitución por sucesivos directores, a razón de uno por edición, ha sumido al certamen onubense en una situación de falta de personalidad y decreciente interés.

    FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE HISTÓRICO DE CÓRDOBA.
    Inicia su andadura en 1976, bajo la dirección del crítico de cine Rafael Galisteo. Su especialización no le hizo ningún favor, porque no hay demasiado cine histórico como para colmar un certamen anual. En los años ochenta dejó de realizarse.

    FESTIVAL DE CINE CIENTÍFICO DE RONDA. Creado en 1977, tiene una especialidad muy técnica, como indica su título. Goza de un extraordinario prestigio en el entorno científico y de investigación, y desde hace unos años se celebra con carácter bienal.

    FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE SEVILLA.
    Organizado a partir de 1980 por Cultura Vida, asociación próxima a UCD, el festival fue pronto objeto de controversia política entre los distintos colores ideológicos de los organismos patrocinadores. El primer certamen lo dirigió Francisco Millán y el segundo Alfonso Eduardo Pérez Orozco, en ambos casos apostando por un cine comercial al uso, con estrellas y directores de renombre internacional que dieran a conocer el festival en todo el mundo. En la tercera edición, el extremeño José Gutiérrez Maesso realiza una nefasta dirección del festival, que lo deja en estado comatoso. La cuarta edición, codirigida por un equipo de críticos y escritores cinematográficos locales, consigue enderezar el rumbo a base de sentido común, pero ya se había tomado la decisión política de extinguirlo.

    FESTIVAL CINE EUROPEO DE SEVILLA.
    En el año 2001, y como apoyo a la candidatura olímpica que el Ayuntamiento de Sevilla postula para la ciudad en sucesivas ediciones, se monta el certamen Festival de Sevilla. Cine y Deporte –dirigido en sus tres primeras ediciones por Jose Luis Ruiz–, con una especialidad extrema. A pesar de ello, y aunque con gran controversia en la ciudad, esta cita cuaja y, a partir de la edición de 2004, adopta el nombre de Festival de Cine Europeo de Sevilla, que recicla sus contenidos desde el deporte hacia las ultimas obras surgidas en el viejo continente. Superados los temores logicos ante la iniciativa, la semana de cine hispalense se salda con mayores resultados de los esperados: la asistencia de 55.000 espectadores, la excepcional acogida de la critica a las peliculas proyectadas y la eleccion de Sevilla como sede que anuncie las nominaciones de los premios de la Academia de Cine Europeo.

    FESTIVAL DE MÁLAGA. CINE ESPAÑOL.
    En 1998 comienza este certamen especializado en el cine de nacionalidad española. Está dirigido desde entonces por Salomón Castiel, y ha conseguido, en pocos años, ser un festival conocido y reconocido en toda España. Las películas españolas se disputan acudir a este trampolín, en el que han triunfado filmes que después han tenido una buena acogida comercial y crítica, como La primera noche de mi vida, El otro lado de la cama y Planta cuarta.

    E. C.
 
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