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TÉRMINO
- CORAL, MATILDE
  ANEXOS
 
  • Una bailaora puntera  Expandir
  •  Ver bailar a Matilde Coral es pararse en el tiempo de las buenas bailaoras punteras. La planta, la majeza, la arrogancia de un cuerpo bien aplomado, cabeza altiva, gesto distante, soberana tranquilidad, todo esto que ha quedado como testimonio del buen bai­lar, en los retratos de antiguas bailaoras, es hoy el baile de Matilde Coral, y aún más expresivo porque está vivo, lleno de movimiento, con aires de fiesta en el paseo y rebosando gracia en los floreos. Desde luego es un baile alegre el de Ma­tilde y sencillo de ejecución, pero hay algo más que emociona a pesar de su sencillez, que arranca el aplauso cerra­do del público y crítica, algo que le hace distinto, lo mismo que ella es diferente a todas las bailaoras de su tiempo. Todo reside simplemente en que Matilde es impermeable a cualquier influencia aje­na al flamenco. No tiene formación de escuela ni le tienta experimentar con las nuevas formas de expresión corporal, no quiere agilizar su baile con la técnica clásica, está al margen de modas acci­dentales, es flamenca de los pies a la ca­beza, en el andar y en el mirar y en el sentir, porque Matilde sin duda alguna siente al modo flamenco y así lo trasmi­te a su baile aun sin proponérselo. Los brazos, por ejemplo, redondeados, sin una arista, han mantenido la forma y el sentido primitivo: movimientos ondula­dos, suaves pero con poder, sobre todo en los desplantes o cuando las manos se asientan en las caderas. Y el juego del mantón en las alegrías, ciñéndose al es­quema tradicional, es toda una lección coreográfica. Matilde pasea por el esce­nario mientras se lo coloca y vuelve a colocar como una pieza importante de la indumentaria. Cada vez que queda reliada en él, ha formado una figura plástica bellísima –en forma de adorno o simplemente de abrigo– como las an­tiguas bailaoras cuando tenían en uso tal prenda, es decir, juega con él dándo­le sentido. Los movimientos interme­dios volanderos, no son alardes de fuer­za o habilidad circense sino simplemen­te adornos donde deja sentir el peso del mantón como ponderación del movi­miento en la mujer, desplegando más arte que fuerza. Del resto del baile se puede decir que Matilde tiene la difícil cualidad de reverdecerle cada vez que lo interpreta y hasta parece espontáneo a fuerza de naturalidad. Sevilla y su per­sonalidad son las dos venas que hacen de Matilde Coral la primera bailaora ac­tual.

    Teresa Martínez de la Peña
    Citada por Manuel Ríos Ruiz y José Blas Vega en el Gran Diccionario Enciclopédico del Flamenco.

 
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