La antigüedad del roquedo mariánico, lo escarpado del relieve, su extensión y despoblamiento histórico y la presencia de bandoleros en otras épocas hace de este desfiladero un obstáculo real difícil de transitar con amplias repercusiones en la historia de Andalucía, que durante siglos vivió de espaldas a la Meseta. Sierra Morena, y Despeñaperros sobre todo, se han convertido en un símbolo de frontera y han llamado poderosamente la atención de muchos viajeros y estudiosos. Aunque los escritores andalusíes no se sienten muy atraídos por la montaña, el cordobés al-Razí del siglo X repara en la importancia de Sierra Morena. Más tarde el embajador italiano Andrés Navagero escribía en 1525: “Después de Linares, hay que pasar las montañas que dividen a Andalucía de Castilla, por un sitio que llaman ahora el Puerto del Muladar”. En 1611 el noble polaco Sobieski consideraba que, “al entrar en Andalucía, nuestras vistas cansadas de un desierto monótono han sido recompensadas por la hermosura, alegría y abundancia de los productos de aquel país. Desde las fronteras mismas encontramos numerosos lugares y ciudades populosas…” En el siglo XVIII el Barón de Bourgoing decía en 1777: “Así se llega a Despeñaperros, donde las rocas, muy próximas, dan casi la impresión de una bóveda por encima de nuestras cabezas… No hace aún veinte años que para atravesar esta comarca, espanto de viajeros, había que ir a buscar más al oeste…” Ya en época contemporánea, Blas Infante afirmaba en 1915: “ Ancha es Castilla…, pero no por Andalucía; lo impide la Mariánica, y, sobre todo, la psicología”. Poco después, 1927, Ortega y Gasset manifestaba con un cierto determinismo, frecuente por entonces, “para el hombre que llega del Norte es la luminosidad y gracia cromátrica de la campiña andaluza un terrible excitante…” Y alude a lo que cuenta Chateubriand sobre los 100.000 Hijos de San Luis, que presentaron armas espontáneamente ante el descubrimiento insólito de esa campiña desde Sierra Morena. En 1956 el geógrafo francés Jean Sermet comentaba de Despeñaperros que era un “límite, si no de dos mundos, al menos de dos unidades”, en lo que insiste los también geógrafos Bosque Maurel, 1968 (“Sierra Morena separa dos mundos, físico y humano, distintos”), y Drain, 1979 (para quien Andalucía estuvo separada del resto de la Península hasta el siglo XVIII). Algo así mantiene el historiador Domínguez Ortiz, 1985 (área de vacío humano y una especie de marca histórica que siempre ha gravitado hacia el Valle del Guadalquivir). Y por esas fechas el geólogo catalán Solé Sabarís escribía en 1986: “El viajero que desde Madrid se dirige a Andalucía […] después de atravesar la llanura manchega se encuentra en Despeñaperros […] sin darse cuenta que acaba de traspasar el reborde de la Meseta; pero, al llegar a la Depresión del Guadalquivir y volver la vista atrás, observa con sorpresa que ha dejado a su espalda un gigantesco escalón casi rectilíneo formado por relieves sombríos que se elevan más de 1.000 m. sobre las tierras de vivas tonalidades abigarradas del Valle del Guadalquivir”. Basten estas citas para significar la importancia fronteriza de Despeñaperros, en particular, y Sierra Morena, en general. Y, aunque las dificultades de circulación han disminuido considerablemente, el símbolo de límite se mantiene y da lugar a esa expresiva frase según la cual la cosa cambia “de Despeñaperros p’arriba o p’abajo”.
Gabriel Cano |