Las destilerías de anís se reparten por toda la geografía andaluza desde que, a mediados del siglo XIX, llegaran a nuestras ciudades, procedentes de Burdeos y otras ciudades meridionales francesas, los vientos que impusieron la moda de beber licores dulces en lugar de los recios aguardientes que hasta entonces se habían fabricado. La producción se concentró asimismo en lugares relacionados con la minería y la industria del hierro. Poco después la filoxera y el mildiu arrumbaron la producción vinícola de muchas localidades que, a partir de ahí, se especializaron en esta labor, mucho más selectiva como la que este licor alentaba. Éste es el caso de Cazalla de la Sierra y de Constantina, en la Sierra norte de la provincia de Sevilla, proveedores durante siglos de vinos para las flotas del Nuevo Mundo. En 1850 el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Pascual Madoz tan sólo daba un establecimiento de anisados a la primera y ninguno a la segunda, pero medio siglo después eran tantas las marcas que salían de esos enclaves que varios dialectos locales, como el madrileño, convirtieron en sinónimos los vocablos «anís» y «cazalla». La comarca también introdujo en el mercado el anís y la crema de guindas, una conserva familiar hasta entonces. Durante las cuatro primeras décadas del siglo XX las distintas casas comerciales siguieron los acontecimientos históricos en las marcas de anís (Las Banderas, por las de los aliados que figuraban en su etiqueta, Miss Andalucía, al instituirse este título…) y buscaron diseños propios para las botellas, dándoles forma de Giralda, Torre del Oro... Rute, en la provincia de Córdoba, con producción de aguardientes desde el siglo XVI en sus alrededores, comenzó en el siglo XIX a producir un anís con características propias que, en el ascenso de los toreros a héroes populares y con la influencia de la pintura de Julio Romero de Torres en ese terreno, da a sus productos los nombres de célebres matadores como Machaquito, Arruza… Ojén, enclavado en la malagueña serranía de Ronda, fue desde antiguo un pueblo productor de aguardientes. Esta característica y la siderurgia instalada en sus cercanías por la familia Heredia fueron claves para que, al llegar la moda del anís, la industria se extendiera hasta localidades mayores como Antequera o la misma Ronda, que al día de hoy mantienen destilerías de anisados con marcas consumidas sobre todo en la comarca, mientras el mismo pueblo de Ojén ha perdido sus destilerías. Localidades como la sevillana Estepa, entre las provincias de Córdoba y Málaga, produce anís en buena medida como complemento de sus dulces navideños. Circunstancias parecidas se dan en Loja (Granada). En el Andévalo y la Sierra de Huelva, Alosno, Zalamea la Real e Higuera de la Sierra (comarca minera por excelencia) también tienen destilerías de anisados, aunque predominen en ellos la característica seca del aguardiente, conveniente a beberlo mezclado con agua, la palomita, muy parecida al pastís francés. En Higuera existió hasta finales del siglo XX producción de crema de guindas. El norte de la provincia de Almería sigue también produciendo anís para el consumo comarcal.
Antonio Zoido |