Tengo un deber de gratitud con este hermoso pueblo donde nací y donde transcurrió mi dichosa niñez por el inmerecido homenaje de que he sido objeto al dar mi nombre a la calle de la Iglesia. Todos podéis creer que os lo agradezco de corazón y que yo cuando en Madrid o en otro sitio me preguntan el lugar de mi nacimiento, en encuestas periodísticas o en cualquier parte, yo digo que nací en Fuente Vaqueros para que la gloria o la fama que haya de caer en mí sobre este simpatiquísimo, caiga también sobre este modernísimo, sobre este jugoso y liberal pueblo de La Fuente; y sabed todos que yo inmediatamente hago su elogio como poeta y como hijo de él, porque en toda la Vega de Granada, y no es pasión, no hay otro pueblo más hermoso, ni más rico, ni con más capacidad emotiva que este pueblecito. No quiero ofender a ninguno de los bellos pueblos de la Vega de Granada, pero yo tengo ojos en la cara y la suficiente inteligencia para decir el elogio de mi pueblo natal. Está edificado sobre el agua. Por todas partes cantan las acequias y crecen sus altos chopos donde el viento hace sonar sus músicas suaves en el verano. En su corazón tiene una fuente que mana sin cesar y por encima de los tejados asoman las montañas verdes y azules de la vega, pero lejanas, apartadas, como si no quisieran que sus rocas llegaran aquí donde una tierra muelle y riquísima hace florecer toda clase de frutos. El carácter de sus habitantes es característico entre los pueblos limítrofes. Un muchacho de Fuente Vaqueros se reconoce entre mil. Allí le veréis garboso, con el sombrero echado hacia atrás dando manotazos y ágil con la conversación y en la elegancia. Pero será el primero, en un grupo de forasteros, en admirar una idea moderna o en secundar un movimiento noble. Una muchacha de La Fuente la conoceréis entre mil por su sentido de la gracia, por su viveza, por su afán de elegancia y superación. Y es que los habitantes de este pueblo tienen sentimientos artísticos nativos, bien palpables en las personas que han nacido en él. Sentimiento artístico y sentido de la alegría, que es tanto como decir sentido de la vida. Muchas veces he observado que al entrar en este pueblo hay como un clamor, un estremecimiento que mana de la parte más íntima de él. Un clamor, un ritmo, que es afán social y comprensión humana. Yo he recorrido cientos y cientos de pueblecitos como éste y he podido estudiar en ellos una melancolía, que nace no solamente de la pobreza, sino también de la desesperanza y de la incultura. Los pueblos que viven solamente apegados a la tierra tienen únicamente un sentimiento terrible de la muerte, sin nada que eleve hacia días claros de risa auténtica y de paz social. Fuente Vaqueros tiene ganado eso. Aquí hay un anhelo de alegría o sea de progreso, o sea de vida y por lo tanto afán artístico y de amor a la belleza y a la cultura”.
Federico García Lorca Alocución pronunciada por el poeta de Fuente Vaqueros en 1931 (edición de la Casa-Museo Federico García Lorca). |