La invasión francesa de España que dio lugar a la Guerra de la Independencia provoca entre otras consecuencias el que se produjese entre los españoles una profunda división que tuvo mucho de ideológica, en función de la aceptación o el rechazo de la presencia de las tropas francesas y de las ideas revolucionarias que con ellos llegaban a la Península.
La mayor parte de la población se mostró hostil a la presencia militar francesa y a sus planteamientos ideológicos emanados del lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Desde el púlpito y el confesionario curas y frailes se opusieron frontalmente a todo lo que oliese a francés. Sin embargo, en algunos círculos minoritarios, muy relacionados con el movimiento ilustrado, la presencia francesa era vista como una posibilidad de poner fin a un orden de cosas, vinculado al llamado Antiguo Régimen, y que significaba el avance de la razón y de nuevas formas de organización social y político. Se les conoció con el nombre de afrancesados, por el hecho de asumir los planteamientos de vida que llegaron con los franceses. Aunque hubo aprovechados que trataron de medrar a la sombra del poder, también entre ellos hubo personas de buena voluntad que veían en el cambio que llegaba con las tropas napoleónicas el inicio de un nuevo tiempo más humano y más justo. Fueron afrancesados famosos el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín o el pintor Goya. Entre la población eran tenidos por traidores, sin atender a otras consideraciones. Al término de la guerra muchos de ellos buscaron en el exilio la salvación se sus propias vidas.
A todo ellos había que añadir que, una vez iniciado el conflicto bélico, tras las jornadas madrileñas del 2 y el 3 de mayo, en España apenas había unidades militares regulares a las que pudiese dársele dicho nombre. Fueron muchos los que decidieron enfrentarse a los franceses con las armas en la mano, y en medio del caos y anarquía reinante optaron por una forma de lucha a la que se adaptaban las características del territorio, muy montañoso, y la evidente inferioridad militar de los españoles. De este modo surgieron partidas de hombres armados que daban golpes de mano, hostigaban al enemigo e incluso se enfrentaban en ocasiones en campo abierto a unidades francesas aisladas o poco numerosas. Se les conoció con el nombre de guerrilleros. No era una nueva forma de lucha, pero durante los años de la Guerra de la Independencia alcanzó su más acabada expresión. Algunas partidas de guerrilleros llegaron a tener estructura de verdaderos ejércitos, integrados de miles de hombres, al mando de improvisados generales, como fueron el navarro Espoz y Mina, el cura Merino o Juan Díaz, más conocido como el Empecinado. Pese a su enfrentamiento con los franceses, no pocos de ellos se mostraron partidarios de las ideas de libertad que llegaron con ellos y que quedaron plasmadas en la Constitución de 1812; algunos pagaron con su vida el amor a la libertad y fueron ejecutados por orden de Fernando VII, el rey por cuyo trono se habían enfrentado a los franceses.
José Calvo Poyato |
