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GUERRA DE LA INDEPENDENCIA |
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Con el nombre de Guerra de la Independencia se
conoce a la lucha sostenida por el pueblo español contra las tropas
napoleónicas que habían invadido España. El conflicto se prolonga durante
seis largos años, entre 1808 y 1813, en los que la muerte, el horror y la
devastación se extendieron por todas las tierras peninsulares que, con la
excepción de Cádiz, están ocupadas por los soldados franceses. La llegada
de los ejércitos de Napoleón a España produjo una verdadera conmoción en
todos los órdenes de la vida y tiene como consecuencia dividir a los
españoles en dos grandes grupos. Por una parte, los que ven en la
invasión la posibilidad de modernizar España, adaptándola a las nuevas
corrientes de pensamiento que la revolución francesa había esparcido por
Europa y América, deciden colaborar con los franceses y reciben el nombre
de afrancesados. Hay entre ellos personas de buena fe que entienden que
era una oportunidad histórica, y también aprovechados que trataron de
medrar a la sombra del poder. Frente a los afrancesados se alzan los
llamados patriotas, cuya oposición a la presencia francesa y lo que ella
significa es frontal. Entre ellos destacan los guerrilleros, aunque sería
conveniente señalar que entre los patriotas hay muchos que rechazan la
presencia francesa, pero no tanto sus planteamientos ideológicos. El
conflicto comienza el 2 de mayo de 1808 al levantarse el pueblo de Madrid
contra las tropas napoleónicas y extenderse rápidamente por toda España
noticia de los sucesos de Madrid, causando indignación los desmanes
cometidos por los franceses.
Andalucía desempeña un importante papel en el
conflicto, tanto en su vertiente militar, como desde un punto de vista
ideológico, como consecuencia de la llegada de nuevas ideas procedentes
del ideario revolucionario que con ellos traen con ellos los soldados
franceses. El avance francés sobre Andalucía en el verano de 1808 se
produce con el propósito de eliminar la resistencia que alienta la Junta
de Defensa Nacional, presidida por Aranda, y que se había constituido en
Sevilla para llenar el vacío de poder producido por las vergonzosas
abdicaciones de Bayona, protagonizadas por Carlos IV y Fernando VII ante
Napoleón. En tierras de Jaén un improvisado ejército al mando del general
Castaños vencía a las tropas de Dupont en las proximidades de Bailén,
obligando a los franceses a replegarse hacia el Norte e incluso evacuar
Madrid.
Ante aquella derrota, Napoleón considera necesaria
su presencia en España para asumir personalmente la dirección del
conflicto. En enero de 1809 los franceses entraban de nuevo en Madrid y
poco después cruzaban Despeñaperros e invadían Andalucía, ocupando
rápidamente los enclaves estratégicos y las ciudades más importantes.
Mientras el mariscal Soult avanzaba por el valle del Guadalquivir y
ocupaba la mayor parte de Andalucía occidental, el general Sebastián
ocupaba las tierras orientales, aunque los franceses no llegan a Almería
hasta el verano de 1811. Sólo Cádiz resiste el ataque de las tropas
enemigas y resiste un asedio que se prolonga durante varios años.
A Cádiz, precisamente, acuden los representantes de
las Cortes, convocadas por la regencia del reino. Se elige la capital
andaluza por ser la única población importante que no está en poder de
los franceses. Allí se gesta la primera de las Constituciones españolas,
que por ser votada el 19 de marzo de 1812, día de San José, se conoce
popularmente con el nombre de la Pepa. Esta constitución servirá de
emblema a los liberales españoles de todo el siglo XIX.
Los levantamientos contra los franceses son
frecuentes y el ataque a unidades aisladas se produce continuamente,
sobre todo en el mundo rural. En las zonas montañosas los guerrilleros
encuentran sus mejores lugares de operaciones y son numerosas las
partidas que surgen, cuya actividad va unida a nombres tales como
el Pastor, Mena, García Villalobos o el famoso Tío Caridad. Aunque
no se producen importantes hechos de armas, los franceses son hostigados
de forma continua, lo que les obliga a destinar un importante número de
hombres y medios a asegurarse las líneas de comunicación. La realidad es
que las tropas napoleónicas solamente controlan los lugares donde se
asientan sus unidades militares.
Las acciones de la guerrilla son causa de una dura
represión que no hace sino empeorar la imagen de los invasores, quienes
para sostenerse imponen duros gravámenes y practican un saqueo
sistemático de los tesoros artísticos de iglesias y conventos. Los dos
sucesos de armas más importantes vividos en Andalucía y que a la postre
deciden la suerte de las armas napoleónicas son las victorias del General
Ballesteros en Tarifa y posteriormente en Málaga, así como la maniobra
envolvente que protagoniza el general Freire sobre Granada, que pone en
situación muy comprometida a las guarniciones francesas de toda la zona
oriental. A la postre, su situación se hace tan insostenible que se ven
obligados a replegarse hacia la meseta, lo que se produce a partir de la
segunda mitad de 1812. La salida de las tropas francesas de las
poblaciones ocupadas son celebradas con repiques de campanas,
celebraciones de actos religiosos, por lo general Te Deum de acción de
gracias, y generales muestras de regocijo.
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