Siempre leal a la herencia de sus admirados y antiguos maestros, Aurelio anduvo sordo a todos los vaivenes que el flamenco pudo sufrir durante su estancia en este mundo. Y no sólo fue capaz de convertirse en un fiel e imprescindible transmisor, sino que legó su inconfundible sello a una gran parte de esos estilos, que es reconocido por los cantaores de la siguiente generación que llegaron a escucharle. No es así casual que un artista tan cabal como Alonso Núñez “Rancapino” guste de nombrar como de Aurelio la malagueña de El Mellizo que tan bien interpreta. Y así ocurre con las soleares de Cádiz y otros tantos estilos, que como cantaor pocos le igualaron en largueza. Sobrio seguiriyero, canónico intérprete de las alegrías, Sellé no sólo cultivó los estilos más netamente gaditanos. Prueba de ello fueron los muchos elogios y la admiración que le profesaron artistas (Manolo Caracol o Antonio Mairena) e intelectuales. Entre ellos, el mismísimo Federico García Lorca le dedicó una edición de su Romancero Gitano con la siguiente leyenda: “A Aurelio de Cádiz, a quien he tenido que pedir, ¡por favor!, que dejara de cantar. Estilo flamenco como el de las malagueñas de Aurelio, no lo he oído a nadie”. La relación de elogios críticos –por descontado unánimes– sería en cualquier caso innumerable. A modo de muestra nos quedamos con las palabras de Fernando Quiñones que describe su arte con una doble cara: la del orden, por un lado, y la del misterio y la pasión por el otro. Para el autor gaditano (F. Quiñones, De los Cantes de Cádiz, Barcelona, Seix Barral, 1964) Aurelio es “el intérprete sosegado, sabio, de gran dominio técnico y equilibrada consciencia, que en ningún caso pierde la cabeza cantando y cuyo atenimiento a las más tradicionales virtudes de la escuela gaditana y de sus capitales creadores es ordenado, canónico, ejemplar. Pero, por otra parte, se da también en Aurelio Sellé una profunda garra que él exterioriza, sobre todo, en aquellos cantes con los que se siente más a sus anchas: soleares, malagueñas y alegrías, el específico genero gaditano que él revitalizó y rescató de la más triste decadencia”. Cádiz, su ciudad, reconoció el impagable regalo que supuso la labor del cantaor con importantes homenajes recibidos en vida y la rotulación de una calle con su nombre que, aunque pequeña, mira hacia el puerto.
Fermín Lobatón