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ANEXOS |
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- La albufera de Adra

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Situada en la costa suroccidental de Almería, la reserva natural de la Albufera de Adra tiene una extensión de 152 ha, a la que se accede por la carretera N-340 a la altura del km. 66, a través de una pista que bordea la zona. Sus tres lagunas o charcas varían constantemente su nivel de agua y de salinidad en función de la climatología, las lluvias registradas durante el año y la filtración de agua del mar. La vegetación original (carrizo y taray) ha sufrido un proceso de degradación que las ha convertido en un espacio medioambiental gravemente dañado por la acción humana: los invernaderos de plástico, los cultivos en enarenado, la construcción de naves agrícolas y la utilización del entorno como estercolero de productos fitosanitarios, han alterado profundamente el ecosistema primitivo. Sólo las defiende, en parte, de la acción humana, la existencia de una masa de agua rodeada de carrizos y eneas. Situada a nivel del mar, se ha ido formando por el nacimiento de sucesivos cordones litorales que las separan del mar abierto. En su fondo, de sustrato arenoso, se depositan fangos arcillosos ricos en materia orgánica, que sirven de alimento a la avifauna que las habita aprovechando su clima mediterráneo subtropical –inviernos suaves y veranos calurosos– que posee una alta humedad relativa ya que las lluvias, sobre todo en invierno, son abundantes. La desecación de parte de las lagunas se debe a la deposición de grandes bloques de materiales de desecho. Sus aguas salobres condicionan la vegetación que crece en su entorno: espesos carrizales y cañaverales poco vistosos que sirven de cobertura ideal para la nidificación y protección de la avifauna albufereña. El tipo de agua que las anega permite la invernada de anátides y fochas y la presencia del galápago leproso que con otros reptiles y peces conforman una biocenosis natural de gran atractivo biológico. El ecosistema acuático lo constituyen, en su origen, tres lagunas situadas en el delta del río Adra. Los procesos geomórficos han provocado el nacimiento actual de una nueva laguna entre las existentes y la línea de playa. La albufera es ruta de trasiegos migratorios europeo-africanos en invierno. En primavera, la Laguna Honda, con mayor aporte de agua dulce, se convierte en lugar de nidificación de especies protegidas como la malvasía y el porrón pardo, y de otras especies como el ánade real, el avetoro, el pato colorado, el zampullín chico, la cigüeña, el avetorrillo común y el pato cuchara. Unos observatorios construidos en la zona permiten la observación y el estudio, sobre todo entre julio y diciembre, de las más de 30 especies de aves que habitan las lagunas. Actualmente se ha prohibido la caza en las lagunas y el tránsito por la franja perimetral. El paraje natural ha sido declarado como Reserva integral de interés científico.
Cristina Mellado Morales |
- Puerto y puerta de la Alpujarra

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Pocas ciudades de Occidente pueden presumir de haber seguido la línea del tiempo como asentamiento estable más de 2.700 años. De la Abderat fenicia a la Adra actual, en todas sus etapas históricas, el municipio que tiene título de ciudad desde 1912, ha sabido adaptarse a los avatares económicos y sociales para sobrevivir.
El ingenio y la innovación han sido y son sus constantes vitales. Hacia el siglo VII a. C. se realizan las primeras fundiciones de metales en pleno apogeo de las factorías fenicias del Mediterráneo Occidental. La industria pesquera de salazones durante la época romana y la elaboración del garum, una apreciada salsa destinada a los paladares más refinados del Imperio, serán su medio de vida durante siglos.
De la época musulmana hay que destacar el cultivo de la morera, el hábitat del gusano de seda, que hace surgir una ingente cantidad de telares y la introducción de la caña de azúcar. El descubrimiento de América convierte a la vega abderitana, la única de toda la provincia de Almería regada por un caudal estable (el río Adra que nace en Sierra Nevada), en un formidable laboratorio agrario de ensayo y aclimatación de nuevas especies vegetales. El tomate, el maíz, la patata, el plátano irrumpen en la vida de sus habitantes como si esta tierra formara parte del Nuevo Mundo.
Le sigue la actividad protoindustrial con el cultivo de la caña y la obtención del azúcar mediante los “ingenios mecánicos”, con destino al mercado internacional, que se extenderá por los siglos XVI, XVII y XVIII. Llegado el siglo XIX, Adra protagoniza entre 1822 y 1880 una de las primeras revoluciones industriales en torno a la transformación del plomo y la plata en productos elaborados. Proliferan innumerables factorías y adelantos técnicos. La fábrica San Andrés, de la que hoy perduran sus torres de Los Perdigones y del Humo, era hacia 1850 una de las mayores industrias del mundo del ramo.
En el siglo XX la economía vuelve a dar un vuelco a favor de la proliferación de industrias azucareras. La última de ellas, que ha perdurado desde 1910 hasta 1972, nace como fórmula cooperativa y se especializa durante décadas en obtener azúcar de caña y de remolacha.
El último testigo de esta carrera de relevos lo cogen al unísono el sector pesquero y el de los cultivos intensivos de frutas y hortalizas que han dado lugar a una industria conservera de productos pesqueros (melva, atún, sardina) y agrarios (tomate, membrillo, calabaza) que se han mantenido durante buena parte del siglo XX.
La historia de la sociedad abderitana está plagada de etnias, razas y culturas diversas que dejaron su huella. Fenicios, Púnicos, Romanos, Judíos (el primer asentamiento conocido en España), árabes…; los abderitanos también han sido emigrantes aunque en la actualidad la corriente inmigratoria vuelve y en esta ocasión es a la vez multirracial (magrebíes, subsaharianos, lituanos, rumanos, ecuatorianos…) Ahora Adra, consciente de que para ser eterna hay que mutar sin sobresaltos, busca nuevas actividades que le permitan seguir su largo camino, sin perder de vista su condición de puerto y puerta de La Alpujarra.
Antonio López Romero |
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