Barro, cerámica, forja, anea. Muchas y variadas artes e industrias manuales han recorrido la historia de Andújar. Esta ciudad, bañada por el Guadalquivir y que se extiende como una blanca sábana a los pies de Sierra Morena, ha cultivado industrias ancestrales con la más propia habilidad. El barro y la cerámica han hecho famosa a la ciudad en algunas épocas: "(...) Hay muchas tiendas donde se venden las alcarrazas de barro, que se llevan a Madrid en abundancia, y a otras mil partes. No las hay mejores para mantener el agua fresca en el verano. Son porosas y delgadas, de una óptima greda blanca, peculiar en estas cercanías. En fin, las alcarrazas de Andújar tienen fama en todas partes (...)" Así se expresaba Antonio Ponz a finales del siglo XVIII, tras escribir las impresiones que de su viaje hizo por España. El pintor Luis W. Meléndez (1716-80) dejó una hermosa Jarra de Andújar en uno de sus bodegones que guarda el Museo del Prado. Julio Romero de Torres, ya a comienzos del siglo XX, en su obra La Niña de la jarra, pintada en 1928, toma otra pieza de Andújar. Pero hay que remontarse a los tiempos de los iberos cuando aparecen objetos de alfarería hecha a torno y pintada. En el siglo I se abre un gran centro productor de Terra Sigillata, una “cerámica muy fina, de color rojizo, lisa o ricamente decorada a base de gran variedad de relieves con motivos muy variados como geométricos, vegetales, fauna, mitología, y figuras humanas” como indican Juan Vicente Corcoles y Gema Cuervo y que ha estudiado con detenimiento el profesor Sotomayor Muro. La etapa del al-Ándalus significará un impulso a esta actividad artesanal “ con un vidriado verde, siempre bajo las pautas decorativas del arabesco”, siguiendo a dichos estudiosos de Andújar. Durante el final de la Edad Media hasta llegar al siglo XVI se seguirán haciendo. Gracias a la recoronación renacentista, la decoración ganará en riqueza y complejidad “por los grutescos, roleos, paisajes, escenas bucólicas, heráldica, incorporándose escenas costumbristas, ornamentación que llegará hasta nuestros días con muy pocas variantes”. Las principales piezas de cerámica y alfarería son: Jarra Grutesca, Jarra Estudiante, Botijo de Trampa, El silbato de caballito, Botijo o porrón de erizo y Especieros: En Andújar también existe artesanía de guitarras. Hay sólo dos fabricantes de instrumentos musicales: Javier Cayuela y José Rodríguez Peña. En su diminuto taller, Rodríguez Peña trabaja con las maderas más nobles –palisandro o "palo de santo", ciprés, ébano, cedro, pino abeto– para dar forma a instrumentos que poseen un alma especial. No hay dos guitarras iguales, y la elección de la madera dependerá del tipo de guitarra, por ejemplo, si es flamenca o clásica. Otro tipo de artesanía que encontramos en estos lugares es la artesanía de anea que se ocupa de confeccionar los asientos de sillas y sillones, actividad que se compaginaba con la del esparto y mimbre. El artesano hereda el oficio de su familia, de sus padres y abuelos. Recoge la anea en las orillas del Guadalquivir, segándola en verano, limpiándola y agrupándola en gavillas, haces o pañetas, teniéndo que darle humedad para que no pierda la elasticidad. Las manos, un pequeño palo y maestría, son suficientes para desempeñar esta labor, darle el correspondiente crecido al asiento y dejar un trabajo bien hecho. En este ámbito gremial también cabe destacar la labor de la forja. Estuvo muy vinculada a esta zona a partir del s. XVI cuando se establece en Jaén el maestro Bartolomé de Salamanca, quien dará ejemplos de obras renacentistas más sobresalientes como las rejas de San Andrés (Jaén) o la Capilla Real (Granada). De aquel momento de esplendor hay un buen ejemplo de rejas en las iglesias de Andújar como es la Parroquia de Santa María o de San Bartolomé, además de la que existe en el Museo Arqueológico Nacional, una reja de ventana de la casa palaciega de los Cárdenas. La artesanía del cuero, venida a menos con la industrialización, consiste en fabricar a mano aparejos para los arreos necesarios para montar y equipar los equinos que han estado muy arraigados a esta tierra como animal de trabajo, transporte y ocio. "El aparejo" está formado por una seria de piezas que forman una compleja vestidura como el albardón, enjalma, ataharre, ropón, mandil, cincha, sobrejalma, alforjas y jáquima. La materia prima es la piel –cuero–, la lona, el estambre, la guita, paja de centeno o de cebada y el esparto. La albarda es un aparejo más simple, estando formada por el ataharre, cincha, cordeles y manto de esparto. El talabarte es el cinturón de cuero del que cuelgan unos tiros para el sable o espada, nombre que generalizó todo tipo de correajes.
Juan Rubio Fernández |