La biografía del Santo Labrador se remonta a fines del siglo XI, aunque no va a ser canonizado hasta 1622. Su adopción como patrono de los agricultores y el apoyo de las casas reales, primero de los Austrias y después de los Borbones, propiciará la expansión de su devoción a partir del siglo XVII. Más tardíamente, con la dictadura franquista, tendría su último periodo de esplendor, cuando su fiesta del 15 de mayo recupera una cierta importancia en las poblaciones rurales por el apoyo que recibiera de las hermandades sindicales de labradores y ganaderos, institución especialmente potenciada por dicho régimen. De hecho, va a ser esta la advocación elegida como patrona de un buen número de las poblaciones creadas por el Instituto Nacional de Colonización.
En Andalucía, por esta vinculación con el mundo rural y el gremio de labradores, su culto se encuentra presente en numerosos lugares, aunque, en general, no ha sido una devoción especialmente relevante dentro de los sistemas rituales locales. La excepción a esta regla, por el considerable número de poblaciones que le rinden culto y la importancia de los rituales, van a ser las provincias de Málaga y, sobre todo, Córdoba, donde San Isidro es festejado en más de sesenta pueblos y aldeas. La pauta dominante en estas celebraciones es el traslado de la imagen en romería, acompañada de carretas engalanadas, a un paraje próximo al pueblo donde se celebran los oficios religiosos y transcurre un día de campo. Otros rituales más elaborados se celebran con candelorios en la noche de la festividad, con la peculiaridad, en las poblaciones de Pozoblanco, Cardeña, Santa Eufemia y Torrecampo, de elaborar para la ocasión las muñecas de San Isidro, figuras de tamaño natural hechas de papel y adornadas con estrafalarios adornos que se quemarán en las referidas hogueras. Y es también en esta provincia, en Fuente Tójar, donde tiene lugar posiblemente el más singular de los rituales andaluces celebrados en honor del Santo, protagonizado por los danzantes de San Isidro: ocho danzantes varones, portando castañuelas y ataviados con unos peculiares trajes compuestos de zapatillas, medias de punto, enaguas y coloridas faldas estampadas, camisas blancas y vistosos sombreros con flores de papel de los que cuelgan cintas multicolores, acompañarán a la imagen en la procesión, ejecutando diferentes mudanzas dentro del templo y en el recorrido por las calles del pueblo. [ Juan Agudo Torrico ].
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