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Letra inicial y primera vocal del abecedario latino y del español actual. A de Andalucía. A de agua, de aceite y A de añejo, como el vino andaluz. A de antigua, como nuestra historia. A, de amor, como nuestra costumbre. También, en exclamaciones y con la escolta de un infinitivo, expresa orden y mandato, lo que no resulta infrecuente en una tierra humillada por el centralismo administrativo y por el latifundio autóctono, donde mandaron señoritos y poncios, cuando no había más A que la de ajo y agua, más A que la de aceptar la autoridad que frecuentemente ejercía el autoritarismo con los nuestros. También es preposición, utilizada por los andalusíes que tuvieron que huir a la otra orilla del Estrecho, o por los descubridores que pusieron rumbo a América sin saberlo o por los trabajadores sin trabajo que no tuvieron otra opción que desplazarse a Europa, a América, a África o a Australia, o por los temporeros que viajaron a la vendimia del Roselló o a la industria de Cataluña, a bordo del transmiseriano, que era el mote popular del tren que recorría el siniestro ecuador del siglo XX, en la Península Ibérica. Pero la A andaluza es la A de Argantonio, entre las brumas de la leyenda. La A de Adriano, la A de A del barco o A del Castillo, la A del Anarcosindicalismo, la A del Nobel Aleixandre, de Arlequín de Picasso, la A de Amor Brujo de Falla, la A de los ángeles de Alberti, la A del jondo, la A de gemido de gozo o gemido de dolor; la de la alegría y la de la angustia; la A de La Alhambra; la de la Axarquía, del Andévalo, del Aljarafe y de la Alpujarra, la A de Almería y la de a toda costa; la A del turismo Andaluz, la A de Aliquindoi, de ver lo que otros hacen cuando es imposible hacer otra cosa que contemplar a la historia cruzar bajo el balcón. La A de al-Ándalus y Abderramán. La A de Autonomía, la A de adelante, la A de Andalucía, matrícula imposible de un país que aprendió el alfa y el omega de los griegos, que heredó de su nombre aliviándole de uves a los vándalos y que sigue poniendo su cuerpo a tierra, pero ya es capaz de mirar cara a cara, sin más amo que su propia aventura colectiva y soberana. [ Juan José Téllez] |
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