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JÚPITER |
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Divinidad principal del panteón romano. Hijo de
Saturno y Rea, y esposo de Juno
*
. Deidad itálica, es en principio dios de la luz del
día, del tiempo atmosférico, del rayo y el trueno, pero se asimila pronto
al griego Zeus, soberano de los dioses. Como tal, va adquiriendo
creciente importancia en época republicana a medida que se expandía Roma,
hasta convertirse en dios estatal. Sus símbolos principales, el rayo y el
águila, figuran en los estandartes de las legiones romanas. Entre sus
muchas advocaciones destaca la de Júpiter Óptimo Máximo ("el Mejor y el
Mayor de Todos"), ligada al poder en todos sus aspectos. La tradición
atribuye la instauración de este culto a los reyes etruscos de Roma, que
erigen un santuario de triple
cella
en la colina del Capitolio, donde le acompañan Juno
Regina y Minerva
*
, la llamada Tríada Capitolina. Este templo es el
modelo para los posteriores capitolios que se extienden por las ciudades
romanas del Imperio y que presiden la vida cívica y religiosa como centro
del culto oficial principal. Este culto, que simboliza el poder y la
fuerza del Estado, sirve como enlace entre las ciudades provinciales y
Roma, entre poder local y poder estatal. En la Bética
*
, la ley de Urso estipula las celebraciones que
debían realizar los magistrados para honrar a la Tríada Capitolina; y las
leyes de Malaca y Salpensa establecen cómo los cargos oficiales debían
jurar por Júpiter. En esta provincia, se pueden documentar capitolios en
Urso, Hispalis, Baelo Claudia e Itálica. Dada la vinculación a la
soberanía, Júpiter es una de las divinidades preferidas por los
emperadores romanos, bajo cuya protección se ponían, y se asimilaron a él
frecuentemente.
Como en todo el Imperio, Júpiter es la divinidad con
mayor número de testimonios en el sur de la Península Ibérica. No
obstante, con ser importante su presencia, está lejos de la popularidad
alcanzada en otras zonas de Hispania, en especial las áreas menos
romanizadas. Se intenta ofrecer diversas explicaciones a este fenómeno.
Por un lado, se relaciona con la menor presencia de tropas en la Bética,
dado que buena parte de los devotos proceden del ejército, que contribuye
a su expansión. Por otro, se destaca que el desarrollo del culto a la
Tríada Capitolina es inversamente proporcional al del culto imperial, por
el que parecen inclinarse en mayor medida las élites béticas (
->
véase
Religión romana
). Entre sus devotos destacan los poderes públicos,
las personas ligadas a la administración y algunos indígenas romanizados,
siendo las devociones procedentes de mujeres excepcionales.
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