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FILIGRANA |
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f. La filigrana es una delicada obra de joyerÃa,
formada con finos hilos metálicos. Aunque conocida desde muy antiguo, su
momento de esplendor lo alcanza en la Edad Media, cuando determinadas
regiones llegan a convertir estas técnicas en una labor especializada.
Una de estas áreas es sin duda al-Ãndalus y, dentro de ella, enseguida
destaca la capital cordobesa. En la actualidad, la joyerÃa se perfila
como uno de los subsectores más relevantes de la economÃa de la ciudad,
manteniendo su prestigio tanto a nivel nacional como internacional,
aunque el número de talleres del oficio que confeccionan la filigrana de
forma artesanal es ya testimonial. Las ancestrales técnicas artesanas
dejan de ser rentables con la introducción de los procesos de
microfusión: la complejidad y laboriosidad que la filigrana exige dejan
de tener acomodo en el contexto de la economÃa fabril. En sus modos
tradicionales, el trabajo arranca con la propia fabricación de los hilos,
algo que ya en la actualidad está simplificado al poder proveerse de
rollos de hilo metálico tanto en metales nobles como en otros de menor
calidad. Las guÃas se emplean para conformar la estructura o lÃneas
principales del objeto a realizar, con grosores que oscilan entre los 0,8
y los 3 milÃmetros, y su perfil puede aplanarse sometiendo al hilo al
proceso de laminado. Una vez preparadas, se colocan en su disposición
definitiva, se sueldan y se enderezan sobre el tas, golpeándolas
ligeramente con el martillo y repasando con la lima.
El relleno de los motivos perfilados por las guÃas
es ya la labor de filigrana propiamente dicha y para ello se usa el
cordoncillo, hilo que se consigue colocando uno de sus extremos en un
berbiquà para que se enrolle sobre sà mismo. Preparado el hilo, comienza
entonces a trabajarse, trazando las formas requeridas con la brusela. En
este labrado es donde se manifiesta especialmente la creatividad de cada
artesano, a pesar de que existen varios arquetipos de figuras muy
repetidos: las carreritas, las tenacillas, los gurripatos, los
caracolillos, los bolos, las espirales y algunas otras. Una vez rellenas
las guÃas, se sueldan y se enderezan.
Cuando el objeto incluye detalles abultados se
recurre a la técnica del embutido, mediante la cual se da forma de media
caña o de semiesfera a una superficie plana. Partiendo de una forma
circular, se ubica en la cavidad adecuada de una embutidera, se sitúa
sobre ella el punzón de embutir y se golpea hasta que el metal se haya
amoldado uniformemente.
Cada vez que el metal se enfrÃa, hay que someterlo a
un recocido o recochado, calentándolo con la llama del soplete para
transmitirle maleabilidad y evitar que se quiebre al manipularlo. De
hecho, son muchas las veces que hay que repetir todos los pasos a lo
largo del trabajo, a fin de encajar con exactitud las distintas partes de
la obra.
Una vez conseguido, se emprende el montaje final,
logrado asimismo mediante soldadura. Si se ha utilizado metal noble, el
objeto de filigrana está concluido; en caso contrario, hay que proseguir
con el plateado o dorado para dignificarlo mediante el proceso de la
galvanoplastia. Tras ello, se remata con el bruñidor, que consigue dar a
la pieza el brillo adecuado además de comprimir el metal confiriéndole
con ello una mayor resistencia.
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