La cultura clásica griega tiene, al igual que en el resto del Mediterráneo * , una fuerte influencia en el sur de la Península Ibérica. Los griegos precursores y difusores de formas de pensamiento, de estilos artísticos, de la escritura y de técnicas agrícolas y constructivas, toman contacto en época muy temprana con las costas mediterráneas y atlánticas de Andalucía. Esto se refleja de manera clara en materiales arqueológicos, especialmente cerámicas, esparcidos a lo largo de todo el territorio. Si bien es cierto que no establecen asentamientos coloniales y que, en la mayoría de los casos, podría suponerse que estos objetos llegan de manos de los fenicios * , que actúan de intermediarios.
Los primeros contactos de la Península Ibérica con el mundo oriental puede remontarse a finales del tercer milenio y se consolidan paulatinamente a los largo de las siglos posteriores. El uso de determinadas técnicas agrícolas, metalúrgicas y constructivas, la aparición de objetos de estilos orientales, los cambios en los rituales de enterramiento y los probables cambios en forma de vida y organización social, que se constatan en algunos yacimientos andaluces, como puede ser los Millares * u otros posteriores del Algar * , nos confirman este contacto temprano con el mundo del Egeo.
A partir del siglo VIII a. C. las colonizaciones griegas impulsan más organizadamente estos contactos hacia todo el Mediterráneo. Ahora las emergentes polis, por razones políticas, sociales y económicas buscan nuevos asentamientos donde poder desarrollarse, y el Mediterráneo occidental reunía unas condiciones excelentes para tales objetivos. Los griegos se interesan por el sur de la Galia y el Estrecho de Gibraltar * , desde donde pueden acceder a los metales de Gran Bretaña y del interior de la Península Ibérica, entre ellos el estaño, de gran importancia para la elaboración del bronce.
Los primeros datos arqueológicos de los contactos de las polis griegas con las tierras meridionales parecen constatarse en el siglo VII a. C. Estas evidencias se corresponden con la información transmitida por Herodoto y otras fuentes que indican el interés de los griegos por esta zona, particularmente por Tartessos * . Los abundantes hallazgos de cerámica griega en Huelva * y otros puntos del litoral corroboran estas hipótesis y nos confirman la intensa presencia comercial griega que llegan a encontrarse en los propios asentamientos fenicios y otros del interior.
Ya en el siglo VI los focenses habían fundado las colonias de Massalia (Marsella) y Emporion (Ampurias) y, desde éstas, van extendiendo su influjo comercial y cultural por la costa levantina y por el Sureste peninsular hasta alcanzar Andalucía oriental y Tartessos. Sin embargo, los datos arqueológicos no nos permiten asegurar por el momento la existencia de colonias griegas, a pesar de que las fuentes dan referencias de Mainake. Algún investigador ha llegado a proponer, incluso, que este nombre no fuera más que el topónimo griego de un asentamiento fenicio.
A pesar de todo, como afirmábamos al principio, la influencia griega se puede reconocer en las producciones tartésicas y, algo después, en la cultura ibérica. Sin embargo, a partir del último tercio de este siglo VI se observa una decadencia de este floreciente comercio, probablemente asociada a los cambios en la coyuntura política y económica del Mediterráneo oriental. [ Francisco A. Muñoz ]
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