Las primeras noticias históricas sobre la España antigua, recogidas por la tradición clásica grecolatina y los libros de la Biblia (Tarschisch), hacen mención a Tartessos, nombre que sintetiza la cultura desarrollada, principalmente, en los terrenos de la Baja Andalucía y en la actual provincia de Huelva entre finales del segundo milenio y el siglo VI a.C. El documento más valioso entre los numerosos fragmentos conservados que se refieren a Tartessos es la Ora maritima de Rufo Festo Avieno (siglo IV d.C.). Basándose en un periplo del siglo VI a.C., escribe que "las murallas de Tartessos son bañadas por el río de su mismo nombre, que se abre en dos brazos tras cruzar el lago Ligustinus. Dicho río acarrea estaño y plata, y el monte Argentario, cercano a la ciudad, brilla por el rico metal que atesora en sus laderas".
Las noticias sobre su emplazamiento son diversas y contradictorias: Eforo señala que se encuentra a media jornada de navegación de Cádiz; Escoliasta de Lycophoi en una isla en pleno océano, cerca de las columnas de Hércules; Pausanias y Esteban de Bizancio en el estuario de un río homónimo. Como ya se ha indicado anteriormente, las investigaciones arqueólógicas sitúan su territorio originario en las provincias de Huelva, Sevilla y Córdoba. Dentro de este espacio adquiere gran relevancia el río Guadalquivir, no sólo por lo que supone como vía de comunicación, sino también por la riqueza agropecuaria que ofrece a los tartesios todo su valle. Cabe reseñar también la zona minero-metalúrgica de Sierra Morena, fundamental para el desarrollo histórico de la cultura tartésica, además de la importancia de las actividades pesqueras y del comercio que ofrece la fachada atlántica andaluza. "Si bien este panorama constituía el territorio de los primeros momentos de Tartessos -señala la historiadora Nuria Herrero Lapaz-, a medida que avanzamos en el tiempo su área de influencia se extendería hacia zonas de la Alta Andalucía y de Extremadura". Esta misma autora reconstruye el paisaje del que disfruta Tartessos: "Los tartesios vieron la existencia de un gran golfo marino (Sinus Tartessius) donde, por un lado, la desembocadura del río Guadalquivir se encontraría más al interior, posiblemente en las cercanías de La Puebla del Río (Sevilla), mientras que por otra, ésta formaría una extensa bahía delimitada por Matalascañas (Huelva) y Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), antes de los inicios de la formación del cordón litoral dunario (Doñana)". Muy distinta es también por aquella época la Bahía de Cádiz, donde se localiza el archipiélago gaditano y la ciudad fenicia de Gadir.
Estos lugares asisten durante todo el III milenio antes de Cristo a un proceso de jerarquización social, al ascenso paulatino de una élite o grupos de poder asentados en los poblados de más larga tradición de la Baja Andalucía (Mesas de Asta, Carmona, Setefilla y Colina de los Quemados, entre otros) que controlan y explotan los territorios periféricos, tales como Sierra Morena y la Alta Andalucía. Las fuentes grecolatinas definen incluso la organización política de Tartessos como monárquica y recogen los nombres de varios reyes que, por una parte, tienen naturaleza divina (Gerión, el monarca de tres cabezas al que se enfrenta el mismísimo Hércules en uno de sus doce trabajos; Nórax y los héroes civilizadores Gárgoris y Habis), y, por otra, se enmarcan en una dinastía histórica, como es el caso de Argantonio * (siglo VI a.C.). Aunque algunos autores rechazan la existencia de una autoridad que aglutinara políticamente estos territorios y se inclinan por la formación de un mosaico de "señores de la guerra" en la España meridional que articularan su poder mediante la fuerza militar y las privilegiadas relaciones con los negociantes fenicios llegados a partir del siglo IX a.C.; es probable que ya a finales del II milenio antes de Cristo los grandes centros poblacionales (medio urbano) y las aldeas (medio rural) se incluyan en una misma entidad estatal, conocida con el paso de los siglos como Tartessos. En este contexto, la élite social dirige y se beneficia de todos los sectores económicos que originan la riqueza: el agropecuario, el minero-metalúrgico y el comercial. A este respecto Herrero Lapaz asegura que "se fundan nuevos enclaves relacionados no sólo con la explotación de los recursos agropecuarios, sino también mineros y, como consecuencia de la creciente preocupación por el control del territorio y las principales vías de comunicación, tanto terrestres como fluviales y marinas, se localizan poblados fortificados (Niebla, Tejada la Vieja) en los lugares más estratégicos, desde donde se domina el territorio rural inmediato y también sus aldeas". Tartessos explota los recursos mineros existentes en su territorio (cobre, oro, plata), mientras que para la producción del bronce estannífero -el famoso "bronce tartésico"- obtiene, a través de Extremadura, el estaño del norte de la Península Ibérica.
De forma paralela a la extracción de las riquezas del subsuelo, los artesanos (alfareros, textil, metalurgia...) adquieren un papel primordial en la manufactura de elementos de la vida cotidiana, así como en la elaboración de productos de lujo requeridos por las clases más poderosas. Estos objetos tan codiciados, el metal, los recursos agropecuarios... contribuyen a la intensificación de las actividades comerciales y a su consolidación tanto en el ámbito continental (principalmente Extremadura y la Alta Andalucía) como en el atlántico y el mediterráneo. No tardará mucho tiempo hasta que por las costas andaluzas aparezcan otros pueblos, como fenicios * y griegos * , atraídos por un lugar donde ya existen centros de poder relevantes que ofrecen excelentes posibilidades económicas.
Periodo orientalizante. Podríamos remontar a los siglos IX y VIII a.C la fundación de Gadir (Cádiz) y la presencia de las primeras factorías fenicias en la periferia de Tartessos. Estas fundaciones coloniales, dependientes económica, social y políticamente de Tiro, ocupan lugares estratégicos, como las costas o las márgenes de los ríos, para acceder al interior del territorio y facilitar la defensa de las ciudades. Las factorías se localizan tanto en el ámbito litoral atlántico (Gadir) como en el Mediterráneo (Malaka, en Vélez-Málaga; Sexi, en Almuñécar; Abdera, en Adra...), convirtiéndose Gadir en el centro neurálgico de los intereses de Tiro en Occidente.
Los contactos de los fenicios con Tartessos inauguran una nueva etapa conocida como "periodo orientalizante", caracterizada por las relaciones y simbiosis entre ambos en todos los aspectos (sociales, económicos, culturales, materiales y religiosos). De hecho, la Baja Andalucía asiste por esta época a un fenómeno de vecindad y cohabitación entre ambos pueblos, con la presencia de trabajadores tartesios en las factorías púnicas y de fenicios en los poblados de Tartessos. Coincidiendo con este momento histórico se producen cambios arquitectónicos y urbanísticos, que conducen al empleo de técnicas constructivas orientales en los grandes centros urbanos tartésicos; los artesanos, tan apreciados por la clase dirigente fenicia y la tartésica, realizan excelentes piezas de cerámica, orfebrería ( -> véase Carambolo, El ) y marfil, una destacada actividad textil -no podemos olvidar la importancia de los tejidos y de la púrpura, introducida por los fenicios-.
"El aumento de la producción, la mayor variedad de productos artesanales, su estandarización y el gusto por lo oriental -escribe Vicente Castañeda Fernández- es debido al requerimiento por parte de la elite tanto tartésica como fenicia de unos determinados productos. Unos patrones estilísticos que poco a poco también van calando en el resto de la sociedad. Si en nuestro recorrido salimos de los grandes centros de población no sólo nos encontraremos con aldeas relacionadas con explotaciones agropecuarias o minero-metalúrgicas, sino también con zonas de enterramientos que mostraban las diferencias sociales". Túmulos funerarios del siglo VIII a.C. como los de Setefilla (Lora del Río, Sevilla) y Las Cumbres (El Puerto de Santa María, Cádiz) o los posteriores de El Acebuchal, Cruz del Negro y Santa Lucía relacionados con Carmona.
Las transformaciones sufridas durante este periodo también alcanzan a las comarcas de Riotinto y Aznalcóllar, donde encontramos un complejo proceso de extracción, producción y comercio en los principales centros mineros, metalúrgicos y comerciales. La intensificación de la producción provoca el aumento de los poblados, como Quebrantahuesos o Cerro Salomón en el núcleo minero de Riotinto. Esta zona minera queda comunicada a través del río Tinto con la actual ciudad de Huelva (Cabezo de San Pedro y Cabezo de la Esperanza), uno de los más importantes enclaves de producción y distribución de Tartessos. Por otra parte, la comarca de Aznalcóllar, donde podríamos destacar al poblado de San Bartolomé (Almonte), se relaciona tradicionalmente con una ruta de explotación de metales distinta a la anterior. Así, a través de poblados fortificados como Tejada la Vieja se desviaría por el Guadalquivir hasta probablemente Gadir. Además del comercio de metales, Tartessos también ofrece productos manufacturados a cambio de elementos de prestigio y ánforas con aceite, vino y productos marinos. Los intercambios entre tartesios y fenicios no solamente hace referencia a productos suntuarios sino también a los relacionados con la vida cotidiana.
Por su parte, los griegos siguen de cerca los pasos de los fenicios, pero no desarrollan en el ámbito tartésico un programa colonizador comparable al de éstos. El historiador griego Herodoto se hace eco de algunos episodios que tratan de la relación de su mundo con el tartésico, como la visita de los focenses o los valiosos dones que, hacia 630 a.C, Colaios de Samos recibe del rey Argantonio, quien a buen seguro intenta con este generoso gesto fomentar la competencia en el comercio metalífero para engrandecer la riqueza de sus dominios.
Escritura y religión. Al calor de todos estos contactos, relaciones comerciales y asimilaciones culturales, los tartesios desarrollan un sistema de escritura que presentará, según los investigadores, unos caracteres ligados a las formas más arcaicas del mundo griego o bien al alfabeto fenicio. También los cultos religiosos evolucionan y, junto a los templos de Melkart, Astarté y Baal Kronos localizados en Gadir, que tienen una fuerte influencia en Tartessos, se levantan santuarios como el Oráculo de Menesteo (El Puerto de Santa María), citado por Estrabón y venerado por los navegantes, y los de Noctiluca (frente a las costas de Málaga) y Lux Divina (La Algaida, Sanlúcar de Barrameda).
Desde el siglo VII a.C. las estructuras de poder tartésicas, necesitadas de nuevos recursos naturales, impulsan la extensión territorial hacia Extremadura y la Alta Andalucía. "Sobre esta última -indica Castañeda Fernández- habrá una preocupación por controlar las rutas naturales que comunican con el sureste, el Levante y la Meseta, y la influencia de Tartessos sobre estos territorios; y la consiguiente explotación minera de la zona tal como se constata en Cástulo (Linares, Jaén)". A finales del siglo VI a.C., Tartessos desaparece definitivamente de los testimonios escritos. Para explicar este prolongado silencio surgen diversas teorías: la aniquilación de Tartessos por una agresión externa, más concretamente, del imperio cartaginés, hipótesis que ha perdido peso conforme han aumentado los conocimientos sobre esta cultura; la decadencia de la minería por causa de la retirada de los fenicios, a raíz de la toma de la ciudad de Tiro por el monarca neobabilónico Nabucodonosor II (573 a.C.), o el agotamiento minero tartésico, sea por la incapacidad técnica para explotar vetas profundas, sea por la pérdida del monopolio de la ruta del estaño a partir de la fundación de Marsella hacia 600 a.C. por los focenses, quienes accederían a las minas atlánticas a través de la densa red fluvial de la Galia; la identificación, muy frecuente en publicaciones esotéricas, con la Atlántida * ... No obstante, coincidimos con Francisco Javier Guzmán Armario en que "tal vez la solución al fastidioso problema del «fin de Tartessos» consista en relativizar que hubo fin alguno: quizás, como afirma un principio en Física, debamos aceptar que los Estados no se arruinan y mucho menos son destruidos, sino que más bien se transformaron siguiendo los vientos de la Historia". ( -> véase Carriazo y Arroquia, Juan de Mata ) [ Javier Vidal Vega ].
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