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U |
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Vigésimosegunda letra del abecedario español. La última de las vocales es utilizada como la primera para designar numerosos topónimos andaluces. Nombra grandes ciudades como Úbeda, culmen urbanístico del Renacimiento meridional, declarada patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto a Baeza. Pero también anuncia a una Utrera flamenca, que se ufana de haber criado en su útero a Bernarda y Fernanda. Es la U que se cobija en el valle umbrío de Ubrique, pueblo curtido en historia y bravura al pie de la Sierra de Grazalema. O la U exprimida de la uva, con la que se elaboran grandes vinos andaluces, como el mosto de Umbrete. La U alpujarreña de Ugíjar o la almeriense de Urracal o Uleila del Campo. Es la letra soñadora con la que se construyen las utopías, aunque otros las derriben con la usura. Representa el descubrimiento de una nueva tierra en ultramar, la aventura de embarcarse a América, como hizo el físico gaditano Antonio de Ulloa. Es la letra que atrapa y enreda a Andalucía en la urdimbre de la historia, que ara sus campos con los utensilios de labranza. Es la última morada de la corte nazarí en Granada, el último peldaño para descender del paraíso. Es la letra que divulga sus conocimientos urbi et orbi a través de una Universidad libre y moderna. Es el comienzo de un verso melancólico de Julia Uceda o el futuro anticipado por los poetas ultraístas, que publicaron sus metáforas de vanguardia en revistas como Grecia . Es la música usual de una guitarra, cuyas cuerdas son rasgadas por uñas afiladas; o el ulular de un cantaor, que lo acompaña al unísono. Es el pueblo que se siente ultrajado cuando se le habla de usted con hipocresía, pero que se siente útil cuando se le mira a los ojos. Es la riqueza de una Andalucía ungida en la frente por el aceite sagrado de sus olivos. La tierra unida por un mismo río, la que se considera única por ser universal. [ José Romero Portillo ].
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