|
K |
VOLVER |
|
Letra undécima del alfabeto e icono del
movimiento libertario que transcribe con ella los sonidos de la ce o de
la q, desde el movimiento okupa a todo lo que suene en "kontra del
sistema". Pero, antes, fue la amable letra de los kioscos de música o de
golosinas. La que casi nunca aparece en las enciclopedias escritas en
nuestro idioma. La que lleva el apellido Kent sobre el nombre de
Victoria, la primera ministra española. La que trajo el krausismo y llenó
los mercados con el sabor fresco de los caquis cuyo color identificó
durante largos años a la milicia. La inicial de un apellido ilustre, a
punto de ser borrado a sangre y fuego por los fusiles franquistas, el
narrador y periodista Arthur Koestler. Fue la letra de los kilos, una
medida que siempre tuvo más que ver con los poderosos que con el pueblo
andaluz, siempre a punto de pedir el kirieleisón. O de cantarlo con un
cierto regusto a jondo. La letra de kilómetros, de una Andalucía que
presume de extensión y también del sufrimiento de los rompesuelas
caminantes, peregrinos y pobres de solemnidad sin el privilegio del
kilométrico ni de ida ni de vuelta. La K de la naturaleza que presume
antigüedad para la geografía y la historia de los paisajes karsticos,
formados por la acción del agua en las rocas calizas. La K de Eurovisión,
festival en el que Karina y las Ketchup representaron a España con
desigual fortuna. La que en esta Andalucía de la interculturalidad forman
los apellidos que nos legaron sabios y poetas de al-Ándalus, como el
poeta, filósofo y médico cordobés al-Kattani, o cargos de
responsabilidad, como el Kátib; y en nuestros tiempos, con la que se
diferenciaban los futbolistas que llegaban del Este de Europa "a
excepción del genial jerezano Kiko", los nuevos flamencos de Japón y
todos esos artistas andaluces que prefieren lucir más caché con el
exotismo de la K que las más comunes formaciones de la C y la Q. Y la K
más sonora y familiar del Kikirikí anunciándose en las madrugadas como el
rey del corral.
|
|