Las fiestas de locos entroncan con una vieja tradición medieval, ampliamente documentada en el conjunto de Europa, que se caracteriza por un permisivo ambiente en el que se parodiaban a personajes e instituciones sociales, fundamentalmente las eclesiásticas. Eran las llamadas "libertades de diciembre", fiestas de las que también existen noticias en la Península Ibérica y que con el paso del tiempo irían atemperando sus críticas sociales, hasta quedar reducidas a las fiestas o bailes de locos que aún se pueden observar en varias poblaciones de comunidades como la valenciana o andaluza.
En Andalucía, el baile de los locos se conserva en dos pedanías del municipio cordobés de Fuente Palmera: Fuente Carreteros y La Herrería. No obstante, está documentada su existencia, hasta comienzos de la segunda mitad del siglo XX, al menos en la práctica totalidad de las poblaciones que componen dicho municipio de Fuente Palmera; además de en la ciudad de Córdoba durante el siglo XVI "relacionada con la fiesta del Corpus" y en Écija, donde un baile muy similar al conservado, y con la misma denominación, es descrito en 1885 por Benito Más y Prat en relación con fiestas y cultos de Ánimas.
Origen. El origen y simbología de los peculiares atuendos de los danzantes y razón de ser última de estas fiestas se desconoce en realidad. Por una parte, se relacionan "caso de Écija" con las danzas macabras medievales; mientras que en las poblaciones de Fuente Palmera, de acuerdo con la tradición oral, serían costumbres de origen alemán, traídas en el siglo XVIII por los colonos que repueblan estos lugares. En todo caso, las fechas en las que se celebran "28 de diciembre" las relacionan, por un lado, con las referidas fiestas invernales de diciembre; pero también con la simbología de los Santos Inocentes, lo que justificaría el comportamiento y vestimentas alocadas de los danzantes "por el dolor originado por la matanza de Herodes", a la vez que se quiere ver en las mudanzas en las que bailan alrededor de la loquilla "niño o niña que les acompaña" un ritual protector de la infancia.
Los danzantes de Fuente Carreteros y La Herrería están relacionados en el pasado con las hermandades de la Virgen de Guadalupe y de Nuestra Señora del Valle, respectivamente; imágenes a las que se les dedica el primero y último de los bailes que ejecutan. Sin embargo, las danzas siempre tienen lugar el 28 de diciembre, recorriendo las diferentes calles de las poblaciones para realizarlas ante quienes las piden o pagan por ello, y antaño desplazándose de una a otra aldea.
Las locajas o locadas van dirigidas por un "capitán de espada", que será quien indique el comienzo y final del baile, y están compuestas por un abanderado, que irá revoloteando la bandera que simboliza al grupo: seis danzantes o locos encabezados por un "capitán de lanza" o de locos, seis escopeteros que anuncian con sus descargas la presencia de la locaja, y un grupo de cinco músicos con panderetas y guitarras; además de la loquilla "niño/a", que se mueve entre los danzantes y que tiene también la función de recoger en su pandereta los donativos de los asistentes. Los danzantes son siempre varones, vestidos con un atuendo que, aunque cambia con el tiempo, se sigue caracterizando por su peculiar ambigüedad: calzan alpargatas y visten medias blancas, calzas negras, faldas blancas hoy lisas, pero que con anterioridad estaban profusamente decoradas con encajes y tiras bordadas en el centro y puntas, faja roja o azul, dos cintas rojas o azules cruzadas al pecho, y las cabezas cubiertas con pañuelos multicolores anudados al lado izquierdo. El pecho lo llevan cubierto de abalorios y alhajas, y marcan el ritmo del baile con castañuelas de las que penden cintas multicolores. [ Juan Gudo Torrico ].
|