f. Este término remite a uno de los oficios más antiguos que se conocen, que se practica desde que el hombre inicia la domesticación de animales de carga. La arriería consiste en transportar mercancías o personas sobre recuas de mulos o burros. Por consiguiente, se denomina arriero al individuo que dirige la reata de bestias por los caminos y veredas, y, en ocasiones, se encarga de las transacciones comerciales. Los animales son ataviados con serones o angarillas sobre las que se coloca la carga para ser trasportada, mientras que para el traslado de personas se emplean instrumentos como las jamugas o incluso parihuelas para el caso de enfermos. En Andalucía, la arriería cuenta con una significativa relevancia hasta el siglo XIX, al suponer el principal medio de transporte en el comercio intrarregional. La abundancia de macizos montañosos constituye una dificultad permanente para las comunicaciones internas, agravada por la deficiencia de las redes viarias, dando como resultado el aislamiento de determinadas zonas y la intensificación de las relaciones comerciales comarcales. Esta circunstancia ocasiona que el oficio de la arriería se mantenga en Andalucía durante más tiempo que en otras regiones españolas, por lo que son innumerables las referencias recogidas en la literatura y en la pintura costumbrista, que, sin duda, alimentan románticas leyendas sobre esos hombres recios que cruzan las montañas, superando todos los obstáculos que encuentran en las angostas veredas andaluzas.
El arriero compendia diversos oficios. Debido a la naturaleza de su trabajo, casi siempre en solitario, depende de sí mismo. Debía tener un exhaustivo conocimiento del territorio para acortar distancia por atajos y trochas, reduciendo el tiempo empleado en el trayecto. Por otra parte, la estrecha relación con los animales que son su medio de vida, requiere saber detectar los síntomas de sus enfermedades, los remedios para las curas, así como los cruces para obtener el tipo de animal más idóneo. También precisan dominar las normas no escritas que rigen las compras y ventas en las ferias de ganado, al tiempo que ejercitar las habilidades de otros oficios complementarios, como la espartería o la talabartería, para poder fabricar ellos mismos los enseres con los que aparejan las bestias o, cuando menos, para realizar las necesarias reparaciones durante los viajes. La introducción y desarrollo de modernos medios de transporte, como el ferrocarril y los camiones, marcan el final de una actividad que queda reducida a las zonas de sierra más inaccesibles o a trabajos muy concretos como la saca del corcho * , en el que las dificultades del terreno no permiten la movilidad de vehículos. En algunas zonas andaluzas se está readaptando esta actividad como un atractivo turístico más, incluyéndose por ello en algunos planes de desarrollo rural. [ Esther Fernández de Paz ].
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