Pueblo germánico, de origen báltico y escandinavo, que tras deambular por Europa Central (Danubio) y Meridional (Italia) durante los siglos IV y V, unas veces como aliados de los romanos (federados) y otras ?las más? como peligrosos enemigos fronterizos, terminan por asentarse definitivamente en Hispania hacia el año 507 tras ser derrotados por los francos y abandonar la Galia. Pero hasta entonces y a diferencia de otros pueblos bárbaros de su entorno geográfico ?como los suevos, vándalos y alanos? los visigodos son de los más romanizados gracias a los frecuentes lazos políticos, contactos comerciales y alianzas militares con las autoridades imperiales hispánicas desde medidos del siglo V, pues entre los años 421- 459 penetraron constantemente en la Bética como aliados de los romanos frente a otros pueblos invasores más díscolos y violentos, hasta conseguir su aniquilación (suevos) o total expulsión, como fue el caso de los vándalos * .
A partir del año 507 con la llegada masiva de los visigodos a Hispania, la antigua provincia de la Bética goza de cierta autonomía, pues los bárbaros respetan las instituciones de poder y gobierno locales de tradición romana, como los comités y los prefectos del pretorio, a cambio del sometimiento fiscal y sobre todo político de las aristocracias béticas a los nuevos monarcas que residían en Toledo, la capital del principiante reino visigodo. Hasta bien entrado el siglo VII, monarcas como Leovigildo (569-586) y sobre todo Recadero (586-601) frenan en la medida de lo posible la independencia de las autoridades provinciales béticas, especialmente el poder y la influencia de la iglesia romana de tradición católica, muy extendida entre la aristocracia terrateniente local y el pueblo llano hispano romano, frente a la arriana de la monarquía y la nobleza militar germánica. En este contexto de crisis y enfrentamiento religioso y político entre distintas facciones nobiliarias romanas/germanas, se explica, en gran parte, la invasión del sureste de Andalucía por los emperadores bizantinos en el año 552 en defensa de la iglesia y las instituciones romanas y sobre todo la rebelión de la aristocracia terrateniente católica sevillana a favor de Hermenegildo (582-584) y en contra de su padre Leovigildo.
Hasta el reinado de Sisebuto (612-621) los visigodos no consiguen someter las aspiraciones de autonomía de la aristocracia local, unificar la Bética y expulsar para siempre a los bizantinos. Son años de notable desarrollo económico, con acuñaciones monetarias de tremises en Granada, fusión social y jurídica con el Liber Iudicorum entre romanos y germanos y liderazgo cultural de la Iglesia de Sevilla con figuras de primer orden universal como Leandro * e Isidoro * de Sevilla. Pero apenas conseguidos estos objetivos fundamentales en la formación del estado visigodo, se observa en el reinado de Wamba (672-680) la ruptura del equilibrio entre la monarquía centralizadora de Toledo y la nobleza territorial feudalizante no sólo de la Bética, sino de toda Hispania.
El final de poder visigodo en Andalucía (681-711) se caracteriza por una profunda desintegración del aparato estatal, por la ruina de la monarquía centralizada y el auge de la vieja aristocracia latifundista, carente del más mímico concepto de ?unidad estatal? frente a las banderías nobiliarias por el acceso de la realeza. Mucho tiene que ver en todo ello la legislación que emanaría de algunos concilios provinciales, que hacen depender el futuro de la realeza de su respectivas legislaciones, muchas veces arbitrarias y tendenciosas. Los años iniciales del siglo VIII son difíciles. Hay hambres y epidemias por toda la Bética. Se generalizan incluso medidas violentas y contrarias a los judíos en Córdoba y Sevilla. Así las cosas, en el año 710, tras la muerte de Witiza * (702-710), una facción importante de la nobleza visigoda del sur elige al antiguo conde de la Bética, don Rodrigo * (710-711), como nuevo reyde Toledo, frente a otro sector nobiliario más septentrional y alejado de la corte, que promueve a Agila II (711-714), hijo de Witiza, asociado al trono ya en vida de su padre, que domina la Tarraconenses.
No cabe duda que es en este prolijo y complicado contexto geopolítico de guerras civiles, enfrentamientos provinciales feudales y nobiliarios del caduco reino Visigodo de Toledo en que hay que situar la llegada de los bereberes de Tarik * en 711, como aliados de la facción de Agila y sus partidarios, cuya ayuda militar habían lógicamente solicitado. Lo que sucede después de la Batalla del río Guadalete * es ya otra historia que determina la génesis de al-Ándalus * . [ Manuel García Fernández ]
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