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SEVILLA

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Capital de Andalucía y de su área metropolitana, a siete m. sobre el nivel del mar, en un municipio con una extensión de 141 km 2 y con una población de 704.414hen el 2006.

Situación y emplazamiento. El origen y parte de la historia de Sevilla están relacionados con el río Guadalquivir * , que supone, en principio, la oferta territorial más importante como aprovisionamiento urbano, regadío y, sobre todo, puerto fluvial hasta donde llega la marea atlántica. Se trata del cauce más importante de Andalucía y eje de su conformación y desarrollo, desde las sierras jienense de Cazorla hasta la desembocadura en la gaditana Sanlúcar. El paso por la llanura sevillana, de poca pendiente, da lugar a curvas o meandros, indefiniciones de trazado, zonas pantanosas e inundables en épocas de discurrir natural sin embalses ni obras de contención.

En uno de esos meandros, donde se remansa el agua, hoy desaparecido, había buenas condiciones como embarcadero, pero las inundaciones y zonas pantanosas alejaban de esa orilla al poblamiento, que se instala en colinas superiores a la cota 10 (A. Martín), sin permitir, en principio, ocupar una gran extensión. Las inundaciones suponen un alto precio por la localización portuaria en el estrechamiento entre Los Alcores (de donde bajan el Tagarete y el Tamarguillo) y el Aljarafe, sumándose a veces las riadas de los afluentes citados del Guadalquivir, cuyas altas aguas hacían de tapón. A lo largo de la historia, cortas, desvíos, muros de defensa y soterramientos del sistema hídrico van unidos al desarrollo del plano, constituyendo lo más importante la construcción del Canal de Alfonso XIII o dársena. El poeta Ibn Safar aludía así a las avenidas: ?El céfiro rasgó la túnica del río, al volar sobre él, y el río se desbordó por sus márgenes para perseguirle y tomar venganza. Pero las palomas se rieron de él, burlándose al abrigo de la espesura, y el río, avergonzado, tornó a meterse en su cauce  y a ocultarse en su velo?.

La topografía (entre los 6 metros sobre el nivel del mar de Tablada y los 23 de Alcosa), los vientos dominantes (del suroeste en verano, que empuja el flujo mareal, y noreste en invierno) y, sobre todo, un clima mediterráneo oceánico (precipitaciones anuales de 550 mm, 18º C de temperatura media anual, cerca de 12 el mes más ?frío? y 28 en julio y agosto, fechas en que la máxima diaria puede pasar de 40) son otros elementos naturales de la situación y el emplazamiento. Todo ello es especialmente relevante sobre todo en relación con la agricultura, otra oferta espacial importante en terrazas y llanuras, a veces de fértiles suelos negros, donde a las grandes producciones de la tradicional trilogía mediterránea (trigo, aceite y vino), se han sumado la ganadería, las explotaciones forestales y dehesas. Porque Sevilla centra también un espacio tradicionalmente complementario de montañas y llanuras, sintetizando lo que son las estructuras básicas andaluzas: Sierra Morena, Valle del Guadalquivir y Béticas, concretamente Subbético.

Esa complementariedad y localización fluvial  explica la encrucijada de caminos del pasado y del presente hacia los cuatro puntos cardinales (Córdoba, Granada, Cádiz y Huelva), hoy con autovías y ferrocarriles, más carreteras comarcales y rondas de circunvalación.

Historia. Tartessos y la Bética. Es muy difícil resumir una historia tan larga y rica como la de Sevilla, reflejada en una extensa bibliografía, cuya relación ya sería demasiado amplia y tampoco procedente en una obra de este tipo, por lo que nos vamos a basar fundamentalmente en una publicación del Ayuntamiento capitalino de 2002, titulada Edades de Sevilla , escrita por estudiosos universitarios (Salvador Ordóñez, Magdalena Valor, M. Ángel Tabales,  Antonio Collantes y Víctor Fernández Salinas).

Otros autores asignan el origen (prescindiendo de la mitología de Hércules) a un poblado tartésico del siglo VIII a. C. (época a la que pertenece el espléndido tesoro del Carambolo * , hallado en la cornisa del Aljarafe), en una isla del río con viviendas palafíticas sobre terrenos pantanosos y de nombre Spal o Ispal (Betis, en opinión de otros). Sus habitantes comerciaban con pueblos de Oriente, griegos, fenicios, cartagineses, hasta que en el siglo II se ven envueltos en las luchas entre cartagineses y romanos, venciendo éstos en Ilipa (Alcalá del Río), año 206 a.C., comenzando una romanización que da lugar a la Bética * , precedente territorial de Andalucía. Entonces el núcleo autóctono, latinizado como Híspalis, formaría parte primero como capital (después pasa a Córdoba) y, luego, como centro de un convento jurídico, especie de provincia, que abarca gran parte de la actual, más la de Huelva y el sur de Badajoz.

Era un importante centro comercial, ligado a la élite indígena y al puerto, en el fondo del lago Ligustinus (precedente de las marismas) y donde se establece el punto de unión entre el transporte marítimo y el fluvial, ya que entonces el antiguo Betis (así se llama el Guadalquivir) es navegable por lo menos hasta Córdoba. Tras la guerra entre Pompeyo y César, éste funda (siglo I a.C.), con asentamiento de soldados, una de las nueve colonias romanas de la Bética con el nombre de Julia Rómula, principalmente comercial, mientras la cabecera política y residencial estuvo en Itálica, en la altura de Santiponce, al resguardo de las inundaciones. Efectivamente, Híspalis era un importante centro de intercambio con exportación de productos agrarios (cereales, aceite y vino) y mineros, con importación de artículos de la metrópoli. Como dice Ordóñez, lo que era ?una comunidad más de la cuenca baja del río, se convierte en ?un gran puerto marítimo de transbordo?.

Este autor estudia la ciudad de entonces (de la que poco queda y no hay muchas excavaciones) y se sabe que está amurallada. En la época altoimperial la cerca se arrima a un antiguo cauce del Betis, que iba desde las actuales Alameda, Campana, avenida de la Constitución y seguía, formando un triángulo, probablemente desde el Archivo de Indias a San Esteban, al este; y hasta San Martín, al oeste. Las columnas de la calle Mármoles y las llevadas a la Alameda no son los únicos restos urbanos de Híspalis; también hay monedas, mosaicos, ánforas y otras piezas de las numerosas alfarerías, aras funerarias, inscripciones, pedestales y otras piezas arqueológicas.

El cristianismo se extiende rápidamente por la Bética, aunque se mantienen cultos anteriores (no aceptados, por ejemplo, por las hermanas Justa y Rufina). A la decadencia del Imperio Romano le suceden una serie de invasiones de pueblos centroeuropeos, llamados ?bárbaros?, que modifican la situación, pero sigue existiendo la Bética e Híspalis. Primero son los vándalos (año 426), que prácticamente destruyen la ciudad, después suevos y visigodos, que se enzarzan en luchas internas, mientras los bizantinos ocupan gran parte de la Bética. En el año 585 Hermenegildo, tras convertirse al catolicismo, se proclama rey en Sevilla contra su padre Leovigildo (arriano) hasta que otro de sus hijos, Recaredo, accede al trono en el 586 y transcurre una época de cierta paz.  

Se sabe del mantenimiento del comercio, sobre todo con el norte de África y Oriente (viaje de San Leandro a Constantinopla, asistencia de un obispo sirio en el II Concilio de Híspalis, presencia de comerciantes?) y del control de las sedes episcopales por parte de la nobleza bética. Perteneciente a la familia de los Severianos, procedentes de Cartagena, San Isidoro ejerce en Sevilla labores religiosas y literarias (las Etimologías ).  

Isbiliya en al-Ándalus.  Sevilla, y la Bética en general, habían mantenido relaciones con los vecinos del norte de África, sobre todo cuando la Mauritania era una provincia romana, y en más de una ocasión los mauros entraron por Gibraltar. En 711, el Guadalete  parece que tiene un papel importante en la historia de Andalucía, al situarse ahí, o en la laguna de la Janda, la decisiva batalla  entre el  ejército bereber de Tarik y el monarca visigodo don Rodrigo, duque de la Bética. Son conocidos  todos los añadidos de luchas familiares godas, traiciones (Witiza), decadencia, llamadas a los norteafricanos por el conde don Julián, apoyo de la población autóctona harta de los desmanes germanos, etc. En realidad, todo eso se escribe siglos después y no se sabe lo que ocurre verdaderamente, pero es un hecho la islamización y la rápida formación de al-Ándalus. Así, en el mismo 712, Muza llega a Sevilla, ciudad ?notabilísima por sus edificios y monumentos?, según Machmúa, comenzando un nuevo período de esta ciudad, cuyo nombre es adaptado por la lengua árabe como Isbiliya, cuya pronunciación es similar a la actual.

Primero se trata de un emirato dependiente de Damasco y dirigido por un gobernador, pero pronto la distancia y la identidad de la antigua Bética van alejando a al-Ándalus de Oriente, instalándose en Córdoba un noble de la familia Omeya, Abderrahmán I, que declara independiente al emirato en el 756; y en el 931 Abderrahmán III se proclama califa, cortando incluso el débil vínculo religioso con Oriente Medio. Aunque la capital estaba en Córdoba, Sevilla era la segunda ciudad política y una de las más importantes de entonces. En casi todas las historias se recoge la invasión de los normandos o vikingos desde el río, destruyendo parte de la ciudad en el 844 (aunque no fue la única vez). Son repelidos por Abderramán II, que manda construir una muralla de defensa y unos astilleros o atarazanas.

Durante el Califato, Isbiliya es capital de una cora o provincia, que abarca Aracena, la Vega y la Campiña hasta el Bajo Guadalquivir, con núcleos como Cortegana, Almonaster, Lora, Tocina, Alcalá del Río, Itálica, Tejada, Huévar, Alcalá de Guadaíra, Utrera y Lebrija. Comprende distintos espacios con diferentes recursos: aceite, vino, cereal, frutas, hortalizas, pescado, madera, ganados y hasta caña de azúcar. La ciudad amurallada tiene siete puertas, el palacio del Príncipe (quizás en el primer recinto del Alcázar, fundación omeya del 914) y el del Gobernador  junto a la mezquita Aljama o Mayor, que se encontraba, a su vez, en la actual iglesia del Salvador. El epígrafe fundacional, el más antiguo de al-Ándalus, la sitúa en el 829 (lo que sugiere más de un siglo de iglesias cristianas compartidas, según la doctora Valor Piechotta), bajo la dirección del cadí Ibn Adabas. En la actual Santa Catalina existe también otra mezquita prealmohade.

Según la citada autora, había alhóndigas y mercados  en torno al templo principal, y se realizan ventas extramuros, donde curiosamente ya en esa época había ordenanzas ( hisba  o tratado de mercado de Ibn Abdún) para localizar artesanados que generaban humos y malos olores (alfarerías, tenerías, tintorerías?), además de los cementerios. El aprovisionamiento de agua se hace desde el río, mediante pozos o aguadores callejeros y existe ya una red de alcantarillado.

Tras la disolución del Califato de Andalucía (o al-Ándalus propiamente dicho), se fracciona en reinos de Taifas, encabezando Sevilla una de ellas: primero, en 1023, coincidiendo con el territorio de la cora y, hacia 1086, el reino de los Banu Abad sevillanos tiende a reconstruir Andalucía, pero se mantienen las taifas de Almería y la de los ziríes granadinos. Sin embargo, Isbiliya abarca por el occidente casi todo el Algarbe (palabra que significa precisamente el oeste). En esta época destaca el rey al-Mutamid, buen gobernante, poeta, protector de las artes y propulsor de reformas urbanas (sobre todo, la ampliación del Alcázar Real y de la muralla), pero su alianza con los almorávides para frenar a Alfonso VI le vale el destierro.

La época almohade (1147-1248) es sin duda la más importante para Isbiliya, capital de al-Ándalus, que entonces coincide bastante con el territorio andaluz. Mohammed-al-Idrissi escribe hacia mediados del XII que era una ciudad grande y muy poblada, de murallas sólidas, numerosos mercados y población rica, siendo el principal artículo de comercio el aceite, procedente del Aljarafe, que se vende a Oriente y Occidente por tierra y por mar. El esplendor de épocas anteriores se potencia en ciencias, arte y comercio y, sobre todo, en obras públicas y desarrollo urbano. Según M. Valor, se reconstruye el Alcázar y se amplía el recinto militar, a la vez que la cerca, conocida en 1771 como de 7 km. de perímetro, localizada por la Ronda actual, con 13 puertas (Carne, Carmona, Osario, Sol, Córdoba, Macarena, Real, Jerez?) y dos postigos (Aceite y Carbón).

De las numerosas torres se conservan cuatro: Santa Marta (dentro del convento la mayor parte), la Torre Blanca, en la Macarena; la de la Plata, muy modificada, y la del Oro (que con la anterior formaba parte del Alcázar), fortín militar (como la Blanca y el arquillo de Mañara). Extramuros existen tres barrios: Macarena, Triana y Benialofar (aproximadamente San Bernardo) y destaca la doctora Valor varias actuaciones de reordenación de la periferia. El puente de barcas, para enlazar con Triana y el Aljarafe, y otros menores (Tagarete); conducción de aguas desde Alcalá (17 km., 10 subterráneos) con restos en la puerta de Carmona; residencias de recreo (la Buhaira, almunia con huertos y jardines) y la de Alfaray (San Juan de Aznalfarache). Había además huertos alrededor de la ciudad y tres grandes espacios ganaderos: los prados de San Sebastián y Santa Justa, y la dehesa de Tabladas.

El interior de la muralla comprendía un callejero intrincado (vías estrechas, retorcidas, adarves, pequeñas plazas?), conservados hasta hoy en gran parte, y, según restos y excavaciones, con viviendas generalmente en torno a un patio ajardinado, con fuentes y canales de agua, y utilización de colores de almagra y albero. Existen mercados, sobre todo las Alcaicerías, especialmente para productos de lujo, junto a la Mezquita Aljama (la primera conserva el nombre cerca del Salvador y la segunda próxima a la Giralda: Alemanes, Álvarez Quintero?) También había baños, de los que subsisten parcialmente cuatro. Por último, en época almohade se construye una nueva mezquita aljama (actual catedral, 1172-1182), con actuaciones hasta 1198. Se conserva el alminar (de Ben Baso y Alí Gomarí) y el patio de las abluciones, mientras que la sala de oración subsiste bajo el templo gótico. Del resto de las mezquitas (según M. Valor se conocen hasta 25 topónimos en los casi seis siglos musulmanes), apenas queda nada. Por lo que hace a Triana, parece descartada ya (Ruiz Ortega, 2005) el origen en época romana, cuando ese espacio era zona de paso entre Itálica e Híspalis. Las últimas referencias (sobre todo por las excavaciones en el Mercado) se inclinan por la ascendencia andalusí, principalmente almohade, cuando se construye el castillo.

Sevilla en la Corona de Castilla. El 23 de noviembre de 1248, Isbiliya se rinde al rey Fernando III de Castilla, tras 16 largos meses de asedio, organizándose una serie de actos (militares, religiosos) simbólicos que acaban un mes después con la entrada del monarca. Así, ?aunque el cambio aparentemente es radical, solo lo es en parte, como ocurre en tantos procesos históricos, porque en esta nueva etapa se conjugan factores de continuidad y ruptura? (A. Collantes de Terán). Como ocurre en toda Andalucía (primero en el Valle y luego, finales del XV, en el reino nazarita) cambian las instituciones, la religión, la lengua, pero se mantienen aspectos menos superestructurales, bien que importantes, en lo que suele llamarse legado andalusí, que va más allá de la arquitectura y lo material. Algo que  supone para Andalucía, y concretamente su capital, una gran ventaja como encrucijada de civilizaciones y puente frente a radicalismos excluyentes, reconociendo ese legado, pero también la irreversibilidad de la Historia y la erradicación de las ?reconquistas?.

Uno de los aspectos más cuestionados es el grado de pervivencia  de la población autóctona (porque en el 712 la mayoría de la población era bética, aunque hubo algunos aportes norteafricanos o árabes y habían pasado ya cinco siglos y medio, nada menos), que algunos pretenden totalmente eliminada. A escala andaluza no es así, sino que después de muchos avatares y, tras la última expulsión, pretendidamente total, de 1614, existen suficientes pruebas para afirmar la pervivencia parcial de esa población, totalmente diluida ya, desde luego. Y en el caso concreto de Sevilla, se sabe que hubo una morería, en el barrio de su nombre, después de la revuelta mudéjar de 1264, así como en el campo; entre otros motivos por razones de interés, ya que hace falta mano de obra y las repoblaciones no siempre fueron efectivas. Además, como afirma González Jiménez, la población mudéjar de Andalucía sería mayor de la que reflejan los textos, que citan sólo las aljamas legalmente constituidas, aparte los criados, esclavos o libertos. Y, como también asevera Collantes, determinados censos no recogen una tercera parte de la población (marginados, pobres, mudéjares, judíos?) Resumiendo etapas y según acreditados estudios, como los de Domínguez Ortiz y Vincent, los moriscos antiguos se ven reforzados por los granadinos a partir de 1580, tras la rebelión de las Alpujarras, y cifran en 6.000 los existentes en Sevilla y sus arrabales. El historiador francés Lapeyre recoge la cifra de 7.500 a principios del XVII (casi el 10 % de la población) y otras noticias se refieren sobre todo a  los alfareros de Triana y demás artesanos, ?bajo el disfraz de nombres cristianos?. Al final (aparte los regresos) algunos quedaron exentos (matrimonios mixtos, protegidos de nobles?), sobre todos menores, como los 300 acogidos por el Cabildo hispalense.

La ciudad mantiene las murallas almohades, ya no tanto como defensa, sino como separación del mundo rural, función fiscal, sanitaria (epidemias) y defensa de inundaciones en la parte lindante al río, acumulándose fuera  de las puertas las basuras o muladares y adosándose viviendas progresivamente (Collantes). En el exterior, además del antiguo arrabal de Triana, cuyo límite está en la Cava (Pagés del Corro), surgen los barrios de la Cestería y Carretería, relacionados con el puerto, el Hospital de las Cinco Llagas, algún convento y poco más.

En el interior había espacios, sobre todo en el noroeste, que se van ocupando con un callejero rectilíneo (San Vicente, San Lorenzo), en contraste con el andalusí. Y, aunque muy lenta y parcialmente, se tiende a ensanchar algunas calles, a eliminar saledizos y pasadizos, y a conseguir plazas, aparte de la Mayor (primero ligadas al mercado y después, XV, como ornato), a la vez que se cierran ilegalmente algunos adarves. También las viviendas se transforman algo, abriéndose huecos en las fachadas e introduciéndose  mármol frente al ladrillo, pero manteniéndose otros elementos hasta hoy, como azulejos, patio, adornos, agua. Eso ocurre también en los Reales Alcázares, donde las reformas de Pedro I, en el siglo XIV, mantienen la estética mudéjar con influencia nazarí. Señala Collantes, como evolución, la Casa del Rey Moro, mudéjar, la de Pilatos y de Dueñas, mezcla andalusí con gótico y renacimiento, y la de Mañara, como final del proceso.

Se consagran las mezquitas como iglesias (si bien luego se levantan templos en su lugar, como la misma catedral, y una serie de construcciones mudéjares) y se instalan ermitas, capillas y, fundamentalmente, una gran cantidad de conventos (según Collantes, 78 entre los siglos XIII y XVII). Como en otras ciudades andaluzas, deja una fuerte impronta urbana (verticalidad y robustez frente al pequeño caserío dominante, y, al principio, como San Clemente, una gran extensión, con huertos), aparte la función religiosa.

En el terreno económico, el puerto mantiene relaciones comerciales con África, el Mediterráneo y el Atlántico; y Sevilla es un centro de intercambio de primer orden en unas tierras con productos de fuerte demanda, que generan una serie de factorías (aparte las propias de una ciudad: textiles, calzado, sastres, carpintería, etc., cerca de los dos centros comerciales), ligadas  a los astilleros y a la alfarería para contenedores de exportación. La agricultura era importante y el viajero alemán Jerónimo Münzer,  1494, destaca la ?abundancia prodigiosa de toda clase de frutos, especialmente aceite y excelente vino?, así como la cantidad de agua, sobre todo por el acueducto de 390 arcos, que presta muy buen servicio para el riesgo de jardines, limpieza de calles y viviendas, etc.

Además, la ciudad ejercía una función política y administrativa, siendo cabecera de un alfoz amplio y capital de un reino (heredero territorial del almohade, que comprendía casi toda la provincia actual más Huelva, Cádiz y Ronda), con cierta autonomía jurídica y económica. Primero se le concede el fuero de Toledo, que no se aplica, y después el Fuero Juzgo, llamado también de Frontera, apareciendo en 1283 el anagrama de ?NOmadejaDO?, con varias interpretaciones. Una se relaciona con la fidelidad a Alfonso X  en la guerra contra su hijo Sancho, pero según otros NO-DO se refiere a NOmen DÓmine, existente en otros escudos urbanos europeos. En cualquier caso, el Rey Sabio estuvo muy ligado a Sevilla, donde creó un Estudio General Literario para fomentar el árabe y el latín, permaneciendo aquí la Corte hasta 1478, ya con los Reyes Católicos.

A comienzos del siglo XV se acuerda construir una catedral sobre la mezquita Mayor (?fagamos un templo tal y tan grande que los que lo vieran labrado nos tengan por locos?) con piedra de cantera traída de Morón, Jerez, Utrera y El Puerto de Santa María. Sevilla tenía 20.000 habitantes, que se duplican en un siglo, y se divide en parroquias o collaciones, 24 al principio y tres más, al desaparecer la Judería en 1391. El centro urbano estaba en el mismo sitio de la época almohade; es decir, el Alcázar, la Catedral, Casas del Arzobispo y del clero (calle Abades), Casa de la Moneda, Herrería Real (donde después se alza el Archivo de Indias), Atarazanas, Colegio de San Miguel, Almirantazgo, plaza de San Francisco (plaza Mayor desde el XIII, con el Ayuntamiento y la Audiencia ya en el XVI), cárcel en la calle Sierpes? Queda sólo fuera de esta centralidad, según Collantes, el Corral de los alcaldes ordinarios  y de la Hermandad (San Pedro) y la Inquisición (castillo de Triana), que hasta 1488 había llevado a cabo 700 ejecuciones en Sevilla.

La principal zona comercial también está cerca de la catedral. Era la antigua Alcaicería, donde se vendían sedas, telas y otros artículos y, en su entorno se instalan francos, alemanes, genoveses, notarios y escribanos. En el patio de los Naranjos (de las abluciones en la mezquita) se celebraba una feria anual de la Asunción hasta 1432. El mercado del aceite se instala en el Postigo de su nombre y, al lado, el Alfolí de la sal, existiendo una centralidad comercial secundaria (unida a la anterior por la plaza de San Francisco) en el centro urbano prealmohade, en torno al Salvador, en unas calles cuyos nombres, muchos mantenidos hoy, indican su función: Alcaicería, Alfalfa, Pan, Pescadería? Y en Santa Catalina estaba la Alhóndiga del trigo, quedando fuera de estas centralidades el mercado semanal de los jueves en la calle Feria, celebrándose, asimismo, mercados de barrios, como el de Triana.

Sevilla y América. El protagonismo andaluz en la empresa del Nuevo Mundo no es casual, sino que obedece a razones geográficas, históricas y económicas. Como escribe Mena García, la costa atlántica, sobre todo la onubense y la desembocadura del Guadalquivir, es clave en el siglo XV para la construcción de barcos (para ello era esencial la madera de los bosques de la Sierra) y el acceso a latitudes bajas aprovechando vientos y corrientes, primordial en una época de veleros. Se cuenta con experiencia en la navegación y con marinos adiestrados en pequeñas embarcaciones que llegan a las costas de Guinea y, por eso, de este litoral sale la tripulación y capitanes, tanto en la expedición de las tres carabelas, como en los llamados viajes andaluces de Colón. Se dispone, además, de una plataforma, prácticamente Andalucía, con infraestructuras productivas, agrícolas y financieras. Precisamente Sevilla centra bien ese traspaís y cuenta con el tamaño y las funciones administrativas, económicas, sociales, etc., adecuadas para que su puerto encabezara las relaciones con el nuevo continente.

En 1503 se establece la Casa de Contratación (actual Archivo de Indias), que, como puede leerse en la Enciclopedia General de Andalucía , era depósito y almacén general de todas las mercancías y, desde 1510, tiene ?las facultades exclusivas para entender en asuntos comerciales, concentración e inspección de las mercancías transportadas, concesión de licencias para pasar a Indias, organización de la economía en tierras americanas e incluso en asuntos de administración de justicia?. Aneja estaba la Escuela de Náutica y Cartografía (que atrajo a geógrafos y hacedores de mapas, como Américo Vespucio) y en 1543 se crea la Universidad de Mercaderes, además del Colegio Mayor de Santa María de Jesús en 1506, germen de la Universidad de Sevilla, que en el 2006 celebra el quinto centenario, y el de Santo Tomás. En 1531 el promedio quincenal del tráfico era 30.000 toneladas y en 1600, 167.000, haciendo del siglo XVI la época de mayor esplendor de la Sevilla moderna con casas comerciales de toda Europa, fuerza impulsora de extensión agraria en las campiñas y de manufacturas en casi toda Andalucía y en la misma ciudad. En efecto, la actividad comercial era importante, y las gradas de la Catedral siguen siendo desde el XV lonja de mercaderes y se consolidan las transacciones semanales de animales de labor en San Leandro y del carbón en Santa Catalina. Pero también cuenta el desarrollo de servicios e infraestructuras y oficios artesanales, como la seda, exportada a Europa, y las fábricas de jabón, sobre todo en Triana, donde se localizaban  muchas de las 50 alfarerías sevillanas.

En ese siglo de Oro nacen y viven en el ?Puerto y Puerta de Indias? (donde ?los demonios tienen más manos para tentar?, que decía Santa Teresa) escritores, dramaturgos y poetas: el comediógrafo Lope de Rueda, Antonio de Nebrija, Fernando de Herrera, Mateo Alemán (autor de   Guzmán de Alfarache ), Rodrigo Caro ( Canción a las ruinas de Itálica ), Gutierre de Cetina, Vélez de Guevara ( El diablo cojuelo , ya en 1640). Y puede que desde la Cárcel Real de la calle Sierpes  el mismo Cervantes  comenzara El Quijote . Sí es seguro que en Sevilla sitúa R inconete y Cortadillo y Coloquio de los perros , así como Lope de Vega localiza La Estrella de Sevilla y La Dorotea .

La población pasa de 40.000 a 125.000 o más en esa centuria, constituyendo una de las principales urbes de Occidente, probablemente la tercera, y la primera, sin duda, del Estado español. Tal aumento excede con mucho al natural, por lo que se trata de una ciudad cosmopolita, con mezcla de acentos, culturas y condición, llamada a veces la ?Nueva Babel?. Y en algunos escritos puede leerse que ?se funde lo más noble con lo más truhán: el oro de América, las grandes expediciones, los ideales religiosos, los príncipes de las artes y las letras y los pícaros, los donjuanes, los buscadores de fortuna y los aventureros?. La otra cara de la opulencia (aunque el oro y la plata iban a Madrid), eran esclavos norteafricanos y, sobre todo, negros, que fundan Hermandades como Los Negritos y los Mulatos.

Hubo, en consecuencia, una expansión y mejora urbana, pero sin sobrepasar apenas las murallas de la época almohade, pues nacen o se desarrollan en el XVI y XVII  los barrios de los Humeros, Macarena, San Roque y San Bernardo (Collantes de Terán). En el interior se ocupan espacios libres y se densifica la población, aunque también se abren más plazas, realizándose alguna operación urbanística, en la que destaca en 1574 la conversión de la laguna de Feria en Alameda de Hércules; y, sobre todo, se acaba la catedral y se construyen edificios como las Casas de Pilatos  y las Dueñas. Del siglo XVI hay numerosas noticias de viajeros que corroboran el esplendor sevillano, a la vez que se extrañan de la gran cantidad de conventos y edificios religiosos. Así sucede con el italiano Navagero en 1525 (que se fija precisamente en la exportación de vino, trigo, telas y confecciones), el polaco Lassota en 1584 (que insiste en la producción de las feraces tierras) o Bartolomé Joly en 1604, que relata las grandes ceremonias con que se reciben a las flotas.

La crisis del XVII y el resurgir del XVIII.  El auge anterior sufre un claro corte a mediados del XVII, aunque, antes, la competencia con Cádiz (que ya en 1558 recibe el derecho de registro de naves de Indias) iba en aumento por la acumulación de sedimentos en el Guadalquivir, producto de las avenidas (incrementadas por roturaciones de tierras) y la subida de tonelaje de los barcos. A ello se une un conjunto de catástrofes: epidemia de peste de 1649 (en la que parece que muere casi la mitad de la población, que según algunos pasaría de 130.000 a 70.000 habitantes), inundaciones, crisis financiera europea y un destructivo terremoto en 1680, fecha en que se traslada a Cádiz la Base naval. En 1717 pasa a la ciudad atlántica la Casa de Contratación. El texto del viajero galo Francisco de Bertaut, de 1659, refleja bien la decadencia: ?Llegando a Sevilla no es posible convencerse de que sea digna de la gran reputación que ha adquirido. No hay al presente barcos, a causa de que todo va a Cádiz. Además de eso se ha visto despoblada a causa de la peste de hace veinte o treinta años??

No obstante, y como contrapunto, continúa un cierto auge artístico, sobre todo de pintores y escultores, con encargos de iglesias, conventos, fundaciones, nobles, etc., como los pintores Pacheco, Velázquez, Zurbarán, Murillo (que permanece en Sevilla toda su vida) y Valdés Leal. O los escultores Martínez Montañés y sus alumnos, el cordobés Juan de Mesa y el granadino Alonso Cano. A la vez, y en relación con esa producción de cuadros e imágenes, se reglamentan las hermandades de Semana Santa y se crea la Carrera Oficial. Asimismo, se realizan o acaban notables edificios barrocos: el Salvador, la Caridad, el Hospital de los Venerables, San  Luis de los Franceses y se fundan o construyen nuevos conventos (Santa Cruz, Terceros, Santa Rosalía?), así como casas nobiliarias (Bucarelli, Ibarburu).

En 1672, Jouvin relata una ciudad importante con grandes palacios, fuentes, Plaza Mayor (donde está la Audiencia y casas de ricos orfebres), Alameda, etc., y donde ?el dinero es más corriente y las letras de cambio más baratas?. En 1705, Juan. B. Labat da la exagerada cifra de 250.000 muertos en 1649 y de que cada vez Sevilla era más pobre; en 1755 el terremoto de Lisboa afecta a muchas viviendas (incluso a la Giralda) y hay nueve víctimas. Pero la segunda mitad supone un cierto renacer urbano, estudiado por V. Fernández Salinas (a quien seguimos en este apartado), que alude a la terminación de San Nicolás, a la construcción de la Cilla o almacén del Cabildo, 1770, y a que  los principales  cambios tienen lugar extramuros, donde crecen los arrabales ya citados. Sobre todo San Bernardo por la instalación, sobre unos antiguos hornos, de la Real Fundición de Artillería (1770), y del Cuartel de  Intendencia, en 1780. Antes, en 1761, se comienza la Maestranza de Artillería en el muladar del Malbaratillo; un año más tarde, la Real Fábrica de Salitres  (entre Osario y Sol). Y se realizan reformas en la Alameda y los paseos Barqueta-Torre del Oro, prolongándose hasta Eritaña. Pero la obra más importante, urbana y económica, es la Fábrica de Tabacos (escenario de las andanzas de la famosa Carmen la cigarrera) destacada por viajeros, como Esteban de Silhuette, 1767, que alude a 1.000 hombres empleados. Por entonces, el comercio del puerto se realiza por una parte del reflujo de Cádiz, según consta por un viajero anónimo de 1765.

En 1767 llega a Sevilla el Intendente Olavide, reclamado en 1775 por Madrid por pleitos con la Inquisición, introduciendo en poco tiempo, ?tras más de un siglo de decadencia (?) un proyecto que conecta a la ciudad con las ideas más avanzadas de Europa? (F. Salinas). La divide en cinco cuarteles o distritos con alcaldes de barrio, elegidos entre los vecinos, con competencias de seguridad y ornato; encarga el primer plano urbano en 1771; se sanea la laguna de la Pajería, junto a la puerta del Mar; y se ordena el muelle, murallón y paseo de la margen de Triana. Después de su marcha, se hace la fachada norte de la Casa de la Moneda y la Atahona (hornos de pan) del Pumarejo, con la apertura de la plaza y la construcción del palacio.

En 1787, José Townsend critica que ?la profusión del oro y de la plata sería más sorprendente si la atención no estuviera absorbida por la admiración que excitan los cuadros e innumerables obras de los mejores maestros sevillanos? e indica la importancia del regaliz (se exportan casi 200 toneles al año), adquirido en una parte considerable por las cervecerías de Londres, que lo compraban antes de Italia y de Flandes. Sevilla pasa por contener, dice, 80.268 h. y no estaba mal informado, porque en el censo de 1787 constan  80.915, cuando en Andalucía sólo había cuatro ciudades con más de 50.000 (Cádiz, Granada y Málaga, 51.098) y cinco que pasaban de los 20.000 (Jerez,  45.506, Córdoba, Écija, Isla de León y Antequera, 20.266).

Transformaciones urbanas e industria del XIX.  Comienza la centuria con la epidemia de fiebre amarilla de 1801, que merma la población, y la ocupación francesa entre 1810 y 1812, pero poco después, en 1815, se funda la Compañía del Guadalquivir para recuperar la navegabilidad hasta Córdoba, un proyecto que no se lleva a efecto pero que señala la nostalgia de la época del gran comercio. Y también se mira al río para ensanchar su paseo, previas las intervenciones de Arjona en 1825, alejándose de los arrabales de El Arenal. Aunque la reforma urbana más importante es la Ronda, que se completa y ensancha en los distintos tramos a lo largo de la muralla, obligando a la reordenación del dividido barrio de San Roque. Desde el punto de vista económico, es importante la instalación de la fábrica de loza Pickman en uno de los monasterios (La Cartuja) desamortizados por Mendizábal.

En 1842, Sevilla tenía 100.498 h., por lo que desde 1787 había crecido aproximadamente a una media anual acumulada de sólo el 5 por mil (A. Martín), menos que el crecimiento natural. Desde el enfoque del sistema urbano andaluz, era la única ciudad que sobrepasa los cien mil, seguida de Málaga, Granada y Cádiz (mayores de 50.000), Córdoba, Jerez y Écija (superan los 20.000 h.). Huelva no llega a los 10.000 (poco más de 7.000 h.), mientras Almería y Jaén se acercan a los 18.000 h.

Sevilla era la principal ciudad de Andalucía y no sólo por población, sino por funciones administrativas sobre todo, pues hay que recordar hasta la provincialización de 1833 era la capital de un extenso reino, heredero territorial de la época almohade, siglo XIII, que abarca aproximadamente las actuales provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz, más otras zonas como la comarca de Antequera. Y en buena medida esa circunscripción se mantiene hasta mediados del siglo XIX (y aun después), incluso con el añadido de Córdoba, pues las cuatro formaban la Audiencia Territorial, con más de un millón de habitantes (detrás de Granada, pero con más población que Madrid o Barcelona), y la Capitanía General de Andalucía, con diez cuarteles en Sevilla. La división eclesiástica la hace sede de un extenso arzobispado, que incluye Canarias, mientras que la Diócesis comprende 48 vicarías en las cuatro provincias citadas, más dos en Antequera. Es también centro del Tercio naval, dentro del Departamento de Cádiz, con subdelegaciones en Alcalá del Río y Tablazo; capital provincial, de Intendencia (con tres partidos administrativos: Sevilla, Écija y Osuna) y de partido judicial.

El comercio, ?que un día tuvo grande importancia en sus relaciones con América, ha cambiado completamente de aspecto, y sin ocuparse de aquellas operaciones más lucrativa (?) las ha dado una extensión (espacio) mucho mayor?? (Madoz, 1850). Es decir, que, con el traslado de la Casa de Contratación, la pérdida del monopolio y la independencia americana, el comercio disminuye considerablemente. Aparte de la dificultad de remontar por el cauce a barcos de más de 200 toneladas, con lo que la exportación al extranjero ?se reduce a muy poco. Principalmente azogue, plomo, cobre, aceite de oliva, lana, naranjas, regaliz en pasta y en rama, corcho y rara vez algunos cereales?. Con América no pasan de 3-4 cargamentos al año y con Asia (Filipinas) no suele haber tráfico directo, mientras que el comercio de cabotaje consiste en 130-150 barcos mensuales de 20 a 150 toneladas. Por eso, según se dice en el Diccionario de Madoz, no se hacen grandes operaciones mercantiles, ni se establece la banca. Pero sí existe un Martillo o mercado público mayorista y, también, algunas sociedades importantes, ?formadas por capitalistas?, como la Compañía del Guadalquivir, con el empeño de volver a hacer navegable el Río Grande hasta Córdoba o la de Seguros de incendios. Sin embargo, se echa en falta el Banco Agrícola de Andalucía, proyecto que se aprueba en 1849.

Desde marzo de 1847 existe una feria de ganados para celebrar los días 18,19 y 20 de abril en el extenso prado de San Sebastián, registrándose casi 20.000 cabezas, que se duplican en 1848 y sobrepasan las 60.000 al año siguiente. La mitad, de carneros y borregos, aunque había toda clase de ganado (casi 9.000 equinos). Es cierto que entonces eran concejales el catalán Bonaplata y el vasco Ibarra, pero ellos no inventan la actual feria de abril, como a veces se insinúa, sino que el ambiente andaluz se introduce en el recinto posteriormente. Había otra feria, el Rastro, en la Puerta de la Carne, en los tres días de la pascua de Resurrección (por la ?costumbre de regalar y comer corderos en aquellos días?), el mercado de cerdos cerca de los Humeros, el de caballerías tres veces por semana en la plaza de la Paja y el de toda clase de objetos los jueves en la calle Feria. En la Casa Lonja estaba el Tribunal de Comercio, con origen en 1543, y que comprende la Junta, el Colegio de Abogados y los Corredores de Lonja. La agricultura no era desdeñable, estando cultivado el 63% del término, 7% en regadío (huertos y naranjales), 18 de olivar y 38% de secano. El transporte, además del fluvial (tres vapores hasta Bonanza en 7-8 horas ), se realizaba con carruajes (diligencia, galeras?), de los que sólo había un servicio para Madrid (aparte algunas mensajerías), diario o cada tres días ?según la estación?; mientras que existe comunicación (tampoco muy frecuente) con Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Granada, además de pueblos cercanos.

Pero era la industria la principal actividad, existiendo en la ciudad una notable presencia de la militar: La Fundición de Artillería, en la Huerta del Rey (?el establecimiento mas completo y que fabrica las mejores piezas de artillería de bronce en Europa?), consta de fundiciones y numerosos talleres (máquinas, moldes, carpinterías?) Tiene origen privado, Juan Morel (1565), y en 1634 pasa a la Hacienda del Estado. En la Maestranza de Artillería (?en la Resolana, frente a la Torre del Oro?) se fabrican toda clase se servicios para ese cuerpo y en amplios salones se acumulan gran cantidad de armas; y en el antiguo convento de Santo Tomás se localiza una fábrica de fusiles. La Pirotecnia militar (?para cápsulas ?casi cuatro millones? y chimeneas de fusiles a pistón y cuantos fuegos artificiales necesita  el cuerpo de artillería?) se halla en la Enramadilla  y se pretende ampliar para laminar el cobre de Riotinto. Entre las puertas Osario y Sol está la fábrica de Salitre y Pólvora, abandonada por ruinosa a mediados del XIX. En 1833 se construye la Plaza de Armas o Campo de Bailén entre las puertas de Triana y Real.

El Astillero (?el primero que en España construye un buque de vapor?) se sitúa a la derecha del río, y en la fábrica de Tabacos, de 1757, trabajan 4.542 personas en 1849 (3.054 cigarreras), aproximándose la producción de 1847 a los tres millones de libras (cigarros, la mitad, cigarrillos, picado y rape). En el terreno privado destacan varias empresas: la fábrica de loza de la Cartuja (instalada desde principios del XIX con varios talleres, torres y chimeneas y un huerto con más de 3.000 naranjos y limoneros) cuenta con unos 400 operarios. En el antiguo convento de San Antonio está la fábrica de hierros y máquinas de Narciso Bonaplata (que compite bien con el hierro vizcaíno,  Bernal, 1988) con 150 operarios. De allí salen varios puentes, como el que se construye en Triana; así como aparatos para industria, agricultura y comercio (tejidos, hidráulicas, molinos, vapores de barcos), instándose en el Diccionario  a que se marquen aranceles a las maquinarias procedentes del extranjero ?como hacen ellos?. Después había bastante producción textil, que ocupa una considerable cantidad de mano de obra. Algodón de Calzada y Munilla, con 292 empleados; Hilados de  Lana, Los Amigos (150), Tejidos de Seda Castillo y Povea (400), con exportación a toda Andalucía, Extremadura, Madrid, Baleares, Canarias y América; Tejidos de Hilo, La Alianza (hilos, lonas, lienzos, mantelerías, toallas...), con 200 operarios.  

Había otras industrias: cristales, curtidos  San Diego (100 personas), jabón (100 también), extracto de regaliz ?abundante en las vegas?, refrescos San Fernando y una fábrica en la calle Sierpes, de gas lumínico de vino, ?transparente, limpio y respirable?. En realidad, Sevilla y Málaga representan los inicios de una industrialización andaluza en las dos especialidades motores de la revolución industrial (comenzada en Inglaterra en el XVIII, la textil y siderúrgica) y del crecimiento urbano.

Sevilla cuenta con bastantes equipamientos para esa época, mitad del XIX. La instrucción pública se asienta en escuelas primarias orientadas hacia los menos favorecidos, y sustentadas por organismos públicos, sociedades, la Iglesia y otras instituciones, existiendo 123  escuelas privadas y varios colegios, así como una enseñanza de adultos. Había un seminario, un colegio real de segunda enseñanza en San Telmo (trasladado a San Diego, por haberse enajenado el palacio a los Duques de Montpensier), Escuela Normal y Universidad Literaria, en la calle de la Compañía, que experimenta reformas a partir de 1845. De esta manera, a los estudios anteriores de Filosofía, Teología, Derecho y Medicina se unen Física, Química, Botánica, Zoología, Mineralogía, Matemáticas y Geografía. Había también varias corporaciones científicas: Academias (de Buenas Letras, Nobles Artes de Santa Isabel, Medicina y Cirugía), la Sociedad de Lectura, creada por artesanos, Archivo de Indias en la Casa?Lonja, Bibliotecas (Colombina en el Patio de los Naranjos, Provincial y de la Universidad), Museo de la Merced (que recoge obras de arte tras la exclaustración conventual) y otros privados, así como Galerías (Bravo, Díez, Larrazábal).

La sanidad contaba con varios Hospitales (además de cementerios): Cinco Llagas o de la Sangre, San Hermenegildo, San José o Casa Cuna, San Lázaro, de la Caridad, San Bernardo, los Venerables, Santa Marta y otros. Y había instituciones de beneficencia (Hospicio, Asilo de mendicidad) y de ayudas y préstamos: Monte de Piedad y Caja de Ahorros y una Sociedad Filántrópica de Sevilla. Los edificios  destinados al culto, recogidos por Madoz,  engrosan una larga lista, como en muchas ciudades andaluzas donde hay tan gran número de cristianos nuevos. Además de la Catedral y la Colegial del Salvador, se citan  hasta 30 parroquias, 71 conventos de frailes y monjas (algunos desaparecidos y otros con cambio de uso), cuatro beaterios y 18 capillas y ermitas. Estaba también el Palacio Arzobispal y se menciona el vía crucis, que acaba en el Templete de la Cruz del Campo, desde 1482, sobre el acueducto que iba a la Puerta de Carmona. Los edificios civiles estatales y municipales eran la audiencia, las atarazanas,  casa de la moneda, aduana, alfolí de la aal, alhóndiga, atahonas del Pumarejo, el matadero y la fábrica de tabacos.

No faltan instalaciones de ocio: teatros (San Fernando, con 3.000 asientos, el Principal, con 1.250, Hércules y Guadalquivir, en Triana, etc.), plaza de toros, casino en la plaza del Duque, escuelas de baile, Sociedad Filarmónica, Sociedad de Equitación y, con otras características, la Maestranza de Caballería, cuyos componentes ?pertenecen a la más esclarecida nobleza?, obteniendo los fondos de las corridas, que presiden hasta 1834, en que lo hace el Gobernador Civil. Existen varias casas de Baño (Armas, San Vicente, Sierpes, Magdalena) y lugares de recreo (Alameda de Hércules, Salón de Cristina, Delicias de Arjona, con bastante arbolado, Paseo de la Ronda y plazas arboladas ?que sirven de paseos?). Se mencionan varias Romerías (Rocío, ?a la que concurren vecinos de Triana?; Torrijos, en Aznalfarache, y Santiponce) y velás (Santa Ana, Virgen de los Reyes y el Corpus).

Por lo demás, la ciudad propiamente dicha conserva la muralla almohade con un perímetro de 1,3 leguas, con 166 torreones y 15 puertas (dos de ellas consideradas Postigos, del Carbón y del Aceite). Se divide en cuatro cuarteles o distritos (Salvador, Macarena, San Vicente y San Román) con un total de 111 plazas y 477 calles.  Extramuros hay siete arrabales, además de Triana: Humeros, Macarena, San Roque y la Calzada, San Bernardo, Carretería y Resolana, Baratillo y La Cestería. En 1844 se acaba el puente de Hierro de Triana (que sustituye al antiguo de barcas, existente desde su instalación en  1171 por Abu Jacob) y se prevé en el Diccionario  que en 1850 estará acabado el de piedra, iniciado en 1845, al lado de la Torre del Oro. Sevilla cuenta con 25 alcantarillas  o puentes de un solo arco sobre  el Tagarte, Tamarguillo y algunos caminos. De los Caños de Carmona (con 410 arcos, que conducían agua de Alcalá de Guadaíra desde la época andalusí) se nutren 15 fuentes dentro de la ciudad y siete en los arrabales, mientras diez se alimentan de la fuente del Arzobispo (a 1,3 leguas al Este). Hay 2.800 farolas, servicio de limpieza, celadores nocturnos o serenos y un servicio contra incendios.

La segunda mitad del siglo XIX viene marcada por dos grandes operaciones urbanas. A partir de 1868 se derriban las murallas almohades, para propiciar la expansión, aunque visto desde la actualidad nos parece un verdadero disparate, ya que hay formas de compatibilizar el crecimiento con la preservación del patrimonio. Queda el lienzo de la Macarena, el Jardín del Valle y poco más. Por otro lado, aunque mejoran las comunicaciones hacia el exterior, la instalación del ferrocarril (las dos estaciones, Plaza de Armas, 1853, y San Bernardo) polarizan dos posibles crecimientos (A. Martín) dirigidos principalmente hacia el Este hasta 1992. Las vías vienen a suponer otras barreras, como dice F. Salinas, al primar los intereses de la compañía y del puerto sobre los de la ciudad.

Igualmente ocurre con la reorganización de la periferia (Puerta de Triana, Plaza de Armas) y del mismo borde de la Ronda, donde se instalan algunas industrias. En el interior se aprovecha la desamortización para ganar solares sobre edificios religiosos o cambiarlos  de uso, a la vez que se abren o mejoran plazas (Museo, Magdalena, Santa Cruz, Cristo del Burgo) sobre todo la Nueva, organizándose el espacio hasta la Campana (O´Donnell, Velázquez y Tetuán).

Según A. Martín, el hacinamiento y la falta de viviendas se convierten en el principal problema y la mortalidad en el último cuarto del siglo XIX era muy elevada (más del 30 por mil), lo que explica que entre 1842 y 1900 (147.271 habitantes) el crecimiento medio anual sea del 6 por mil. Por lo demás, la residencia de los Montpensier en el palacio de San Telmo, crea una especie de pequeña corte en el momento del Romanticismo, representado por el sevillano Gustavo Adolfo Becquer, autor, entre otras, de las famosas Rimas y leyendas , a la par que periodista, músico y dibujante. También, como el resto de Andalucía, Sevilla es visitada por viajeros románticos que difunden una exagerada imagen, aunque cierta en parte.

El siglo XX. Sevilla entre dos Exposiciones universales.  A principios del XX continúa la instalación industrial, sobre todo la Cruz Campo en 1904, pero el crecimiento demográfico fue escaso hasta 1910 (153.258 h) y es que, como dice Fernández Salinas, Sevilla era una ciudad  de condiciones higiénicas, sociales y urbanas difíciles en un entorno, Andalucía, de economía rural y escasa industria. Aparecen distintos proyectos en un intento de transformación y de cumplimiento del Plan de Ensanche de 1924, realizándose obras con relación a la Exposición Iberoamericana, inaugurada en 1929. Obras que explican un fuerte crecimiento demográfico: añadiéndose más de 50.000 habitantes en 1920 (205.723); esto es un 33% en tan solo diez años (aunque sólo el 6% entre 1920 y 30). Y es que en esas fechas se prepara lo que supone una expansión de calidad hacia el sur de la ciudad, aunque aparecen infraviviendas y chozas en la periferia.

La edificación de hoteles (Alfonso XIII) y alojamientos (Eritaña, Ciudad Jardín) transforma la Puerta de Jerez, se inician nuevos barrios (Heliópolis y Porvenir) y organiza viarios. La Plaza de España, de Aníbal González, el Parque de María Luisa y la Plaza de América (con los tres pabellones de recuerdos, góticos, mudéjar y renacentista) cambian todo un espacio con predominio de arquitectura regionalista. A la vez surge el conjunto Casino-Teatro Lope de Vega, que inicia la avenida de María Luisa con algunos pabellones iberoamericanos, hasta el neomudéjar Costurero de la Reina, para desembocar en la avenida de la Palmera (luego residencia de la oligarquía sevillana), con más pabellones, hasta el de Marruecos, Brasil y México.

Antes y después de la Exposición del 29 hay hechos y actuaciones destacables: primeras navegaciones aéreas desde Tablada, 1926; obras hidráulicas contra las inundaciones; corta de Tablada y desplazamiento del puerto hacia el sur; inicios del barrio de Nervión, con el modelo ciudad jardín,  y la organización de la calle Luis Montoto, con el matadero y la cárcel en el límite externo; puente de San Bernardo, parque de Bomberos; reformas internas, sobre todo la Avenida de la Constitución, zona de Canalejas, Campana-Villasís? Sin embargo, los equipamientos escolares fueron escasos, así como las viviendas obreras (poco más que las de Ramón y Cajal), apareciendo asentamientos marginales, de latas, cartones y miseria (en Amate, durante la Exposición, y en otros sitios, después), llenos de inmigrados desde el campo, que, en el mejor de los casos, se hacinaban en corrales y modestas casas de vecindad (F. Salinas).

Durante la II República fracasa el intento de sublevación del general Sanjurjo, no así el de Franco, que tiene en Sevilla a Queipo de Llano, que controla la ciudad. Tras la Guerra Civil, hay una oleada inmigratoria desde gran parte de Andalucía, siguiendo una falsa propaganda, prometedora de trabajo pero con una realidad pretérita (?puerto de Indias?, ?emporio del Guadalquivir?), de manera que entre 1930 y 1950 (374.138, casi el cuádruple en un siglo) la población crece en 156.000 habitantes, parte de los cuales viven en malas condiciones en suburbios (Vacie, Erillas, Huesero, Manchón, Máquinas?) con subempleos en el mejor de los casos; temporeros los hombres y limpiando casas las mujeres, proliferando instituciones de caridad.

Durante los años treinta se levantan los nuevos barrios de La Barzola, Bellavista (incorporado al municipio sevillano en 1937), Los Carteros, La Dársena, Miraflores, Patrocinio, San Jerónimo, Torreblanca de los Caños y Vista Hermosa, con casas unifamiliares, más rurales que urbanas, de una sola planta. Después, aparte de Los Remedios, separado de Triana por República Argentina, de cierta calidad, aparecen barriadas de tipo social, como Candelaria, Tardón o Los Pajaritos, y como obra importante hay que mencionar la construcción de esclusas y la desviación del río por la vega de Triana. El Polo de Desarrollo de Sevilla vuelve a atraer población, que tampoco ve cumplidas las expectativas, al instalarse pocas industrias, pero la población continúa creciendo y en 1970 pasa del medio millón.

Los primeros ayuntamientos democráticos elaboran planes urbanos y se comienzan las obras del metro, paradas a principios de los ochenta, habiéndose ampliado antes el aeropuerto, tras una temprana historia aeronáutica, que incluye a principio de los treinta la condición de terminal de Europa hacia América. La consecución de la Autonomía para Andalucía tras el Referéndum del 28-F y la aprobación de un Estatuto de autogobierno en 1981 posibilitan el acceso oficial de Sevilla a la capitalidad de Andalucía. Esto supone el aumento de su función administrativa y, desde el punto de vista urbano, el uso, a veces rehabilitación, de edificios históricos, como el Antiguo Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento, y el de San Telmo, presidencia de la Junta, además de la localización de Consejerías.

Pero es la Exposición de 1992 la que introduce un impulso económico, urbano, de infraestructuras e imagen, aunque ésta ya estaba desarrollada a nivel mundial. La llegada de la alta velocidad, la ampliación y modernización del aeropuerto, la circunvalación SE-30 y las autovías hacia Granada y Málaga, por un lado, y a Huelva, por otro, potencian de forma extraordinaria las comunicaciones y accesos a la ciudad, en la que se construyen varios puentes (Descubrimientos, Delicias ?en sustitución del de Hierro?, Barqueta y Alamillo). La instalación de la nueva estación del AVE en Santa Justa deja libre dos obstáculos urbanos, el edificio de San Bernardo y el de Plaza de Armas (centro comercial y de ocio ahora) y recupera la degradada zona férrea de Torneo, convertida en amplia avenida y paseo fluvial, hasta casi San Jerónimo, al menos por la orilla izquierda. Además, se rehabilitan edificios y se construye el Teatro de la Maestranza.

Se amplía el plano con la recuperación de la isla de la Cartuja, con la rehabilitación del Monasterio y las fábricas de loza e instalación de la Exposición  con los distintos pabellones, algunos de los cuales  se han mantenido. Y, tras algunos años de indecisión (que frustra expectativas y no integró el nuevo espacio), se decide la creación de un Parque tecnológico (saturado ya) y una zona de ocio y turismo, Isla Mágica (1997), de dudosos resultados.

Después del 92, Sevilla entra en una especie de letargo, en gran medida porque las inversiones del Estado apenas existen (con la justificación o excusa de lo gastado en el 92, de lo que solo una parte quedó aquí), lo que también plantea, como dice F. Salinas, la falta de iniciativas locales y empresariales. Recientemente, las cosas parecen estar cambiando y se instalan nuevas industrias, aeronáuticas sobre todo, se proporciona suelo a otras existentes importantes (Abengoa, Cruzcampo...). Se retoma el metro, cuya línea 1 (Mairena del Aljarafe-Dos Hermanas, pasando por Puerta de Jerez) está muy avanzada y existen proyectos de otras más. Acaba de peatonalizarse San Fernando-Avenida Constitución-Plaza Nueva con instalación de un tranvía y perspectivas de continuar por el centro histórico. La cohesión de barrios entra también en los planes y, sobre todo, cambiar el concepto de ciudad por el de Área Metropolitana. (Pilar Almoguera, geógrafa).

Porque precisamente desde hace unos años el crecimiento se experimenta más en la orla o periferia (Aljarafe, Dos Hermanas?), debido a diferencias de precio y de calidad de vida (perdida cada vez más por los problemas de tráfico) sobre la propia Sevilla (de donde hay  desplazamientos a esa periferia). Así, aparece un modelo, existente en muchas otras ciudades, de núcleos, urbanizaciones, grandes centros comerciales, de ocio, sanitarios y educativos?, que anulan la distinción municipal. Es muy significativa a este respecto la desaceleración del crecimiento poblacional en el municipio de Sevilla en beneficio de otros. De este modo, la capital, que tenía en 1950 el 34% de la población provincial (el 27 en 1842) y llega en los noventa casi al 40, pasa ahora a tener el 37% de la población provincial. Y, más significativo aún, entre 1970 y 2005 el porcentaje de incremento total en Sevilla, Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas, Tomares y Mairena del Aljarafe (poco más de 3.000 y casi 40.000 en ambas fechas) es, respectivamente, del 30, 94, 189, 428 y 933%.

También está la reordenación de toda el área metropolitana, sobre todo en las infraestructuras, la recuperación total del Guadalquivir, especialmente en la ribera derecha, y, como apunta F. Salinas, la puesta en marcha de un gran proyecto cultural, tipo Ciudad de las Ciencias de Valencia o Guggenheim. Sin desechar las potencialidades del flamenco (bienal, moda, gran exposición?), son otras las posibilidades de futuro, en las que Sevilla debe insistir en su condición de puente cultural y enlace de los arcos europeos del Mediterráneo y el Atlántico.

Plano, monumentos y turismo. A grandes rasgos, la primera apreciación que se extrae sobre el plano de la ciudad de Sevilla es que se distinguen dos grandes estructurantes (el río Guadalquivir y el trazado del ferrocarril), que marcan las dos áreas principales que reconocemos en la ciudad: la central desarrollada dentro de la ciudad amurallada y el cauce del río; y el área de extensión al este, norte y sur de aquélla, crecida entre los tendidos iniciales de las líneas del ferrocarril. En conjunto, se nota la ciudad histórica dentro de la Ronda y en el exterior otra especie de corona, la SE-30, surcando el espacio intermedio unos ejes estructurantes (Ramón y Cajal, Luis Montoto o Carretera de Carmona), pretéritos caminos que salen de las puertas de la cerca.

La zona central de Sevilla, o casco histórico, es el enclave originario que se aparece en torno al cauce del río Guadalquivir y las antiguas murallas almohades, formando una especie de ?almendra? rodeada al este y norte por la Ronda (avenidas Menéndez y Pelayo - Recadero - María Auxiliadora - Ronda de Capuchinos - Resolana), extendiéndose hasta la primitiva línea de ferrocarril a Cádiz (calles José María Moreno Galván - Juan de Mata Carriazo) y el Prado de San Sebastián. Mientras, por el noroeste queda delimitado desde la antigua línea de ferrocarril a Córdoba (estación Plaza de Armas y calle Torneo) y por el curso primitivo del río.

Por su parte, al sur del Casco Histórico de Sevilla se extiende la zona Sur de la ciudad, que comprende el área de crecimiento más allá del muro de la Fortaleza-Palacio del Alcázar y del viejo curso del arroyo Tagarete. O, lo que es lo mismo, al exterior de la Puerta Jerez-Cristina, Real Fábrica de Tabacos-Puerta Nueva o de San Fernando, y del Prado de San Sebastián. Sus límites son: al este, la línea de paso del ferrocarril interior entre la salida de la Estación de San Bernardo y la Estación de enlace de la Salud; hacia el sur, las avenidas que recorren el ámbito del puerto: Paseo de las Delicias, Avenida de Santiago Montoto y de la Raza, y su prolongación, hasta el encuentro con la carretera de Cádiz, tras el cruce con el nuevo canal del Guadaíra. Este amplio territorio, ocupado originariamente por grandes propiedades, haciendas, cortijos y dehesas (como las de Tablada, Tabladilla o la del Colegio Seminario de San Telmo) y algunas huertas (como la de la Salud, de Mariana o del Carmen), se verán desarrollados por una serie de grandes proyectos urbanísticos en el primer tercio del siglo XX. Por un lado, las obras de mejora del Puerto, de la ría del Guadalquivir y de su desembocadura; y las del ensanche de Sevilla, que incluye el Parque de María Luisa (fruto de la donación a la ciudad de los jardines botánicos de la Infanta del mismo nombre) y los espacios urbanizados por la Exposición Iberoamericana de 1929 (como la Plaza de España en la zona sur). Por otro, el desarrollo, primero industrial y posteriormente residencial, del viejo camino a Dos Hermanas (avenidas de la Borbolla y Manuel Siurot), con barrios-ensanches tan significativos como El Porvenir, Elcano, Bami, Heliópolis o Los Bermejales, a los que sumar los paseos paralelos al río, como la Avenida de la Palmera. Todo ello hace de esta zona Sur el área más abierta de la ciudad, con un marcado carácter de ciudad jardín, pero también con barrios marginales como el Polígono Sur.

La parte oeste de la ciudad (al oeste de su área central o Casco Histórico) está delimitada por el antiguo cauce del río Guadalquivir y la corta de Tablada al este, desde San Jerónimo (al norte) hasta la Punta del Verde (al sur); mientras que al oeste lo está por las cortas de Triana y de la Cartuja. En consecuencia, esta zona favorece la relación inmediata de Sevilla con su río y su puerto, y con los núcleos exteriores de la cornisa del Aljarafe a través de diferentes puentes e infraestructuras de paso. La zona este contiene espacios con valores paisajísticos y singulares, áreas agrícolas de cultivos y huertos ribereños al norte y al sur, y zonas de recreo y descanso. Efectivamente, todo este gran espacio contiene los terrenos agrícolas de Torrecuéllar; la parte fundamental del Puerto, Astilleros y Dársena del Centenario; la implantación industrial de Construcciones Aeronáuticas (CASA); la Base Militar de Aviación y su núcleo residencial Tablada; el barrio histórico de Triana; el Ensanche de los Remedios; y, finalmente, el territorio agrícola de la Cartuja, donde cabe destacar el Monasterio de la Cartuja, y el cortijo del Alamillo (reconvertido en parque metropolitano), ordenados por la Exposición Universal de 1992.

Por su lado, la zona este de la ciudad (reconocida así por su posición respecto al Casco Histórico y la Ronda de la Muralla) se ha desarrollado entre la línea interior del ferrocarril que va desde Santa Justa a San Bernardo y la línea exterior que alcanza desde Majarabique a La Negrilla y La Salud. Esta zona ha crecido desde principios del siglo XX con escasas conexiones viarias con el casco histórico, debido a su ?separación? de aquella por la presencia del arroyo Tagarete, que se salvaba a través de pequeños puentes (de Carmona, de la Carne, de la Enramadilla, vinculados con las antiguas puertas de la ciudad), y a una serie de pasos a nivel sobre las vías (el de la Carretera de Carmona, Felipe II o la Ronda de Su Eminencia). Esta parte de la ciudad se va expandiendo mediante ensanches y barriadas, como la de Nervión, y polígonos de iniciativa pública (como los Pajaritos o Rochelambert) a partir del desarrollo de un sistema de vías y carreteras radiales (que posteriormente se convirtieron en carreteras) como la avenida de Miraflores, Carretera de Carmona, la calle Oriente, Luis Montoto, Eduardo Dato o la Cruz del Campo; las cuales se articulan en grandes plazas o cruces (Gran Plaza o Kansas City). Dicho crecimiento también permite conectar la ciudad con dos grandes instalaciones: el Aeropuerto de San Pablo (al noreste) y la antigua Universidad Laboral (al sureste).

Por último, en el plano de Sevilla se aprecia que la ciudad también crece por la zona al norte del Casco Histórico y la Ronda de la Muralla más allá del primitivo barrio en torno al Hospital de la Sangre, sustituyendo las antiguas huertas por los usos industriales (y, posteriormente, residenciales) y configuran el actual tejido urbano con una estructura compuesta por variedad y diversidad de barrios (Pío XII, La Barzola, El Fontanal, Árbol Gordo, Cisne Alto, El Cerezo...), que dan lugar a una ?ciudad de ciudades?, en la que cada barrio surgido a ambos lados de un camino, convertido en calle o avenida, posee una organización interior independiente y completa (la parroquia, los pequeños comercios y servicios...) Entre esos caminos-calles-avenidas destacan la Carretera de Carmona (continuando la Puerta del Sol que penetraba en el Casco Histórico), el camino de la Algaba, la carretera a la Rinconada o la de Brenes, todos los cuales van confluyendo en la Puerta de la Macarena. Junto a éstos, transversalmente se encuentran otros que también hoy se convierten en calles, avenidas o carreteras, como es el caso de la Avenida de Miraflores, la de Pino Montano, o la Avenida de la Cruz Roja.

La rica historia de Sevilla deja una serie de monumentos y restos arqueológicos, difícilmente reseñables en tan poco espacio. Se recuerda el tesoro del Carambolo, de la época tartésica, las columnas romanas de la calle Mármoles y las trasladadas a la Alameda, además de diversas piezas procedentes de Híspalis e Itálica, así como excavaciones (las recientes de la Encarnación, por ejemplo). La época andalusí es mucho más rica, empezando por el mismo casco histórico con una parte del callejero retorcido y estrecho. También las murallas almohades (Macarena, Jardín del Valle?), con dos torres (Blanca y Santa Marta) y los nombres de varias puertas (Carmona, Osario?). De la época andalusí son las bases de los Reales Alcázares y el sistema defensivo de las torres de Abdelazíz, en el Arquillo de Mañara, de la Plata, transformada después, y la almohade Torre del Oro (probablemente, donde se acuñaba moneda),  vigía del puerto (se dice que existía otra en la orilla de Triana unidas con una cadena) y baluarte del Alcázar, de aspecto macizo y planta dodecagonal, que hoy alberga un pequeño Museo Naval.

También son de origen andalusí las Atarazanas y el palacio de la Buhaira y, sobre todo, los restos de la primera mezquita mayor, de la que quedan en el Salvador la estela fundacional, el patio con arcos y el arranque del alminar, al igual que el de  Santa Catalina. De los muchos Baños han quedado, más o menos modificados, el que  ha dado nombre a la calle (el de la Reina Mora), y los situados en Mateos Gago, Mesón del Moro y Santa María la Blanca. También hay restos del acueducto almohade (Caños de Carmona), que conducía agua desde Alcalá y, según Madoz, el campanario de San Lázaro, torre construida por ?dos hermanos árabes llamados Gausines?. Pero, sin duda, lo más importante es la herencia de la mezquita sobre la que se construyó la catedral, como el patio de los Naranjos (de las abluciones), algunas puertas (del Perdón, Oriente, Lagarto) y, sobre todo, el alminar (1184-1196), denominado Giralda por la veleta, símbolo universal  de Sevilla, obra  del arquitecto Ben Baso en época almohade, de encajes de lacería y ventanas dobles de arcos lobulados (con añadido del campanario en el XVI) y casi 100 metros de altura.

El mudéjar (continuación del arte andalusí en arcos, artesonados, azulejos, torres como alminares de ladrillo) está muy bien representado en una serie de iglesias: Santa Catalina, Santa Marina, San Marcos, con torre que imita a la Giralda, Omnium Sanctorum, San Esteban? y casas palaciegas como las del Rey Moro, Pilatos o las Dueñas. Pero especialmente el arte mudéjar con influencia nazarí se halla en los Reales Alcázares, de fundación califal (Abderramán II, a raíz de la invasión normanda del 844). Es fortaleza abadí (al-Mutamid añade el llamado alcázar del puerto, donde estaba la ceca o fábrica de monedas), transformada por los almohades y reedificada por Pedro I con alarifes andalusíes, con añadidos posteriores, perviviendo del edificio primitivo la muralla, puerta principal y patio de armas. Destaca la puerta del León, los patios de  Yeso y la Doncella, la fachada del palacio de don Pedro, el Salón de Embajadores, el Pabellón de Carlos V y los jardines.

Conviene advertir que en Sevilla, como en otras ciudades andaluzas, no sólo hay una gran variedad de estilos arquitectónicos, sino que las mezclas se encuentran en un mismo edificio, como en los Reales Alcázares y en tantos otros que se han comentado; sea por añadidos en el tiempo o por la propia concepción inicial, como el convento de Santa Paula (gótico, mudéjar y renacentista), Santa Clara, en cuyo jardín radica la Torre de Don Fadrique, de estilo románico tardío. O el Monasterio de San Clemente, del XIII, con artesonado mudéjar, espadaña manierista y fachadas barrocas.

El gótico está en la iglesia más antigua de Sevilla, Santa Ana (1273-1280), aunque tiene modificaciones posteriores (siglos XIV y XVIII). Pero donde mejor puede admirarse es en la magna catedral, cuyas piedras son talladas y colocadas entre 1402 y 1519, continuando después algunas obras, y resultando uno de los más grandes  templos cristianos, con 5 naves y más de 40 capillas, localizándose en la Mayor el Retablo más grande del mundo, ante el cual cantan y bailan los Seises en el Corpus. La talla y taracea de la sillería mezcla gótico, mudéjar y plateresco. En  Sacristías y Capillas (destaca la Capilla Real) se albergan obras de gran valor (Murillo, Alonso Cano, Zurbarán, Martínez Montañés, Valdés Leal, Goya, Arfe?) y, en general, es una obra admirada y elogiada  por diversos escritores en distintas épocas.

El Renacimiento responde al auge comercial del siglo XVI y aparece bien representado, a veces por obra de Vandelvira, en iglesias (Santa Isabel), conventos (San Clemente, 1255-1260, pero reformado después; es fundamentalmente renacentista, con artesonado mudéjar en la iglesia), casas palaciegas (de los Medina Sidonia, conocida como de Pilatos, con las mencionadas mezclas de estilo). Y principalmente en obras civiles:  el Ayuntamiento (1527-1564), en las antiguas Pescaderías, siendo Diego de Riaño el autor de la fachada plateresca de San Francisco (lugar de torneos, fiestas y autos de fé), mientras que la otra ala es neoclásica del XIX. Destaca el arquillo entre las dos plazas y la Pinacoteca, que aloja importantes obras de arte. Y también es renacentista, de finales del XVI, sobre planos de Herrera, la Lonja de Mercaderes (función realizada en las gradas de la catedral o hasta en su interior) convertida en Archivo de Indias en 1785 y que conserva hoy casi toda la documentación de una prolija burocracia relativa a aquel continente. En 1500 se funda el Hospital de las Cinco Llagas, obra de Hernán Ruiz, hoy sede del Parlamento Andaluz

Pero es sin duda el barroco (sobre todo el exuberante propio de Andalucía), de la época de auge comercial y sus prolegómenos, el que marca el paisaje urbano de Sevilla y conserva en sus interior valiosas obras pictóricas y escultóricas. Se trata de iglesias, como la del Salvador (1674-1712, con uso de ladrillo y costumbre andaluza de tejados y cúpulas con azulejos, e interior con uno de los retablos más destacados), Magdalena (1691-1709, con cierta influencia incaica e interior de estucos y maderas doradas), San Luis (1699-1731, de la dinastía de arquitectos sevillanos los Figueroa), Santa María la Blanca (sobre el solar de una sinagoga), del Sagrario (cara oeste del patio de los Naranjos), San José, de los Terceros? E instituciones ligadas a la Iglesia, como el Palacio arzobispal (estructurado en dos patios centrales, con portada barroca de 1705 y espléndida escalera), edificio de la Merced de 1612, desamortizado y hoy convertido en Museo de Bellas Artes (una gran pinacoteca con pinturas de Velázquez, Murillo, Zurbarán y otros), el Hospital de los Venerables (barrio de Santa Cruz) o la Capilla de los Marineros en Triana, donde tiene su sede la imagen de la Esperanza. Y también está la fachada del Palacio de San Telmo (1628-1734), uno de los mejores ejemplos del barroco andaluz, con columnas salomónicas ilustradoras de numerosos libros de arte. Fue Colegio de Marina, residencia de los Montpensier, Seminario y, hoy, Presidencia de la Junta de Andalucía.

Del XVIII son el almacén o Cilla del Cabildo, hoy Museo de Arte Contemporáneo, la iglesia neoclásica de San Idelfonso y, sobre todo, la Fábrica de Tabacos, mezcla de barroco y clasicismo (1728-1771), que tenía jurisdicción propia, foso y guardia militar. Cuenta con un plano rectangular, de 250x180 m. y dos plantas, con patios interiores, destacando la fachada principal, entrada actual a la sede central de la Universidad. A mediados del XVIII se comienza la  Plaza de Toros de la Maestranza, sobre una antigua del Baratillo. De finales del XIX, destaca la estación Plaza de Armas, de estilo neomudéjar y, del principio del XX, el Palacio de Yanduri en la Puerta de Jerez.

La Exposición de 1929 deja, como se ha dicho, una serie de actuaciones y obras, algunas de Aníbal González. Se recuerda el Hotel Alfonso XIII, los jardines del Cristina, el Parque de María Luisa, el Casino y el Teatro Lope de Vega, la Plaza de España (de mármol y ladrillo y 50.000 m 2  de superficie, de estilo regionalista,  mezcla  de estilos pretéritos, mudéjar, renacentista, barroco?), la plaza de América con los edificios neomudéjar (Museo de Artes y Costumbres Populares), neogótico y neoplateresco (Museo Arqueológico), además de pabellones iberoamericanos de distintos estilos. Más por su carácter religioso y popular, hay que señalar las Basílicas de la Macarena, neobarroca de 1949, y la del Gran Poder, 1965, en San Lorenzo

La Exposición Universal de 1992 ha dejado, como dijimos, una serie de obras de infraestructuras (estaciones, puentes, aeropuerto, riberas del río?), algunos edificios y, sobre todo pabellones en la Isla de la Cartuja, ocupados por empresas, organismos (Fundación Tres Culturas en el pabellón de Marruecos) e instituciones, como la Universidad, además de espacios escénicos como el Palenque, Teatro Central y Auditorio. Los comienzos del XXI aportan novedades como los Parasoles de la Encarnación o la peatonalización Prado de San Sebastián-Plaza Nueva.

Esta enumeración de monumentos por épocas y estilos no debe evitar referencias de conjuntos territoriales, donde se mezclan momentos. Además del casco histórico en su conjunto, destacan algunos barrios, plazas, calles, rincones e itinerarios. Así, el famoso barrio de Santa Cruz con estrechas callejuelas, plazas de naranjos y azulejos (Doña Elvira), casas con patios, artesanías, bares?; o Triana, aunque ya no queda mucho de su tipismo, como las calles Betis o Pureza; o la Macarena. La plaza Virgen de los Reyes (catedral, Giralda, palacio Arzobispal), con el rincón de Santa Marta y la contigua del Triunfo (Archivo de Indias, antigua Diputación, Reales Alcázares). Las plazas Nueva, San Francisco y tantas otras de otros barrios.

Sevilla, como otras ciudades andaluzas, no sólo cuenta con cantidad y variedad de monumentos, sino que ambas particularidades pueden hallarse en poco espacio. Así, dentro de un círculo con radio aproximado de 500 m. desde la puerta principal de los Reales Alcázares, se incluyen las columnas romanas de la calle Mármoles, la Giralda y el patio de la antigua mezquita almohade, la Torre del Oro, los palacios mudéjares de los Alcázares, el gótico  de la Catedral, el renacimiento de la fachada oriental del Consistorio, el barroco del palacio Arzobispal, el Hospital de la Caridad y el Palacio de San Telmo. La antigua fábrica de Tabacos del XVIII, algunos palacios de principios del XX  de la Puerta de Jerez, el Hotel y el Casino de la Exposición del 29, casas y actuaciones urbanas del XX y la peatonalización de 2007 del Prado a la Plaza Nueva. Todo eso en una superficie de 80 ha.

Los parques (María Luisa, Alamillo, Miraflores, Amate?) y jardines son  numerosos y el arbolado, sobre todo el naranjo, forma parte del paisaje urbano del centro. Además de los Museos citados, existen otros más específicos: taurino, de carruajes, Memoria de Al-Ándalus, de baile Flamenco? Y esta manifestación de cultura andaluza  está muy arraigada en la ciudad, en espectáculos, peñas, bienal, desfiles de moda y diversos eventos. No en vano, Sevilla, y sobre todo Triana, constituye uno de los focos originarios de este arte, que inunda, por otra parte, la feria de abril, ciudad efímera con callejero taurino. La Feria es la fiesta más universal de Sevilla, aunque no la única. La Semana Santa (mezcla de fervor, sensualidad y estética) atrae la atención de propios y extraños y cuenta con la popularidad de la Madrugá y de ciertas imágenes (Macarena, Esperanza de Triana, Cachorro?). El Corpus, las hermandades del Rocío, velás de barrios (especialmente en Triana) y las corridas enla Maestranza forman parte de las celebraciones sevillanas. Estas generan una cierta artesanía: bordados, mantillas, guarnicionería del caballo; aparte la loza de La Cartuja y la cerámica de decoración andalusí. También el deporte cuenta con varios equipamientos públicos (Palacio del Deporte de San Pablo, especialmente), los estadios del Betis y el Sevilla, más el Olímpico en la Cartuja (donde tienen lugar varios campeonatos) y competiciones náuticas en el río, en cuyas orillas hay clubes e instalaciones. No son escasos los teatros, clásicos o de vanguardia, y las terrazas en diversas calles y avenidas, animadas sobre todo en las noches veraniegas. La gastronomía tradicional se resuelve sobre todo en el tapeo y pescaíto frito, mientras gozan de fama los dulces conventuales.

Las numerosas percepciones a lo largo de la historia se acumulan parcialmente en la actualidad y podremos encontrar en guías, pero también en diversos escritos, expresiones como éstas referidas a Sevilla: luz, colorido, ingenio; mezcla del clasicismo más puro y del barroco más exuberante; cuna de artistas, intelectuales, toreros y políticos; llena de personajes y de mitos; rebelde y estoica; dualista en aficiones y fervores; de cultura arrebatada y arrebatadora; con seguridad para olvidar las miserias y recordar las glorias. Es  lo inaprensible, expresado por Machado con dos palabras en un canto a las capitales andaluzas? Y Sevilla.

Economía, Población y área de influencia. Sevilla es el principal centro económico, administrativo, cultural y de ocio de Andalucía. La capital de la Comunidad Autónoma es la cuarta ciudad de España en número de habitantes, 704.414 en el año 2006, con una alta densidad demográfica, prácticamente 5.000 h./km 2 . Actualmente, la población crece lentamente, en tanto posee una estructura demográfica con tendencia al envejecimiento (15,86% de población mayor de 65 años, y el 20,08% menor de 20 años), y está inmersa en un fuerte proceso de  metropolización urbana, que explica que su saldo migratorio sea negativo en los últimos años. Sólo tiene un 3,5% de población extranjera, predominando la colonia marroquí (12,21% en el año 2006) y ecuatoriana (13,9% en el año 2005).

El municipio es cabecera del sistema económico regional, con más de 450.000 ocupados y 95.000 empresas concentradas en el área metropolitana. Es además un centro industrial y terciario avanzado de primer nivel, que se manifiesta claramente en una alta renta media declarada (18.762,3 euros,  superior a la media andaluza de 14.838,8 euros en el año 2004). Sevilla acoge conjuntos de actividad con potencial de crecimiento y de generación de innovaciones: nuevo complejo agroalimentario (incluyendo desarrollos de biotecnología), industria aeronáutica y aeroespacial, actividades logísticas, ingeniería y servicios avanzados, turismo, cultura y ocio, audiovisual y tecnologías vinculadas, comercio especializado, nuevas formas de distribución y moda-confección.

También constituye un centro industrial ampliamente diversificado, con especial relevancia del sector aeronáutico vinculado a la estrategia de producción y ensamblaje de Airbus, unido a su tradición aeronáutica, y las factorías de Eads-Casa, situadas en Tablada y junto al aeropuerto de Sevilla-San Pablo; muy cerca del nuevo Parque Tecnológico Aeroespacial de Andalucía (Aerópolis) en San José de la Rinconada, donde se asientan las empresas auxiliares del sector. Asimismo, son importantes otras ramas como construcción de material de transporte, naval y automoción, donde Sevilla ejerce de capital mundial de las cajas de cambio del grupo Renault-Nissan, actualmente en San Jerónimo. También es sede del mayor grupo cervecero estatal, y uno de los más grandes de Europa, Heineken, S.A., matriz y propietario de la emblemática marca Cruzcampo, que está en la actualidad construyendo una de las mayores y más modernas factorías de cervezas de Europa.

Otras empresas fabricantes y distribuidores de bebidas carbónicas (Coca-Cola, Pepsi-Cola) descentralizan sus plantas a municipios muy cercanos del área metropolitana, como San José de la Rinconada. Por su parte, la empresa más internacional de Andalucía, Abengoa, implanta, en la actualidad, el mayor complejo tecnológico empresarial de iniciativa privada del sur peninsular: el Centro Tecnológico Palmas Altas, situado en la zona sur de la urbe. Este parque, que es una iniciativa impulsada conjuntamente con el Ayuntamiento de Sevilla, permitirá a la multinacional  concentrar todas sus actividades desde un punto de vista territorial y en torno a las tecnologías más avanzadas, la excelencia medioambiental y el desarrollo sostenible.

Fundamentalmente, el municipio de Sevilla sostiene su economía en el terciario. Por una parte, es un destino turístico consolidado, de marca internacional y lugar de eventos de alcance global. Cuenta con cerca de dos millones de visitantes anuales y 14.215 plazas en un total de 86 establecimientos hoteleros y 385 restaurantes (año 2005). Entre los reclamos turísticos más importantes están sus fiestas (Semana Santa, Feria de Abril), el gran patrimonio histórico-artístico y monumental, espacios de ocio como Isla Mágica,  ciudad de ferias y congresos... Además posee una gran actividad comercial, que va desde las numerosas, tradicionales y pequeñas tiendas hasta establecimientos de cadenas nacionales e internacionales de confección (Zara, Cortefiel...), almacenes (El Corte Inglés) y de alimentación (Mercadona, Carrefour, Hipercor, Alcampo?). Todo ello, junto con varios centros comerciales como Nervión Plaza, Los Arcos, Plaza de Armas, Viapol Center...). Igualmente, tiene una amplia oferta de servicios avanzados a las empresas, desde pequeños operadores muy especializados hasta grandes firmas globales de consultoría y servicios financieros.

Asimismo, es un nodo logístico de primera clase en el sur de Europa: primera línea de Alta Velocidad (AVE),  con 2.644.078 pasajeros en el año 2005; aeropuerto internacional, con 1.267.995 pasajeros en el año 2005; una excelente red de Autovías y autopistas y el único puerto interior de la Península Ibérica. El Puerto de Sevilla es moderno y polivalente, y dispone de una de las zonas de actividades industriales y de servicios más grandes de todos los puertos españoles. El tráfico del puerto se sitúa en torno a los cuatro millones de toneladas anuales, destacando el relacionado con el sector agrícola (aceites, cereales, abonos, etc). No debemos olvidar, por su volumen e importancia, el de chatarra y productos siderúrgicos; y de las líneas regulares con las Islas Canarias para contenedores y ro-ro, que convierten al Puerto de Sevilla en pieza clave del comercio marítimo entre el archipiélago canario y la Península Ibérica. El hinterland  del Puerto abarca la zona Occidental de Andalucía, Extremadura y, para algunos productos, el centro peninsular.

Además, es un espacio para la innovación y la generación de conocimiento. El municipio cuenta con una gran Universidad pública, y otra colindante en el vecino municipio de Dos Hermanas, y varias privadas con más de 70.000 estudiantes; escuelas de negocio de renombre internacional: Instituto Internacional de San Telmo; y EOI Escuela de Negocios. A ello se une el futuro Parque Industrial Avanza (Alcalá de Guadaíra y Sevilla) y Cartuja 93.

El Parque Científico y Tecnológico Cartuja 93 es el único modelo internacional de recinto tecnológico nacido para rentabilizar los activos de una Exposición Universal, la de 1992. Constituido en 1993, tiene una facturación de más de 1.300 millones de euros, y alberga a 311 empresas,  36 centros dedicados en exclusiva a la I+D, 67 grupos de investigación de diferentes centros públicos, servicios públicos de I+D+i, escuelas de negocios y centros formativos, lo que lo ha consolidado como una herramienta clave en el Sistema de Innovación andaluz. Cartuja 93 genera un empleo directo de 11.455 trabajadores y una actividad económica de 1.676 millones de euros anuales, cifra alcanzada tras un crecimiento medio anual del orden del 20%. Es un espacio muy tecnificado y de alta cualificación del capital humano que lo compone, siendo más de la mitad de los trabajadores titulados superiores. El 21% de las plantillas de las empresas del Parque está destinado en exclusiva a actividades de I+D+i, así como el 28% de su inversión anual. En los últimos diez años las empresas y organizaciones de Cartuja 93 han registrado más de un centenar de patentes y desarrollado 180 productos o procesos propios.

El área de influencia de Sevilla va más allá de la provincia en algunos aspectos, como en lo político-administrativo, y supera el área metropolitana para servicios universitarios, sanidad especializada y la adquisición de otros bienes. -> véase Sevilla, Área Metropolitana de y Sevilla, Provincia de.   [Gabriel Cano / Francisca Ruiz Rodríguez / Ángel Luis Lucendo Monedero ].

 

Para más información, visite Wikanda: http://www.wikanda.es/wiki/Sevilla

 

 
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