GÓMEZ, PEDRO

Sus primeros acercamientos a la pintura tienen lugar en el seno de la Escuela de Artes e Industrias de Huelva, en una primera etapa en la que Gómez está completamente ajeno a la temática paisajista, y las escasas obras de esta etapa del pintor se caracterizan por el corte académico propio del siglo XIX y por un acercamiento hacia temáticas costumbristas. En este sentido, comienzan a desfilar en sus obras representaciones de personajes regionales y, fruto de la relación entre artista y mercado, es decir, de los encargos de la incipiente burguesía local, el retrato. Toma luego contacto con una nueva generación de jóvenes artistas "de la que forma parte" dispuestos a protagonizar su particular revolución cultural, abrazando unas formas de vanguardia que se distancian de los circuitos oficiales del mercado burgués. Siguiendo a Antonio de la Torre, la pintura de Pedro Gómez da un giro radical, los personajes desaparecen o pasan a un segundo plano para que la grandiosidad de la naturaleza cobre protagonismo. A partir de estos momentos se inicia la verdadera, esencial y total pintura de Gómez: la del paisaje.

Esta nueva tendencia encuentra su punto álgido cuando conoce a Sorolla en 1919. A partir de ahí, sus cuadros se enriquecen en colorido y matices, llegando a su periodo de madurez como auténtico paisajista. Su pintura, en apariencia impresionista, es una pintura realista que surge del enfrentamiento del pintor con la naturaleza desde un impulso y una técnica enormemente instintiva. Durante esta prolífica etapa, donde expone tanto en solitario como colectivamente de manera frecuente en el ámbito onubense y en Madrid en ocasiones más reducidas, su temática se consagra definitivamente a los paisajes onubenses, en especial las escenas playeras y marinas y, fundamentalmente, el Conquero. Pedro Gómez es precursor y descubridor para la paisajística onubense del Conquero. Paralelamente a estas situaciones, adviene una etapa en la que el pintor no evoluciona ni conquista nuevos intereses interpretativos. La demanda social hace que Pedro Gómez se aleje del paisaje, para atender encargos de otra naturaleza como el retrato, la reproducción de arquitectura religiosa, etc. En definitiva, comienzan a demandarle "trozos" particulares de Huelva, lo que paulatinamente repercute en una cierta pérdida de libertad interpretativa y en el ejercicio de su profesión.

Pedro Gómez, más que una producción, una obra plástica, lega a la ciudad de Huelva un eterno recuerdo pictórico, plagado de paisajes conqueriles y marineros. [ Víctor Manuel Núñez García ].