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SALINAS, PEDRO |
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(madrid, 1891-boston, estados unidos, 1951).
Poeta. Realiza estudios de Derecho y Filosofía y
Letras, para dedicarse posteriormente a la docencia universitaria como
profesor de Literatura. Obtiene el doctorado en Madrid en 1916 y gana un
puesto como lector de español en la Universidad de La Sorbona
(París), donde permanece hasta 1917. Un año después, se traslada a
Sevilla para ocupar la cátedra de Lengua y Literatura españolas en la
Universidad Hispalense. Inicia entonces una fértil relación con la poesía
andaluza, a través de las tertulias literarias organizadas junto a
compañeros como Higinio Capote, José de Montes o Joaquín Romero Murube, y
a través de sus propias clases universitarias, a las que acude un joven
Luis Cernuda. Como alumno de Salinas, Cernuda descubre a los clásicos
españoles y a los poetas franceses, y se siente animado para escribir sus
primeros versos. Pedro Salinas, además, realiza una intensa labor en el
Ateneo de Sevilla como presidente de la sección de Literatura entre 1921
y 1924. Pasa, posteriormente, a las universidades de Cambridge, Murcia y
Madrid, donde funda la revista
Índice literario.
La Guerra Civil le sorprende en Santander,
donde trabajaba como secretario de la Universidad Internacional de Verano
desde 1932. Decide exiliarse a Estados Unidos para seguir ejerciendo la
docencia, salvo un paréntesis de tres años, entre 1943 y 1946, en el que
recala en la Universidad de Río Piedras, en San Juan de Puerto Rico.
Finalmente, fallece en Boston, tras haber regresado a la Universidad John
Hopskins.
Adscrito a la Generación del 27, Pedro Salinas
fragua su primera poesía durante su estancia en Sevilla, influido por
Juan Ramón Jiménez y el concepto de ?poesía pura?, que están presentes en
sus tres primeros libros publicados,
Presagios
(1923),
Seguro azar
(1929) y
Fábula y signo
(1931).
La voz a ti debida
(1933) y
Razón de amor
(1936), sus obras más elogiados por la crítica,
marcan un punto de inflexión en su trayectoria literaria y lo definen
como ?poeta del amor?, renovador de la temática amorosa como eje
totalizador de la vivencia humana, alejada del espíritu romántico.
Coincidiendo con el final de la Guerra Civil, publica en 1939
Largo lamento
, título tomado de un verso de Gustavo Adolfo
Bécquer, que aporta una visión ya más desolada y agonizante del amor.
Inaugura un nuevo periodo en el exilio con
El contemplado
(1946), al que le siguen
Todo más claro
(1949) y
Confianza
(1955), libro editado póstumamente. Desarrolla,
además, una interesante obra narrativa ?
Vísperas del gozo
, 1926;
La bomba increíble
, 1950; y
El desnudo impecable y otras narraciones
, 1951?, teatral y, sobre todo, ensayística, como
crítico literario y experto en la obra de algunos clásicos de la
literatura hispánica, como Fray Luis de Granada o San Juan de la
Cruz.
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