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JIMÉNEZ, JUAN RAMÓN

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(moguer, huelva, 1881-san juan de puerto rico, 1958).  Poeta en verso y prosa, es el primer andaluz en conseguir el Premio Nobel de Literatura, en 1956, "por su poesía lírica, que, en lengua española, constituye un ejemplo de alta espiritualidad y pureza artística". En efecto, espiritualidad y pureza, "desnudez", en una palabra, constituyen la meta no sólo poética, sino vital, de Juan Ramón: "Mi vida y mi obra son una rueda de fuego constante de arrepentimientos; pero mi estética y mi ética, mi locura y mi cordura, mi calma y mi guerra tienen siempre una meta suficiente, que me consuela de todo: la mujer desnuda". La "mujer desnuda", junto con "la obra desnuda" y "la muerte desnuda" son sus tres "desnudas presencias", fruto de su trabajo vocativo. Desnudez, pues, conseguida tras años de duro y constante trabajo: "Yo no soy nadie ni nada más que un trabajador enamorado de mi trabajo, y en él encuentro mi recompensa" Estoy arrepentido de la mayor parte de los libros que he publicado, y mi obsesión actual es no haber esperado hasta estos últimos años de mi vida para haber impreso mis escritos, digo, cuando ya no pudiese mejorarlos más, cuando les hubiese dado la mayor parte de mí, cuando hubiese cambiado mi obra por mí mismo y ya no pudiese yo ser mucho tiempo testigo ni crítico de ella. Y darlos como justificación de una vida de trabajo vocativo".

Juan Ramón Jiménez es uno de los más importantes creadores de la Poesía Universal de todos los tiempos. No es fácil, para quien conoce a fondo su Obra, encontrar en nuestro siglo otros nombres de su magnitud, tanto por la calidad de su escritura poética como por la vastedad de su proyecto (aún en parte inédito), alimentado con conciencia y regularidad ""Como el astro, sin precipitación y sin descanso", según la máxima de Goethe que él asume como suya" durante casi seis décadas. El nombre de Juan Ramón debe figurar, por méritos propios, junto a los de W.B. Yeats, T.S. Eliot, Ezra Pound o Fernando Pessoa, por sólo citar a algunos de los grandes poetas del siglo XX. Hay un antes y un después de su creación, para el desarrollo de la poesía en lengua española.

No hay poeta para el que su vida sea su obra con tanta dedicación en intensidad como para Juan Ramón Jiménez, que vive con el imperativo "Amor y Poesía cada día". Por ello una primera aproximación a su perfil biográfico debe contar necesariamente con su obra no como fondo, sino como verdadera protagonista de su peripecia vital. Jiménez vive y muere por y para la poesía.

La blanca maravilla de mi pueblo.  Moguer. Filo de la madrugada del 23 al 24 de diciembre de 1881. En la "casa Grande" de la calle de la Ribera nace, a las doce en punto, Juan Ramón Jiménez Mantecón. Mientras en España dominan en poesía Campoamor y Núñez de Arce y, aún, la sombra de Zorrilla, en Francia se va imponiendo la pintura impresionista y la poesía simbolista, que supera el parnasianismo, a través de los caminos abiertos por Baudelaire. En un momento de vértigo en el triunfo de las innovaciones científicas, el pensamiento cambia su orientación desde los lastres de la metafísica transcendental hacia una filosofía más fenomenológica y existencial. Es el comienzo de un giro hacia el logocentrismo: hacia la comprensión de lo humano en y a través de la palabra, como morada del ser. Juan Ramón nace, en efecto, en un momento prodigioso, y en un lugar que marcará toda su experiencia infantil y el resto de su vida.

"Te llevaré, Moguer, a todos los países y a todos los tiempos. Serás por mí, pobre pueblo mío, a despecho de los logreros, inmortal", dirá más tarde. Moguer es una de las claves mayores de la poesía juanramoniana. Su importancia se evidencia en el libro Moguer , ofrenda última de Juan Ramón en el Hospital de Hato Tejas, reconstruido por su sobrino Francisco Hernández Pinzón. Y, por supuesto, en los textos en prosa de Platero y yo y los que se han agrupado bajo el título Entes y sombras de mi infancia , entre otros.

Juan Ramón es el último hijo del segundo matrimonio de Víctor Jiménez con María de la Purificación Mantecón: austero riojano de ojos azules, él; luminosa andaluza de ojos negros, ella. Del primer matrimonio de don Víctor tiene Juan Ramón una hermana, Ignacia; del segundo son sus hermanos Victoria y Eustaquio. En un tiempo de profundas crisis y conmociones sociales, la familia Jiménez mantiene aún una prosperidad económica que posibilitará a Juan Ramón disfrutar de una infancia bien distinta a la de otros niños de su pueblo:

"La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo bien que jugaba poco y que era gran amigo de la soledad; las solemnidades, las visitas, las iglesias me daban miedo. Mi mayor placer era hacer campitos y pasearme en el jardín, por las tardes, cuando volvía de la escuela y el cielo estaba rosa y lleno de aviones".

Los recuerdos infantiles acompañarán a Juan Ramón a lo largo de toda su existencia, y en ellos ya encontramos las raíces de su carácter, más contemplativo que activo; su tendencia a la soledad; su amor por lo sencillo. Estas primeras experiencias estéticas "luces y colores, olores y sonidos" afluyen una y otra vez en sus recuerdos posteriores. Y, sobre todas "pocos poetas contemporáneos han sido tan visuales y pictóricos como Juan Ramón" la experiencia del color: el azul de su primera casa, próxima al barrio de los marineros ""a mis cuatro años, me dicen parientes y conocidos de Moguer, yo contaba a todos que vivía en una "casa atul marino", orilla de los ríos Odiel y Tinto, de marismas ocres y moradas""; el blanco intenso de la casa de la calle Nueva, a la que se trasladaría con cinco años; el azul (de nuevo), el grana, el amarillo, el blanco de los cristales de la cancela "que daba del patio de mármol al de los arriates" (...) "¡qué alegría de colores pasados de sol en el suelo de mármol, en las paredes, en las hojas de las plantas, en mis manos, en mi cara, en mis ojos!".

En la "miga" de doña Benita Barroeta y Escuredo aprende Juan Ramón el abecedario, el Credo y sus primeros "palotes". Su formación infantil se completa en el Colegio San José, con don Carlos Girona y Mexía, primero, en la calle Rascón, y con don Joaquín de la Oliva y Lobo más tarde, en la calle Aceña.

Al pequeño no le importa demasiado ir al colegio por las mañanas, pero cuando la tarde tamiza de oro la sala de su casa y las voces suenan lejos, como en un ensueño, "Juanito" se hace el dormido. Entonces, no desea más juego que el de su imaginación. A través de su caleidoscopio, la realidad se le transforma en un conglomerado de vagas formas y colores. La importancia de lo visual, lo cromático, lo pictórico es fundamental en la escritura juanramoniana. También la experiencia de una soledad buscada como espacio para el encuentro consigo mismo y como impulso para su imaginación y su fantasía.

Una mañana de otoño de 1893, Juan Ramón deja atrás el calor de su casa, la solicitud amorosa de su madre y su entrañable Moguer: ese "nido" protector que simbolizará la seguridad del universo infantil, frente a la libertad y la madurez (pero también la inseguridad) del mundo adulto en el Diario . Por decisión paterna marcha junto con su hermano Eustaquio al prestigioso Colegio de San Luis Gonzaga, de los jesuitas de El Puerto de Santa María (Cádiz), donde más tarde estudiarían Villalón y Alberti: "El colegio estaba sobre el mar y rodeado de grandes parques; cerca de mi dormitorio había una ventana que daba a la playa y por donde, las noches de primavera, se veía el cielo profundo y dormido sobre el agua, y Cádiz, a lo lejos, con la luz triste de su faro".

Casi cinco años permanece Juan Ramón en el colegio de los jesuitas, a lo largo de los cuales comienza a escribir sus primeros versos (décimas a la Virgen y octavas reales sobre episodios históricos) en los márgenes de sus primeros libros de estudio. De esta etapa, quedan posos de una religiosidad que nunca se desvanecerá en la vida del poeta, aunque se irá transformando profundamente; tal vez, los primeros atisbos de la Muerte, uno de los grandes temas juanramonianos y, sin duda, su primera afición al Kempis , que no le abandonaría, junto con el fundamento de su estética primera. El comienzo de su escritura está relacionado con una crisis espiritual y religiosa: "Me veo con mi fantasía infantil asesinada y enlutada por la enseñanza jesuítica. Porque yo entonces soñaba con cosas bellas, pero creía que no valía la pena escribirlas". El conflicto entre sensualismo erótico, búsqueda interior de la belleza y anhelo espiritual de absoluto marcará el arranque de su escritura.

En junio de 1896 supera en Jerez de la Frontera los ejercicios del Grado de Bachiller y pronto, como corresponde al nivel de su familia y a su capacidad intelectual, habrá de pensar en continuar su formación en la Universidad.

Don Víctor decide que su hijo estudie Leyes en la Universidad de Sevilla. Juan Ramón se matricula en el curso preparatorio de Derecho y acude al estudio de Salvador Clemente para aprender pintura ""estudios de pintores coloristas y fandangueros", dirá más tarde". Comienza, también, una firme vocación por la lectura y la escritura: "Me pasaba el día y la noche leyendo y escribiendo en un pupitre del Ateneo sevillano, viendo desde él a Rodríguez Marín, Montoto y Raustentrauch, Velilla, etcétera, que estaban siempre discutiendo, y con la ilusión de ser algún día como ellos. Mis lecturas en esa época eran Bécquer, Rosalía de Castro y Curros Enríquez, en gallego los dos, cuyos poemas traducía y publicaba yo frecuentemente; Mosén Jacinto Verdaguer, en catalán, y Vicente Medina, que acababa de revelarse (...) También leía a un poeta granadino, Manuel Paso, hoy injustamente almacenado, y de donde yo saqué mis "lunas amarillas" (...) De los españoles antiguos lo que más leía era el Romancero , que encontré en la biblioteca de mi casa, en diversas ediciones. De los de fuera leía a Víctor Hugo, Lamartine, Musset, Heine, Goethe, Schiller, traducidos o sin traducir, ya que yo entonces estudiaba, además de francés, inglés y alemán".

De este interesantísimo párrafo, que nos sitúa en la pista de la formación literaria del primer Juan Ramón, es preciso destacar varias cosas: en primer lugar, sin duda, la importancia de Bécquer, y con él, de los poetas "regionales" del premodernismo; en segundo lugar, el peso de la tradición clásica española, tanto la más culta como la más popular, a lo largo de toda la vida de Juan Ramón (no olvidemos la importancia que en él tiene el romance, al que dedicará el hermoso ensayo El romance, río de la lengua española );  finalmente, la apertura de sus fuentes literarias europeas, especialmente el romanticismo, y de la lengua francesa incluso como lengua mediadora de originales ingleses o alemanes que Juan Ramón "a pesar de lo que dice" no leía con fluidez. Habría que añadir que, también en el ámbito del Ateneo Sevillano, conocerá Juan Ramón al pintor Daniel Vázquez Díaz, al socialista Timoteo Orbe, fundador del centro la Biblioteca, que influirá poderosamente en su ideología, y leerá a Manuel Reina o Salvador Rueda, precedentes del modernismo. Juan Ramón no conecta con el tardío neoclasicismo de José Lamarque de Novoa, protector de El Programa  y figura central del Ateneo sevillano. En él y en el centro literario la Biblioteca conoce y sigue todo lo que viene de Madrid.

En 1897 decide abandonar la carrera y regresa a Moguer, enfermo y arrebatado definitivamente por la literatura. Tiene apenas dieciséis años y lleva consigo algunos de los poemas del proyecto Nubes .

La prensa local de Sevilla y Huelva reproduce sus primeras y balbucientes creaciones: "Lo primero que recuerdo fue un fragmento en prosa y una rima becqueriana. Los dos, que no conservo, me los publicó el director de El Programa , de Sevilla."

Juan Ramón se hace presente en el ámbito nacional con un poema en El Gato Negro , de Barcelona, y poco después el semanario progresista madrileño Vida Nueva ofrece un macabro "Nocturno", a decir del propio poeta, la traducción de unos poemas anarquistas de Ibsen y "Las amantes del miserable": "Dionisio Pérez dio mi retrato con "Las amantes del miserable", poesía anarquista "así tocaba" que mis mejores amigos aprendieron de memoria y que yo quisiera poder olvidar". Es esta nota de Vida Nueva  la que llama la atención sobre un joven que apenas había publicado una veintena de poemas.

Juan Ramón, que apenas ha salido del entorno de su Moguer natal, se hace presente en el bullicioso ambiente literario madrileño del cambio de siglo. Sus Primeros poemas  han sido cuidadosamente recogidos y editados por Jorge Urrutia.

La llamada del modernismo.  Un día de la primavera de 1900 recibe Juan Ramón en su casa de Moguer una tarjeta de Villaespesa en la que le llama hermano y le invita a ir a Madrid a luchar por el modernismo: "Y la tarjeta venía firmada también por Rubén Darío ¡Rubén Darío! Mi casa blanca y verde se llenó toda, tan grande, de estraños espejismos y ecos májicos. El patio de mármol, el de las flores, los corrales, las escaleras, la azotea, el mirador, el largo balcón de quince metros, todo vibraba con el nombre de Rubén Darío. Era para mí como si el sol grana que yo veía romper en cada aurora, en mi caballo galopante, los blancores crudos y mates de los pinos de mi Fuentepiña, se me hubiese metido en la cabeza. Yo, modernista; yo, llamado a Madrid por Villaespesa con Rubén Darío; yo, dieciocho años y el mundo por delante, con una familia que alentaba mis sueños y me permitía ir adonde yo quisiera. ¡Qué locura! ¡Qué frenesí! ¡Qué paraíso!".

La primavera, que viste con sus primeras galas los campos de Moguer, parece alejarse mientras el joven poeta emprende en plena Semana Santa su viaje a Madrid en tren. Aquel Viernes Santo de abril, oscuro y lluvioso, muestra a Juan Ramón, como años antes a Bécquer, un Madrid feo y sombrío.

Sin embargo, su suerte está echada. Juan Ramón, que había leído con entusiasmo a Rubén y a algunos de los impulsores de la nueva estética, lleva en la maleta su primer libro: Nubes . Una muestra significativa del tono posromántico de la poesía de fines del XIX. Por indicación de sus amigos, distribuye sus versos en dos libros distintos: Ninfeas "título sugerido por Valle Inclán" y Almas de Violeta "título de Darío y de Villaespesa". Rubén escribe un pomposo soneto como "Atrio" a Ninfeas . Ambas obras, impresas con tinta verde y violeta respectivamente, aparecen en septiembre del mismo año.

Juan Ramón, sin embargo, había regresado a Moguer a finales del mes de mayo. En su ciudad natal, el 3 de julio, muere repentinamente su padre: un acontecimiento que habría de marcarle para toda la vida, incrementando ciertos complejos sentimientos de culpa, su obsesión hipocondríaca y el miedo a la muerte.

Ninfeas (1900) es una obra marcada por una melancólica tristeza y una sensualidad más literarias que reales. Bajo el oropel modernista laten, sin embargo, atisbos y genialidades en los que ya reconocemos al gran poeta que habría de encontrar su propia voz y su propio camino dejando atrás estos resabios modernistas de escuela. Almas de Violeta  (1900), en la misma línea, pero con una mayor presencia de Bécquer, ofrece abundantes poemas en octosílabos en los que también son perceptibles las lecturas de nuestra poesía tradicional y popular. Cisnes, lagos y nenúfares sustituyen el más poético y real paisaje de la baja Andalucía que se irá imponiendo en la poesía posterior. La crítica no es favorable a estas primeras obras.

Nuestro poeta ha expresado sus ideas estéticas en una reseña a La copa del rey de Thule , de Villaespesa. En ella es consciente del alejamiento de una poesía aún clasicista, de los nuevos aires que guían la poesía europea "el simbolismo francés y la estética prerrafaelista inglesa, que le es tan próxima" y toma partido por las nuevas corrientes, en nombre de la evolución literaria que debe imponerse, sin conflicto con la tradición.

Francia y la superación del modernismo.  En mayo de 1901, la familia de Juan Ramón, ante su profunda depresión y encontrándole al borde de la demencia, le ingresa en el Sanatorio del Dr. Lalanne, en Castel d"Andorte, Le Bouscat, Burdeos. Allí encuentra el necesario sosiego, vive un amor intenso y, al parecer, correspondido por Jeanne-Marie Rousié, esposa del Dr. Lalanne, y hace lecturas que serán fundamentales en su evolución poética: "Mi padre murió, y yo, que lo quería tanto, triste y perdido salí de Moguer para Francia. Viaje y Francia me hicieron reaccionar contra el modernismo, digo, contra mi modernismo, porque yo estaba comprendiendo ya que aquel no era entonces mi camino. Y volví por el de Bécquer, mis rejionales y mis estranjeros de antes, a mi primer estilo, con la seguridad instintiva de llegar algún día a mí mismo, y a lo nuevo que yo entreveía y necesitaba, por mi propio ser interior".

En estas palabras de Juan Ramón se aprecian varias pistas que conviene subrayar: en primer lugar, la concepción de la poesía como ministerio y como necesidad de su "ser interior"; en segundo lugar, su progresivo alejamiento del "modernismo de escuela" "Juan Ramón caracterizará ya en América, en su espléndido curso sobre "El Modernismo", el movimiento modernista como el espíritu de su época y le dará, por tanto, un significado más profundo y permanente"; en tercer lugar, el avance "más que retorno a un primer estilo" hacia una estética simbolista en la que serían decisivas sus lecturas de los franceses Baudelaire, Verlaine, Laforgue, Mallarmé, Leconte de Lisle, Rimbaud, Samain, Moréas o Francis Jammes, los italianos Dante, Petrarca, Leopardi, Carducci, Pascoli o D"Anunzio, los alemanes Goethe y Hölderlin o los ingleses Shakespeare, Shelley o Browning, sin olvidar la tradición española. En ella destaca la importancia de Bécquer, a quien Juan Ramón siempre señala como el punto de arranque de la poesía española contemporánea y cuya presencia es perceptible desde el título mismo del libro fruto de esta época, Rimas (1902). Si en él no se han disipado totalmente las huellas de un modernismo externo que lastra y hace artificial su poesía, la exploración del romance permite también percibir una mayor sinceridad y autenticidad de sentimientos. Juan Ramón definiría Rimas  como "pájinas de tristeza y de crepúsculo, monótonas, sin galas, con el peso de mi enfermedad y la nostaljia de mi pobre vida".

Algunos poemas de Rimas  de sombra pueden ilustrar bien el tono del libro: en "Parque viejo" aún encontramos una atmósfera vaga y misteriosa de "nostáljico sueño": una rosa fantástica (símbolo de la mujer) se mueve en lo espeso de la umbría haciéndonos entrever su suavísimo cuerpo tras el flotante velo, mientras el silencio sólo es roto por los gemidos del ruiseñor. El "perfume de heliotropos" y las hojas muertas están presentes en el primero de los poemas titulado "Adolescencia", en el que las lágrimas ruedan por los melancólicos ojos de la amada, tras el primer beso y la declaración del novio. El segundo es muy interesante, ya que expresa el aprisionamiento que el poeta siente en su pueblo, y el anuncio de su partida: "...el silencio / de estos valles me amortaja / como si estuviera muerto".

El sanatorio del Rosario. La ratificación de la influencia krausista. Se está gestando, sobre el trasfondo de una experiencia hiperestésica de la vida, el amor y la muerte, y con la riqueza de un bagaje poético verdaderamente internacional, un nuevo Juan Ramón: "A fines del año 1901, sentí nostaljia de España, y después de un otoño en Archachón, me vine a Madrid, al Sanatorio del Rosario, blanco y azul, de hermanas de la Caridad bien ordenada. En este ambiente de convento y jardín he pasado dos de los mejores años de mi vida. Algún amor romántico, de una sensualidad religiosa, una paz de claustro, olor a incienso y a flores, una ventana sobre el jardín, una terraza con flores para las noches de luna... Arias Tristes ".

1902 es un año importante para Juan Ramón: a diferencia de sus primeras obras, Rimas , reacción al modernismo y regreso a Bécquer, es muy bien recibida por la crítica. En el Sanatorio del Rosario, además del ambiente de calma y reposo, vive un intenso ambiente intelectual: a las reuniones allí acuden los Machado, Valle Inclán, Cansinos-Asséns, Salvador Rueda, los Martínez Sierra, Benavente, Pérez de Ayala, Julio Pellicer, Villaespesa y otros jóvenes modernistas. El doctor Simarro le pone en contacto con la Institución Libre de Enseñanza. A partir de este momento el krausismo, que ya había conocido en Sevilla a través de Federico de Castro y su grupo, será de gran importancia en la ética y en la estética de Juan Ramón. El krausismo da cauce a la inquietud religiosa de Juan Ramón, permitiéndole la elaboración progresiva de una ética estética "religión inmanente sin credo absoluto, ascetismo espiritual, desarrollo de una norma de perfección moral" que encontrará en Dios deseado y deseante  su punto más alto. Pero, sobre todo, ratifica su idea de que sólo a través de la educación y de la cultura se puede cultivar lo mejor de lo humano y cambiar la realidad individual y social.

Es también el momento de la revista Helios  (1903-1904), órgano del modernismo español, pero mucho más que eso: intento de acomodación española de la estética simbolista, ámbito de encuentro de diversas tendencias literarias que evidencian la falsedad de la separación entre una supuesta estética noventayochista frente a la modernista. Supone, además, la apertura al modernismo catalán, que inicia la reacción novecentista.

Arias Tristes (1903), importante paso adelante en la lírica juanramoniana, va a ser un verdadero acontecimiento cultural, celebrado por Rubén Darío, Antonio Machado, José Ortega y Gasset, Azorín o Gregorio Martínez Sierra, entre otros. La reseña de Darío en el número XIII de Helios (1904) es verdaderamente importante. El nicaragüense, que había descubierto a fondo las almas distintas de la plural Andalucía, resalta el carácter "lunar" de nuestro poeta, frente al carácter "solar" de casi todos los otros poetas andaluces. Poeta nuevo de tierra andaluza, pero ya "el más sutil y exquisito de todos los portaliras españoles": "Al hojear su libro Arias Tristes "nos dice" lo juzgaríais de un poeta extranjero". Darío señala la oportunidad de la poesía juanramoniana en un momento cultural verdaderamente extraordinario para España: "Surge en momentos en que a su país comienzan a llegar ráfagas de afuera, sobre más de una parte derrumbada de la antigua muralla chinesca que construyó la intransigencia y amacizó el exagerado y falso orgullo nacional. Quiero decir que llega a tiempo para el triunfo de su esfuerzo. Como todo joven poeta de fines del siglo XIX y comienzos del XX, ha puesto el oído atento a la siringa francesa de Verlaine. Mas, lejos del desdoro de la imitación y ajeno a la indigencia del calco, ha aprendido a ser él mismo " être soi même " y dice su alma en versos sencillos como lirios y musicales como aguas de fuente". Darío destaca en Arias Tristes  la influencia de la música, especialmente de Schubert, y le proclama "un lírico de la familia de Heine, de la familia de Verlaine, y que permanece no solamente español sino andaluz, andaluz de la triste Andalucía".

El romance se ha adueñado por completo de la métrica, y una fuerza poética personalísima se sobrepone a lo artificial de muchas situaciones. La noche es aquí el tiempo poético, y la nostalgia y el llanto los estados anímicos dominantes ""no busquéis salud gozosa ni rosas de risa", había dicho Darío".

1903, como ya dijimos, es también el año de la fundación de la revista Helios , así como de una profunda amistad con los Machado. Colabora con ABC , Blanco y Negro , El País y El cojo ilustrado . En septiembre se traslada a casa del Doctor Simarro, tras la muerte de la esposa de éste, en compañía de Nicolás Achúcarro. La amistad con Simarro (profesor de psicología experimental de la Universidad de Madrid y fundador de la Asociación para el progreso de las Ciencias) y el uso de su biblioteca son fundamentales para el análisis de la ideología "en el más amplio sentido" juanramoniana. A través de Simarro conoce a Francisco Giner de los Ríos y a Cossío, y en su casa lee, entre otros autores, a Shakespeare, Voltaire, Spinoza, Kant, Wundt, Shelley, Browning, Nietzsche, Ibsen, Goethe, Heine, Schopenhauer, Carducci y Loisy, figura fundamental del modernismo teológico.

Juan Ramón resume brevemente los años que van de 1903 a 1905 en su "Nota autobiográfica": "Una larga estación en las montañas de Guadarrama me trae las   Pastorales ; después viene un otoño galante "azul y oro" que da motivo a un Diario íntimo y a muchos Jardines Lejanos . Este es un período en que la música llena la mayor parte de mi vida. Publico Jardines Lejanos "febrero de 1905" y pienso Palabras románticas y Olvidanzas ".

Jardines Lejanos , "libro de penas, de flores y de música", ofrece un romántico pesimismo cristalizado en claves poéticas que aún acusan la influencia modernista. Se trata de una obra impregnada de misteriosa y vaga sensualidad: la presencia de la Mujer "uno de sus tres grandes temas, junto con la Obra y la Muerte", viva desde sus primeros poemas, adquiere aquí una importancia particular. La rima consonante vuelve y el dominio de la musicalidad es poderoso. En algunos poemas nos encontramos frente a un curioso desdoblamiento del yo.

Pastorales , obra de tanteos con importante presencia de lo popular y cotidiano, intento de superación del modernismo a través del contacto con la naturaleza, mantiene un tono algo más esperanzado. La tristeza del campo es dulce; en ocasiones el interior afirma lo que la apariencia niega:

"Creímos que todo estaba

roto, perdido, manchado...

" Pero, dentro, sonreía

lo verdadero, esperando."

Otras veces el desesperanzado escepticismo ofrece, al menos, la posibilidad de una calma interior:

"¡Qué me importa nada

teniendo mi cuerpo y mi alma!"

Sin duda Juan Ramón retoca y amplía Pastorales   hasta su publicación en 1911. Por ello algunos de sus rasgos, que acusan la influencia, entre otros poetas franceses, de Francis Jammes, son comunes con otras obras de su etapa moguereña.

La etapa moguereña (1905-1912). "La ruina de mi casa acentúa nuevamente mi enfermedad y es una época lamentable en que no trabajo nada; la preocupación de la muerte me lleva de las casas de socorro a las de los médicos, de las clínicas al laboratorio. Frío, cansancio, inclinación al suicidio. Y otra vez el campo me envuelve con su primavera: Baladas de Primavera . Ahora, esta vida de soledad y de meditación, entre el pueblo y el campo, con el rosal de plata de la experiencia en flor, la indiferencia más absoluta para la vida y el único alimento de la belleza para el corazón. Elegías ".

En 1905, al agravarse la enfermedad del Dr. Simarro, regresa el poeta a Moguer. Sus fuertes depresiones se agudizan ante el precario estado económico de su familia. Sin embargo, pronto, en contacto con una naturaleza que se le impone por encima de las convenciones literarias, recuperará "al menos parcialmente" la alegría perdida. El trato con la gente sencilla, el amor de Blanca Hernández Pinzón, la soledad y el contacto con la naturaleza le devuelven, la primavera de 1907, el ánimo para enfrentarse con la vida y la escritura, aunque no abandonara su obsesión por la muerte y la excesiva preocupación por su enfermedad. Busca el ideal perfecto de la soledad del sabio, una soledad amiga de la bondad y la belleza, como dirá a Darío.

Estos años, que se extienden hasta que en 1912 se instala en Madrid, son de una gran fecundidad creadora, tanto en calidad como en cantidad. Suponen un importante avance hasta ese "salto cualitativo" que supondrá la escritura del Diario . Simbolismo y clasicismo serán las claves mayores de influencias literarias entre las que encontramos una larga relación de autores: Samain "del que el poeta dirá más tarde que ojalá no hubiese caído en sus manos", Regnier, Moréas, Francis Jammes, Heine, Lamartine, Hugo, Shakespeare, Poe, Baudelaire, Verlaine, Rossetti, junto a la mejor tradición española de Manrique, Mena, Fray Luis, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Cervantes, Góngora, Gracián, Quevedo, Bécquer, Espronceda, Machado y, muy especialmente, Unamuno.

Olvidanzas , Baladas de Primavera , Elegías Puras , Elegías Intermedias , Elegías Lamentables , Platero y yo , La Soledad Sonora , Poemas mágicos y dolientes , Melancolía , Laberinto , y gran cantidad de poemas y textos en prosa publicados sólo parcialmente o inéditos son el fruto de esos años en los que Moguer está en el centro de su vida. En esta época vierte su programa estético en aforismos, sintético cauce de sus preocupaciones filosóficas, estéticas y morales, que cultivará a lo largo de toda su vida.

Graciela Palau afirma que "la nota más sostenida en la obra escrita por Juan Ramón en Moguer a partir de 1905 es una honda preocupación de carácter sensual. En Las Hojas Verdes , de 1906, se trasluce la nostalgia por la amada, el poeta recuerda con tristeza a la novia de Francia y a las novias blancas. En las Baladas de Primavera , de 1907, libro de temas moguereños, le canta a Blanca más que a otras mujeres; en las Elejías puras , de 1908, el tono es de completo desengaño por falta de "una boca roja"; en las Elejías intermedias maldice la sensualidad y en las Elejías lamentables  parece obsesionarle la ausencia de la mujer, confuso y transtornado, la maldice".

Los sentimientos de Juan Ramón son, pues, confusos: obsesión, inseguridad, nostalgia y ansias de amor; sosiego a veces, soledad y tranquilidad, preocupación religiosa...

Es difícil, por tanto, afirmar como hace Graciela Palau que "estos años fueron tranquilos, iguales; por falta de variación en los acontecimientos pudieran haber sido un año de vida". Muy al contrario, estos años son ricos en pequeños acontecimientos que marcan la sensibilidad del poeta y, sobre todo, en una actitud que se mantendría en los años sucesivos: su gusto por la soledad. Una soledad sonora, vivida también como presencia de los otros en la distancia y el apartamiento.

Juan Ramón, al margen de una vida de relaciones sociales vacías, busca en el campo y en las compañías elementales las respuestas a un mundo difícilmente comprensible para él. Por ello, porque parece inescrutable y sus gestos incomprensibles, sus paisanos le llaman el loco. Locura, sí, perfectamente asumida por Juan Ramón: la del amor casi delirante por la pura Belleza ideal que se esfuerza en alcanzar y que se le escapa (aunque en no pocas ocasiones queda aprisionada entre sus versos o prosas). Lo otro, ciertos desequilibrios psíquicos, enraizados en su hiperestesia, le acompañarán hasta su muerte.

La obra de la etapa moguereña representa "tanto en la métrica como en los contenidos y el estilo" un cambio de orientación (aunque sin drásticas rupturas), verdaderamente fundamental en su trayectoria poética. Juan Ramón parece ya encontrarse a salvo de sus iniciales excesos modernistas que tanto repudió. Más seguro de sí, explora nuevas posibilidades rítmicas. Huye de la facilidad de fluencia del romance y complica su métrica, ahora al servicio de una mayor condensación poética. Experimenta nuevas formas de construcción sintáctica y se lanza de lleno a la utilización de los recursos del simbolismo, a gran distancia ya de los manierismos parnasianos. La sinestesia irá adquiriendo un peculiar valor en su poética, a la vez como inmersión y superación del mundo de los sentidos.

Las Baladas de Primavera (escritas en 1907 y publicadas en 1910, y retocadas hasta los umbrales mismos de su muerte), a la vez que se relacionan con los demás libros de la etapa moguereña, adquieren un valor muy especial. En ellas brota con fuerza lo lúdico, lo festivo. Incluso las pinceladas de tristeza aparecen difuminadas en un fondo general de optimismo. La presencia de lo popular es, sin duda, destacable, aunque los poemas son fruto de una tenaz elaboración, incluso en los aparentes descuidos. En las Baladas  se encuentran poemas inolvidables, intemporales. La primavera y la pasión amorosa están presentes en esa "Mañana de la Cruz", que recoge la popular tradición de las romerías de las cruces de mayo y que, en su versión "revivida" de los últimos años, pasará a ser una intemporal "Mañana de la Luz". La presencia de estribillos es muy frecuente, y la sonoridad y los juegos aliterativos adquieren una gran eficacia estética.

Los tres libros que integran el proyecto de Elegías , escritos en 1907 y 1908, y publicados en 1908, 1909 y 1910 son tres momentos progresivos de un mismo plan inicial. Juan Ramón alcanza verdadera maestría en la pintura verbal de paisajes, al tiempo que demuestra su dominio absoluto de los recursos poéticos. Aparece de nuevo el verso alejandrino, pero con una plasticidad que ya nada tiene que ver con el modernismo de escuela. La reiteración temática "la muerte, el dolor, la tristeza, la desesperada Melancolía" no resta calor humano a la obra.

Obras importantes de la etapa moguereña "extraordinariamente fecunda" son: La Soledad Sonora  (1908, publicada en 1911), con su despliegue pictórico y visual y la vuelta al octosílabo en la parte segunda; Poemas mágicos y dolientes (1909), en los que el hastío y el cansancio "en parte motivados por la larga estancia en Moguer" se funden con una importante dimensión erótica para llegar a la desolación del amor imposible; Laberinto (1913), obra en la que el amor sigue siendo el tema dominante, con el trasfondo del paisaje, y el alejandrino el cauce métrico para importantes juegos sinestésiscos y asociaciones simbólicas, sin que falten sinceras expresiones de amistad, como el poema dedicado a Antonio Machado; Melancolía (1912), así como otras obras de las que tenemos noticia a partir de la selección en la Segunda Antolojía , y de las que aquí están representadas Historias , Bonanza , La frente pensativa , obra de expresión poética más libre, camino hacia la desnudez poética, Pureza , El silencio de oro e Idilios , estas últimas también escritas parcialmente en Madrid.

Madrid: "Estío" y "Sonetos espirituales". A finales de 1912 Juan Ramón, tras vivir amargamente el proceso de embargo económico a su familia por parte del Banco de España, se traslada a Madrid. Después de varios intentos por encontrar un lugar cómodo y seguro, por invitación de Alberto Jiménez Fraud, se traslada a la Residencia de Estudiantes, en su primera ubicación de Fortuny 14. Conoce a Zenobia Camprubí y, animado por esta experiencia amorosa y por la intensa vida cultural en la que juega un papel decisivo "sobre todo como orientador y guía de los escritores más jóvenes", comienza la redacción de Monumento de amor y de Estío . Juan Ramón coincide plenamente con Ortega en la función que han de tener los intelectuales y creadores en la sociedad, influyendo sobre ella y contribuyendo al desarrollo de un nuevo humanismo.

En 1914 "el año de inicio de la Gran Guerra, y que da nombre al grupo al que generacionalmente pertenece" publica una selección de Platero y yo , a la vez que comienza los Sonetos espirituales . También será un año intenso de actividad, como director de publicaciones de la Residencia de Estudiantes y como traductor (por ejemplo, su versión conjunta con Zenobia de La luna nueva  de Tagore).

Con Sonetos espirituales y Estío comenzamos a entrar en una nueva etapa de la poesía juanramoniana que encontrará en el Diario su punto más alto de inflexión. Los Sonetos son el más radical intento de someterse a la ascesis rigurosa de la métrica antes de llegar a la innovación del verso libre moderno en el Diario . Gregorio Torres Nebrera ha evidenciado su estructura de cancionero petrarquista y la importancia de la reflexión sobre la escritura, que irá ocupando el lugar central en la poética juanramoniana. A pesar de que Juan Ramón se aleja de la estética castellanista de quienes han sido adscritos a la "generación del 98", ya que reivindica la pluralidad de España y su raíz andaluza, nos ha dejado aquí el hermoso soneto "Octubre", contemplación del "infinito campo de Castilla" y expresión de su orteguiana idea del poeta como líder espiritual y regenerador del mundo.

En Estío serán los romances, las canciones y el verso libre los cauces métricos a partir de los cuales construirá su experiencia amorosa "núcleo de ambos poemarios", pero siempre abierta y proyectada hacia otra de sus presencias vocativas que se perfilan en estos momentos: la Obra, la escritura, la creación poética. El poema "¡Saltaré el mar por el cielo!" expresa una voluntad de alejamiento y reencarnación, de resurrección, que veremos plenamente cumplida en el Diario .

El "Diario de un poeta recién casado". Cuando, a su regreso a Madrid, tras contraer matrimonio con Zenobia en Nueva York, Juan Ramón prologa el 3 de septiembre de 1916 Diario de un poeta recien casado es ya consciente de que la nueva orientación de su poesía ha cristalizado en la tan ansiada desnudez de la palabra. El prólogo, de una hermosísima prosa que ha renovado, también, en el Diario , nos explica muchas de sus claves:

"No el ansia de color exótico, ni el afán de "necesarias" novedades. La que viaja, siempre que viajo, es mi alma, entre almas.

Ni más nuevo, al ir, ni más lejos; más hondo. Nunca más diferente, más alto siempre. La depuración constante de lo mismo, sentido en la igualdad eterna que ata por dentro lo diverso en un racimo de armonía sin fin y de reinternación permanente. En la tarde total, por ejemplo, lo que da belleza es el latido íntimo de la caída idéntica, no el variado espectáculo externo; la exactitud del latido. El corazón, si existe, es siempre igual; el silencio, verdadera lengua universal ¡y de oro!, es el mismo en todas partes.

En este álbum de poeta copié, en leves notas, unas veces con color solo, otras con pensamiento, otras con luz sola, siempre frenético de emoción, las islas que la entraña prima y una del mundo del instante subía a mi alma, alma de viajero, atada al centro de lo único por un hilo elástico de gracia; pobre alma rica, que, yendo a lo suyo, se figuraba que iba a otra cosa... o al revés, ¡ay!, si queréis".

A la vez diario poético y aventura lírica radical que se desprende de todo lastre temático o estilístico, estamos también ante un libro de viaje. Pero es un viaje iniciático, espiritual, de renacimiento, del que el protagonista sale transformado y, a su vez, transforma cualitativamente la escritura poética (en verso y prosa) en lengua española. Juan Ramón tiene plena conciencia de ello, y destaca la fuerza del amor en contacto con los elementos naturales (especialmente el mar y el cielo), la importancia del verso libre, el contacto con América que con el tiempo se iba a convertir en su otro costado. Dirá a Ricardo Gullón:

"El libro es el descubrimiento del mar, del amor y del cielo; tengo muy dentro de mí la idea de que lo determinó el mar, y, según le digo, los problemas de él son los del cielo, amor y mar. Ortega y Basterra piensan que es un libro metafísico y tienen razón (...)

Lo creo mi mejor libro. No se pone viejo. Perdone si hablo de él de esta forma, pero lo veo ya como cosa histórica, fuera de mí. Es un libro de descubrimientos, aparte de que desde él haya variado el movimiento del verso, la sintaxis poética. Con el Diario  empieza el simbolismo poético en la poesía española. Tiene una metafísica que participa de estética, como en Goethe. Y tiene también una ideología manifiesta en la pugna entre el cielo, el amor y el mar".

La estructura del Diario responde a la linealidad del viaje: la progresión espacial y el decurso temporal son los hilos conductores de una obra que desarrolla un poderoso sistema simbólico y nos hace partícipes de la lucha interior del poeta en un proceso de maduración en el que se enfrentan la seguridad de lo conocido, la solidez de la tierra, el nido y la madre, a la inseguridad del nuevo paso que va a dar, lo desconocido, la zozobra del mar que le lleva al amor. Proyectado inicialmente en cinco partes que se articulan simétricamente desde el eje de la parte central, añadiría más tarde una sexta parte que se relaciona con la tercera: 1. Hacia el mar; 2. El amor en el mar; 3. América del Este; 4. Mar de retorno; 5. España; 6. Recuerdos de América del Este.

El 21 de enero de 1916 sale Juan Ramón de Madrid rumbo a Cádiz "tras una breve estancia en su Moguer natal", donde toma el barco que le llevará junto a su amada Zenobia, que le espera en Nueva York para contraer matrimonio. Las relaciones del poeta con Zenobia durante el noviazgo no siempre son fáciles. Están, frente a frente, dos espíritus poderosos pero muy distintos: Juan Ramón, íntimo, amigo de la soledad, contemplativo, dedicado al único ministerio de la escritura; Zenobia, alegre y juvenil, activa, desbordante. La extraordinaria sensibilidad, la cultura y la talla humana de quien se convertiría en su esposa y compañera abren horizontes nuevos a Juan Ramón y hacen perceptible un cambio de tono en su poesía desde Estío . Ahora, desde una experiencia poética ya madura, poseído por un amor a la vez concreto e ideal, nuestro poeta sabrá ver con ojos nuevos paisajes conocidos y mil veces contemplados, y descubrirá la fuerza y la inasible esencia de un mar que contempla desde la orilla durante su infancia. Estamos ante la transformación de un simbolismo que acierta a crear claves nuevas que expresan, en una nueva suerte de objetividad, la realidad interiorizada y recreada por el alma del poeta.

En Madrid, al tiempo que hace los últimos preparativos materiales para el viaje, se apresta a la mayor aventura poética de su vida. Su sensibilidad, dilatada de amor, siente anticipadamente el gozo que espera, y proclama la dulzura de una realidad presentida pero aún sin realidad.

Tras el poema inicial, una de las claves enigmáticas de la experiencia, a partir de una expresión de José Martí: "Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen / y las raíces vuelen".

Raíz y vuelo buscan superar su oposición: seguridad y libertad son necesarias para el crecimiento interior. Juan Ramón busca un vuelo en libertad enraizado, a la vez que una seguridad que no le aprisione ni le prive de libertad. El viaje interior es paralelo al del tren que cruza las llanuras de la Mancha y pasa por Sevilla y San Juan del Puerto...

A su llegada a Moguer, el 21 de enero, Juan Ramón siente la tentación de la seguridad:

¡Aquí estoy bien clavado!

¡Aquí morir es sano!

¡Este es el fin ansiado

que huía en el ocaso!

Moguer. ¡Despertar santo!

Moguer. Madre y hermanos.

Pero Moguer esta vez no es el destino. La meta está lejos, aún. La madrugada del 27 de enero abandona su casa en coche para trasladarse, de nuevo en tren, desde San Juan a Cádiz, donde llega el día 28. Al día siguiente embarca en un vapor de la Compañía Transatlántica.

Poeta y mar quedan solos, frente a frente. Un cúmulo de sensaciones contradictorias van a ir dando lugar a algunos de los textos más hermosos del Diario . Treinta poemas integran la sección segunda, que corresponde al viaje del 30 de enero al 11 de febrero. En ellos, la soledad  es el sentimiento dominante ante un mar muchas veces monótono, contemplado en ocasiones desde su negatividad, en su lucha, en su anhelo de identidad. Cercado, sitiado por un mar de olas de zinc y espumas de cal, siente incluso ajeno y distante el cielo, aunque al final se le reencuentra, elevado hasta su nombre.

Cada elemento de esta nueva cosmovisión poética (mar, tierra, cielo, madre, niño, sueño, amanecer...) debe ser interpretado simbólicamente: partiendo de su significado tangible y real, pero también proyectándolo hacia otros significados que revelan el conflicto interior de la maduración del poeta.

La sección tercera, "América del Este", es la más extensa (cien poemas) y la de mayor complejidad. Recoge la experiencia de Juan Ramón desde el 12 de febrero de 1916, cuando desembarca en Nueva York, donde le esperan Zenobia con su madre, doña Isabel, hasta el 19 de junio, cuando ya casados "la boda se celebra el 2 de marzo en la iglesia católica de St. Stephen" embarcan de regreso hacia España.

Estos meses son intensos en viajes y actividad social, pero también en la experiencia amorosa y poética. Juan Ramón y Zenobia discuten a veces: se enfrenta la visión ideal a la concreta realidad, y ello no es siempre fácil, pero el conflicto siempre se resuelve desde la ternura de Juan Ramón "presente también en sus poemas (Poema 97)" y la comprensión de Zenobia ("Juan Ramón y yo "nos dice el 16 de marzo" tenemos un gran disgusto, y luego mayor comprensión y mucho más cariño verdadero").

Los motivos y elementos simbólicos que desarrollan el núcleo central "el encuentro del poeta con su propia realidad y con su destino" siguen vivos en esta tercera parte, pero ahora mezclados con otros poemas en verso y prosa que reflejan la mirada crítica de Juan Ramón a los paisajes, escenarios urbanos y costumbres de América del Este y, especialmente, de Nueva York. Juan Ramón se sitúa en la tradición del poeta y la ciudad, conecta con algunas claves whitmanianas de la visión de Nueva York, ya desarrolladas antes que él por José Martí, y posteriormente por Lorca, en una línea que llega hasta nuestros días.

Como señala Predmore, la importancia de la poesía norteamericana, descubierta por Juan Ramón especialmente entre 1912 y 1916, no se limita a la influencia que pudiera ejercer sobre su estética emergente, sino que tiene un interesante carácter confirmatorio en sus afinidades, equivalencias y analogías. En su ensayo Precedentes de la poesía moderna de los Estados Unidos , Juan Ramón se alegra de la suerte de ser testigo directo del modernismo español e hispanoamericano y, quince años después, de los mejores modernistas norteamericanos: "Cuando yo venía en 1916 a América escribiendo, con la influencia viva del alta mar de un mes de difícil navegación y el recuerdo poético de Unamuno, mi verso libre del Diario , no sabía que en la New York que me esperaba tendría pronto conmigo un montón de libros que espresaban la poesía en forma análoga a la que yo estaba escribiendo: North of Boston , The Man against the Sky , Spoon River Anthology , The Congo , Sword Blades and Poppy Seed , antolojías con poemas como "Renascence", de Edna St Vincent Millay, etc."

Y Juan Ramón añade que siente como propio este renacimiento de la poesía de los Estados Unidos que él ejemplificaba en las obras citadas arriba, de Robert Frost, Edwin Arlington Robinson, Edgar Lee Masters, Vachel Lindsay y Amy Lowell, respectivamente. En ellos valora esa médula de lo psicológico que en unos se expresaba de forma más lírica y en otros de modo más épico.

En varios de sus textos y declaraciones Juan Ramón interpreta muy acertadamente la importancia de la poesía en lengua inglesa (sobre todo el "trío grande", Poe, Dickinson, Whitman), así como la influencia de Poe, Browning, Keats y Shelley en el simbolismo y en toda la creación poética que le es contemporánea: los más grandes poetas "salvando a Dante" son los ingleses: Yeats, Shelley, Browning, de donde sale Poe, Whitman y otros norteamericanos; el romanticismo inglés es el mejor momento de la poesía romántica universal.

El Diario  es la más alta expresión del simbolismo contemporáneo: a él llega lo mejor de la poesía simbolista francesa e inglesa, con toda la fuerza del romanticismo subyacente. El poeta encuentra en esta aventura poética, que cierra y abre un ciclo vital, la resolución estética de su conflicto. Su alma, ya identificada "aunque provisionalmente" consigo misma, contempla la existencia de forma distinta. El mar, fuente de desconcierto y de inseguridad en la parte segunda, ahora, en la parte cuarta, "Mar de retorno", le devuelve la calma: se trata de un retorno no sólo a España, sino a sí mismo, pero ahora enriquecido, "sanado de su locura". Por ello el mar, a pesar de parecer inmenso, no amenaza, sino que es fuente de tranquilidad y refugio; el alma se siente identificada con todo y serena.

Sin embargo, ante la proximidad de la tierra, de su  tierra, vuelven los temas de la madre y del nido, que ya vimos en la parte primera, con ocasión de su breve estancia en Moguer. En la parte quinta, "España", expresa esta alegría del "regreso al nido" y la desazón y el desvalimiento al abandonar los lugares de su infancia. A modo de recapitulación, se nos ofrece una "Elejía", en la que el mar, lejano y distante ya, aparece en toda su autenticidad creado y recreado por el recuerdo del poeta, instrumento de la renovación y de apelación a la conciencia, símbolo de la realidad trascendente.

Esta rememoración da lugar a la parte sexta, los "Recuerdos de América del Este escritos en España", de algún modo ajenos a la estructura nuclear de la obra. Sabemos, gracias a las conversaciones con Juan Guerrero en 1931, que Juan Ramón pensaba dividir el Diario en dos partes, una más lírica y otra con las impresiones de América: "El Diario queda en un libro de verso que se llama El amor en el mar y otro en prosa sobre América, que irá formando parte de un tomo grande de Viajes y sueños ".  Con todo, este proyecto no se lleva a término, y excepto pequeños retoques Juan Ramón decide siempre respetar esta obra, escrita de un tirón, que siempre considera la mejor de entre las suyas. Los poemas que no son publicados en vida del poeta y que conocemos como pertenecientes al ciclo del Diario , aunque ofrecen logros comparables a los ya conocidos, poco añaden a esta extraordinaria aventura poética que cambia el rumbo de la literatura española.

Rafael Cansinos Assens, agudo crítico, aprecia en una nota de 1918 la novedad del Diario "no sin señalar algunas continuidades con su poesía anterior", sobre todo por su fuerza intelectiva, por su voluntad de llegar a la verdad íntima, por un puro lirismo que a veces se cambia en ironía. Este Juan Ramón, metafísico y meditativo, que pierde su paz y empieza la divina lucha, deja traslucir un hálito de luz y de fragancia venida de Oriente, y pasa por estos yermos líricos como una sombra búdica. Concluye: "Con el Diariode un poeta recién casado , Juan Ramón Jiménez inicia una modalidad nueva, reanima su arte en una vigilia de expectaciones, se acompasa con el ritmo más nuevo y se hace digno de acaudillar, con el tirso de una renovada primavera, a los jóvenes poetas que ahora intentan hacer de la obra de arte una celebración intermedia. Mientras los demás poetas de su dorado Novecientos parecen haberse adormecido en una terrible perfección, Juan R. Jiménez, siempre divinamente inquieto, desde su isla de Patmos hace esta ofrenda al irrefrenable ardor de los novísimos".

Juan Ramón ejerce, sin duda, uno de los mayores liderazgos sobre la juventud de su época, poniendo en práctica el ideal orteguiano de influir sobre los lectores y la sociedad en general. Javier Blasco, en su edición de la Segunda Antolojía , recuerda muy oportunamente cómo Juan Ramón sigue, aunque a distancia y disintiendo en muchas de sus fórmulas, el desarrollo de las vanguardias, a las que da la bienvenida, aunque con prevenciones, como apreciamos en estas palabras con las que agradece el envío de la revista Ultra : "Esté yo o no de acuerdo, en el fondo, con estas tendencias estéticas jenerales, que, a mi juicio, desvirtúan y desintegran la poesía pura, como "arte total" que es, y la convierten en uno, o en varios, de sus elementos, tengo el placer de manifestar a ustedes en voz alta, mi alegría por la evidente cristalización de vuestras aspiraciones juveniles".

Veinte años en Madrid (1916-1936). A su regreso a Madrid, Juan Ramón y Zenobia, tras unos días en la Residencia de Estudiantes, se instalan en una casa de la calle Conde de Aranda 16. El poeta parece haber encontrado el objetivo de su ideal estético en la desnudez de su poesía, a la vez guiada por la fuerza de la inteligencia, frente a los excesos del sentimiento, y abierta a la trascendencia gracias al simbolismo maduro que rebasa los procedimientos puntuales para convertirse en un verdadero sistema que cifra, en el más acá del lenguaje, un puente hacia lo inefable.

El año 1917 es fundamental para la difusión de su obra: además de las Poesías escojidas de la Hispanic Society aparecen los Sonetos espirituales y el Diario .  También, la primera edición completa de Platero y yo , que tanto contribuiría a un cierto éxito incluso popular del poeta, aunque ha sido una obra mal leída, que encierra mucho de la ética estética de Juan Ramón, tan impregnada de krausismo, y ofrece una fórmula de interpretación de la existencia: en un mundo en el que existe el mal, el dolor y la muerte, sólo la Belleza puede salvarnos y transmutar lo cotidiano y contingente en eterno.

Es esta suerte de absoluto el que se busca en Eternidades , obra redactada en 1916 y 1917 y publicada en 1918, en la que el poeta pide a la inteligencia el nombre exacto de las cosas, no para designarlas o "reproducirlas": quiere que la palabra, acrisolada en el alma, recree la realidad y sea instrumento de contacto con lo esencial. A esta obra pertenece el conocido poema "Vino, primero, pura", que es una extraordinaria exposición de su evolución poética hasta este momento y no, como algunos han pretendido, de su trayectoria completa. No olvidemos que quedan casi cuatro décadas de incansable creación literaria que no se puede adscribir, sin más, a este hallazgo de la pureza y de la desnudez. Una desnudez que, por cierto, no es total, ya que

"Se quedó con la túnica

de su inocencia antigua.

Creí de nuevo en ella".

Una túnica que a la vez insinúa y vela la belleza, que nos sitúa en el límite mismo de lo que no puede ser transgredido, para no romper la tensión creadora de lo ideal y de lo real. Cernuda llamaría "impresionismo intelectual" a este tono caracterizador de la poesía en la segunda época: el poeta recibe estímulos del mundo exterior y responde a ellos desde la impresión elaborada en el alma. A pesar de que persiste el problema de la identidad ("Yo no soy yo"), Juan Ramón cree haber alcanzado la eternidad en su palabra, que consigue vida propia, incluso más allá de la muerte del poeta, flor sin raíz ni tallo nutrida por la luz.

En 1918, además de la escritura de Piedra y Cielo , que aparecerá el año siguiente, Juan Ramón escribe febrilmente. Antonio Sánchez Romeralo, ejemplar editor de La realidad invisible habla de la importancia que, hacia 1923, tiene la decisión de Juan Ramón de constituirse, con Zenobia, en editor de su obra. Prepara esas dos antologías extraordinarias ("nuevos libros orgánicos con el material de los libros ya escritos", según afirma Urrutia) que son Poesía (1923) y Belleza (1924), en las que se encuentran representados poemarios extraordinariamente hermosos, alguno de los cuales han sido reconstruidos con desigual fortuna recientemente: La realidad invisible (1917-1919), Unidad (1918-1920), Hijo de la alegría (1918-1920), Fuego y sentimiento (1918-1920), Luz de la atención (1918-1920), La mujer desnuda (1918-1920), Ellos (1918-1920), La muerte  (1919-1920), Forma del huir (1919-1920), El vencedor oculto (1919-1920), La obra (1919-1920) y las misceláneas de 1920, 1921, 1922 y 1923.

En sus conversaciones con Gullón, Juan Ramón insiste en la renovación que supone el viaje a América y afirma: " El Diario , Eternidades y Piedra y Cielo son un ciclo que no se ha visto. La gente leyó la Segunda Antolojía , publicada poco después, donde estos libros están representados parcialmente, y no se preocupa de conocerlos completos. Así ocurre siempre con los poetas de obra larga, sólo leídos en parte y siempre en la misma parte".

El tema de la muerte, una de las tres presencias vocativas, no del todo ajeno a Eternidades , aparece en las obras siguientes, aunque con distintas modulaciones: " Piedra y Cielo "afirma Isabel Paraíso" explora sobre todo la muerte como olvido; Poesía la muerte como decaer corporal y entrada gozosa en otra forma ideal de vida; y Belleza ,  finalmente, la muerte como vida, independientemente de la supervivencia que espere el alma luego". Piedra y Cielo  se abre con "El poema":

¡No le toques ya más,

que así es la rosa!

El poeta sabe que tal condensación expresiva sólo puede surgir cuando se ha tocado la rosa "hasta su alma" y ella nos ha impregnado con su misteriosa esencia inefable. Ricardo Senabre ha dicho muy acertadamente que Piedra y Cielo ocupa un lugar decisivo en la obra de madurez, en el que la poesía, el gran tema de Juan Ramón, está ya en el centro: "Por ello hay que considerar Piedra y Cielo como un libro clave en la poesía de Juan Ramón, ya que en él se reitera insistentemente por primera vez en el nudo de sus preocupaciones estéticas. Desde este punto de vista Piedra y Cielo  es un largo y profundo soliloquio en el que el poeta opera una tenaz introspección para extraer luego hasta la superficie sus propias experiencias creadoras".

En un momento en el que se encuentra en la mitad de su camino, el recuerdo, la rememoración, lo revivido se imponen a las nuevas experiencias. Aquí está una de las claves de esos años, decisivos también, que van de 1923 a 1936, en los que Juan Ramón no publica ni un solo libro de poemas y, como veremos más adelante, se ocupa de la edición de su Obra, recompuesta una y otra vez, como en un caleidoscopio en el que se combinaran de modos distintos los poemas, dando lugar a hermosas y distintas posibles recopilaciones, a la vez que escribe una importantísima obra en prosa que comenzamos a conocer en su verdadera dimensión gracias a los trabajos, entre otros, de Javier Blasco y Teresa Gómez Trueba, editores de los dos importantísimos volúmenes de Obra Poética en verso y prosa  (2005).

La búsqueda de la identidad y la aventura del conocimiento iniciada con radicalidad en el Diario continúa a lo largo de Eternidades y de Piedra y Cielo , culminando en ese todo verdad presente, sin historia. Poesía y Belleza  (1917-1923) son libros metapoéticos: la Obra ocupa el centro de su escritura, replegándose sobre sí misma y subsumiendo los grandes temas de la mujer (el amor) y la muerte, a la que ya no se teme, sobre todo si llega en el momento en que el poeta ya se ha vertido, se ha vaciado, se ha culminado en Obra. Y, aunque "...el vendaval de los tiempos/ la borrará toda", "un día, será/(borrada) existencia inmensa". La muerte es contemplada como madre: madre antigua, madre primera y a la vez madre final. Por ello el poeta espera su consumación y afirma:

Yo no seré yo, muerte,

hasta que tú te unas con mi vida

y me completes así todo.

Florit indica que la asociación de Poesía y Belleza  en estas selecciones antológicas de poesía no publicada no es casual: "Juntas las dos dan la clave de la preocupación juanramoniana. No se trata en él de la relación entre poesía y verdad, como en Goethe, o entre belleza y verdad, como en Keats o Emily Dickinson, sino de la belleza y la poesía, que con la mujer y la muerte han sido los temas capitales de toda su vida".

Ya se indica que, en el periodo de veinte años que Juan Ramón permanece en Madrid tras su boda, y hasta la Guerra Civil, hay que distinguir dos etapas que "con matices" van de 1916 a 1923 y de 1923 a 1936 (y que, de algún modo, en la búsqueda de conciencia interior va hasta 1954).

En el primero, su relación con los jóvenes creadores es verdaderamente modélica. Alberti afirma en La arboleda perdida que "jamás poeta español iba a ser más querido y escuchado por toda una rutilante generación de poetas, segura del fresco manantial donde abrevaba y la estrella guiadora que se le ofrecía". Rafael Cansinos Assens, agudo crítico nada dado al elogio fácil, reconoce en una nota posterior a 1914, pero anterior a la publicación del Diario , que "de los habitantes de la torre de marfil, de aquellos fervorosos jóvenes que juraron no crear belleza para el vulgo, sino para el deleite íntimo y la perfección espiritual, que hicieron del arte principio, medio y fin de la existencia, Juan Ramón, con los Machado, forma la trinidad más pura". Y añade: "Esta probidad artística le confiere un sacerdotal ascendiente sobre los jóvenes, justificado además por su exquisita obra lírica. Esta obra sencilla y diáfana toda ella, tiene ya hoy la difusión de las Rimas  becquerianas entre el público más puro de las mujeres y los adolescentes, y ha influido largamente sobre los poetas contemporáneos".

El impulso que Juan Ramón ofrece a los jóvenes creadores, tanto desde su importante papel como director de publicaciones de la Residencia de Estudiantes como, posteriormente, desde otros proyectos como la revista Indice ,  fundada en 1921, no puede olvidarse por los problemas que luego surgen. Algunos quieren presentarnos a un Juan Ramón aislado, enemistado con todo y con todos, encerrado en una habitación recubierta de corcho para evitar los ruidos, sólo unido al exterior por su "embajadora de buena voluntad", Zenobia.

Hoy sabemos que, sin negar el fuerte carácter de Juan Ramón, esa visión negativa de nuestro poeta es parcial y falsa. Alberti recuerda, al referirse a 1927: "Los tiempos eran otros. No queríamos santones. Y, aunque Juan Ramón Jiménez, con su barba, en cierto modo lo era, la adoración por él nunca llegó a la idolatría". Y añade: "Aquel 1927, "el Andaluz Universal", K.Q.X. o "el Cansado de su Nombre" comienza a dar señales evidentes de que estaba cansándose de algunos de nosotros. Y las peleas de verdad comenzaron".

No cabe duda de que también Juan Ramón sufre mucho en esos años. Es cierto que es muy exigente con los jóvenes poetas; que no le gusta el rumbo que muchos van tomando... y lo es también que muchos de esos jóvenes, en su iconoclastia y su narcisimo, también le hacen mucho daño. En los años finales de su estancia madrileña, decepcionado y dolido, afirma: "Madrid hoy ya no tiene atractivo para mí; yo he sacado de Madrid todo lo que podía darme, y hoy no me añade nada. En realidad, amigos de verdad no tengo aquí ninguno, y a las gentes de mi profesión no quiero verlas: a los mayores y a los de mi generación porque por circunstancias diversas todos vivimos apartados unos de otros, y a los demás porque yo he perdido bastante tiempo en ayudarles para que todos se hayan unido contra mí".

Sea cierto o no lo que Juan Ramón afirma, esa es su vivencia subjetiva de su relación con los más jóvenes. Cardwell ha señalado que "Juan Ramón los denunció como hombre que tiene la razón moral, como hombre que ha visto la verdad, una verdad que no se acepta por los demás, como un redentor de las masas que quiere convertirlos en una inmensa minoría". Una inmensa minoría capaz de propagar la aristocracia del espíritu, no de modo elitista, sino profundamente popular. Para Juan Ramón la poesía no es sólo instrumento de indagación, sino también instrumento de redención, de culminación de lo humano. Incluso ofrecerá más adelante la provocativa fórmula: comunismo en lo material, aristocracia en lo espiritual.

Hay que decir que tal vez sean los años 1928 y 1929 los de más radical soledad. Y no le faltan tampoco a Juan Ramón motivos para ello: la muerte de su madre y de la madre de Zenobia en 1928, el agravamiento de sus crisis, y también un cambio de actitud hacia él y su obra por parte de los jóvenes poetas a los que verdaderamente apreciaba y en quienes tenía puestas sus ilusiones, aunque terminan defraudándole y en algunos casos, con evidente enemistad. Juan Ramón, con todo, no está en ninguna "torre de marfil" como ciertos tópicos sostienen. Sánchez Barbudo ha recordado que vivía "con un ojo hacia afuera, hacia la calle, muy bien informado de todo cuanto pasaba y de lo que los otros hacían".

Ya queda dicho que entre 1923 y 1936, fecha de la publicación de Canción , Juan Ramón no publica ningún libro de poesía. Lo poco que da a la imprenta nos lo ofrece en forma de "pliegos" y "hojas sueltas" " Unidad , Obra en Marcha , , Sucesión , Presente y Hojas ", reunidas póstumamente por Garfias en Cuadernos .

Juan Guerrero testimonia el interés que ahora siente por la prosa: "Ahora le interesa más la prosa, y su gusto sería trabajar unos cuantos años en prosa para dejar una obra equivalente a la que ha dejado en verso". Hoy ya no nos queda ninguna duda de que, en efecto, es así, aunque la fortuna editorial de sus escritos en prosa ha sido muy de­sigual. Materiales de La colina de los chopos , Por el cristal amarillo o Españoles de tres mundos , entre otros, pertenecen a estos años.

Javier Blasco y Teresa Gómez Trueba realizan un encomiable trabajo de sistematización de los más de 200 títulos inéditos de la prosa juanramoniana (sean simples proyectos, libros inacabados u obras bastante bien establecidas) que van desde Platero y yo a Españoles de tres mundos . Un importante equipo de investigadores hará posible en los próximos años que se pueda conocer mejor la prosa juanramoniana que discurre paralelamente a su creación en verso, y que durante estos años acapara una buena parte de su tiempo, junto con los proyectos de edición de su obra poética, y la corrección de sus textos (Juan Ramón hablaba de "revivir" y no de corregir): "Mi ilusión sería poder correjir todos mis escritos el último día de mi vida para que cada uno participase de toda ella, para que cada poema mío fuera yo".

De un ambicioso proyecto de Obra en 21 volúmenes "siete en verso, siete en prosa y siete de miscelánea" sólo llega a ofrecer Canción (1936), firmada por sus iniciales J.R.J., que recoge canciones ya publicadas y algunas nuevas que serán integradas, junto con otros poemas de Cuadernos  y otros nuevos en La Estación Total con Canciones de laNueva Luz  (1936), la primera de sus obras editada, tras el exilio, en Buenos Aires.

Juan Ramón en América: en el otro costado. Un mes y unos días más tarde del levantamiento militar que daría origen a la Guerra Civil española "concretamente el 22 de agosto de 1936", abandona Juan Ramón definitivamente España, donde ya nunca regresaría con vida. La edición de Guerra en España , que recoge textos, recortes y opiniones de Juan Ramón, nos deja clara la actitud de quien siempre se mantiene, lealmente, junto al pueblo y la democracia.

En una carta dirigida por Juan Ramón al director del Diario de la Marina , de la Habana, expone las circunstancias de su salida de España, para cumplir un compromiso con el Departamento de Educación de Puerto Rico, y recuerda que él mismo acogió en su casa a doce huérfanos sin recursos, los primeros días de la Guerra. Tras indicar que siempre ha vivido de su trabajo y que jamás recibe nada del estado Español, Monarquía o República, explica las facilidades ofrecidas por el Gobierno de la República. Y añade: "Sería yo un ingrato si lo callara, en momentos difíciles para el Gobierno español, por tales o cuales miramientos egoístas. Quien es libre de pensamiento y no tiene peso sobre su conciencia, no tiene por qué disimular. Me interesa añadir que mi amor por el auténtico pueblo español, por la auténtica democracia española siguen en el mismo punto en que siempre estuvieron. Yo he sido siempre libremente leal a la democracia y a mí mismo, y respeto, hoy como siempre también, toda verdadera lealtad".

El exilio de Zenobia y Juan Ramón pronto se convertirá en un éxodo: tras desembarcar en Nueva York se dirigirán a Puerto Rico. La Habana les acogerá casi por tres años, a partir de noviembre de 1936. Invitado a pronunciar una serie de conferencias por la Universidad de Miami, se traslada con su esposa a Florida, en 1939. Juan Ramón "resucita a la poesía" en 1941, ante la vasta inmensidad de la Florida, cuando comienza el primer fragmento de Espacio . En 1942 se trasladan a Coral Gables, para enseñar en la Universidad de Maryland. Allí permanecen "excepto varios importantes intervalos" hasta 1951, año en que el matrimonio se instala en Puerto Rico, donde ambos encontrarían la muerte: Zenobia el 28 de octubre de 1956 (tres días después de la concesión del Premio Nobel a su esposo); Juan Ramón, el 28 de mayo de 1958, tras un periodo de depresiones continuas y padecimientos nerviosos. Con Zenobia muere también Juan Ramón para la literatura.

Durante estos años americanos Juan Ramón publicará La Estación Total (1946), Espacio (1943-1954), Romances de Coral Gables (1948) y Animal de Fondo (1949), aunque estas dos últimas obras forman parte de proyectos mayores. La primera, de En el otro costado , proyecto reconstruido póstumanente (1974) por Aurora de Albornoz e integrado  por cinco libros ( Mar sin caminos , Canciones de la Florida , Espacio , Romances de Coral Gables y Caminos sin mar ), aunque dicha estructura es problemática a la vista de la relación del poema "Espacio", que analizaremos finalmente, con "Tiempo", otro gran poema complementario y editado junto con él por Arturo del Villar en 1986. Animal de Fondo es parte de Dios deseado y deseante , reconstruido "problemáticamente" por Sánchez Barbudo y publicado en 1964. Habría que añadir a esta relación, al menos otros dos libros: Una colina meridiana , que conocemos por las selecciones antológicas Tercera antolojía y Leyenda , y De ríos que se van , obra de la que disponemos de una también discutible edición de 1974 a cargo de P. Beltrán de Heredia. En la actualidad, esta obra última es recogida con el título Lírica de una Atlántida  por Alfonso Alegre Heitzman.

Jiménez, en la obligada distancia, siente cada vez mayor nostalgia de España y de su lengua amada. Es, precisamente, el contacto con los hispanoparlantes el que le devuelve en ocasiones la alegría perdida. Sobre todo, en su "tercer gran viaje por mar", el que le condujo a Argentina en agosto de 1948 para pronunciar unas conferencias. Durante el viaje de regreso (de Uruguay a Estados Unidos), habiendo comprendido que el trabajo de toda su vida no había resultado inútil, eufórico y feliz, escribe una de sus obras capitales (y de toda la poesía universal del siglo XX): Animal de Fondo .

Esta obra, que conocemos en edición póstuma, ampliada con nuevos poemas, como Dios deseado y deseante , expresa una verdadera experiencia mística, pero de alguna manera invertida. Estamos ante un encuentro del poeta con una divinidad (cuya naturaleza ha sido muy debatida por la crítica), que está tanto en lo mirado como en la mirada y que por ello es deseado y a la vez deseante. Pero este encuentro no se establece en ninguna noche oscura, sino en la luz; no por ascenso del hombre hacia dios, sino por descenso de dios al ámbito de lo humano; el encuentro "tangible" no identifica a dios como el dios de tantos decidores; finalmente, es un encuentro en la palabra, en la palabra creadora que se abre como floración para que dé su fruto.

Florit afirma, a propósito de Animal de Fondo , que "el hombre del que dijo Waldo Frank que era tal vez la inteligencia poética más profunda de la Europa de hoy, ha llegado a adquirir, como meta natural de su constante lucha con el ángel de la poesía, una estructura "metafísica extra-española", y recuerda la opinión de Oreste Macrí, quien apunta hacia ciertas reminicencias platónicas o el Laberintoórfico de Rilke: "es el complejo mítico de panteísmo y narcisismo que caracteriza a las poéticas de la poesía pura, de Mallarmé a Valéry, de Juan Ramón a Guillén, de Ungaretti a Quasimodo, de George a Rilke". Juan Ramón no sólo soporta la comparación con los principales representantes de la creación poética en Europa sino que en muchas ocasiones está claramente por encima, y su busca adquiere mayor radicalidad a la vez que una verdadera maestría expresiva.

El dios juanramoniano es conciencia, "conciencia mía de lo hermoso"; es un "dios del venir", que se va haciendo desde la propia experiencia humana, a la vez interioridad que sale al encuentro del mundo y presencia plena en todas las cosas (lo cual lleva a algunos a hablar de panteísmo  en Juan Ramón). Sin embargo, la lectura de la obra última juanramoniana sólo puede hacerse desde el conocimiento de la obra anterior. Existe una suerte de gradualidad: toda su vida es una aventura poética que persigue, como toda gran Poesía, nombrar lo innombrable, decir lo indecible o, simplemente, callar ante lo inefable. En octubre de 1949, en La Nación  de Buenos Aires encontramos un texto que nos aclara el peculiar sentido de la experiencia poética de Juan Ramón en estos momentos: "Si el fin del hombre no es crear una conciencia única superior, el Dios de cada hombre, con el nombre supuesto de Dios, yo no sé lo que es... Pero sí, yo sé lo que es. Que nuestro Dios no es sino nuestra conciencia. Por ella, por él, podemos ser desgraciados o felices".

Espacio: síntesis y culminación de la obra de arte total de Juan Ramón. Finalmente, Juan Ramón podrá recapitularse en "Espacio", uno de los poemas más hermosos de todos los tiempos, sucesión libre de hermosura, verdadero poema sinfónico en tres movimientos o fragmentos. Fechado "Por la Florida, 1941-1942-1954" y publicado íntegramente por vez primera en Poesía española en 1954 , "Espacio" es concebido como una "sola interminable estrofa de verso mayor" escrito en una "embriaguez rapsódica", en una "fuga incontenible". Se inicia, según sabemos, por una carta a Díaz Canedo, a la salida del hospital de la Universidad de Miami.

Sin comienzo ni final (los fragmentos 1 y 3 se llaman, sintomáticamente "Sucesión"), estamos ante un poema seguido sin asunto concreto (ya que no es otro que la vida toda del poeta en su hacerse conciencia), sostenido sólo por la sorpresa, el ritmo, el hallazgo, la luz, la ilusión sucesivas, es decir, por sus elementos intrínsecos, por su esencia... Gilbert Azam afirma que la renovación cíclica supone, para Juan Ramón, la esencia de la poesía, y cita una frase de la conferencia "La razón heroica": "El mito del retorno, de la eterna juventud, primavera, es el de la poesía misma". Es innegable en tal visión la huella de Nietzsche: "El pensamiento nietzscheano "afirma Azam" trastornaría asimismo los valores tradicionales y si bien el "llega a ser lo que eres" no significa para Juan Ramón "sé un superhombre", por lo menos significa "agota toda la humanidad que hay en ti". Se trata, pues, de otra vía dentro de la conquista de lo absoluto, mas conduce a la embriaguez y a la exaltación del ser". Y "recordemos" es el propio Juan Ramón el que habla de "embriaguez rapsódica" para referirse a "Espacio" que puede ser contemplado, desde esta perspectiva, como la aventura del ser en el agotamiento de su humanidad hasta transmutarse en plenitud "divina" de conciencia.

Publicados inicialmente en verso (en Cuadernos Americanos de México , en 1943 y 1944), los dos primeros fragmentos son prosificados en la versión final, en una decisión discutible pero que sin duda responde a la poética final de Juan Ramón, para la que todo (excepto si hay rima) es prosa. Poesía en prosa, en cualquier caso, y de la más alta calidad, "Espacio" es "respuesta formada de la misma esencia que mi pregunta", respuesta a la pregunta más radical que el hombre puede hacerse: la del sentido de su existencia y de la existencia, la de la pervivencia (o no) de una conciencia que se escapa, y que debe alcanzar ya la eternidad en la vida misma.

Como acertadamente dijera Aurora de Albornoz "Espacio", el poema más original de Juan Ramón Jiménez, es a la vez resumen y síntesis de su obra anterior. En "Espacio" aparecen casi todos los temas fundamentales del poeta, se resumen aspiraciones estéticas y se recogen todos los hallazgos artísticos logrados en etapas anteriores". Por su escritura, iniciada en 1941 y concluida en 1954, abarca toda su época final, y es integración en un presente eterno de "todo lo vivido y todo lo por vivir".

Algún día conoceremos la Obra total de Juan Ramón Jiménez, que ahora sólo podemos leer fragmentariamente. El problema textual imposible de resolver, sólo podrá ser indicado a través de las redes de hipertexto que permiten las nuevas tecnologías. Como en un caleidoscopio, un mismo poema formará parte de obras distintas, en idénticas versiones o en versiones modificadas. Toda una red de caminos posibles, que nos llevan al centro misterioso, a la raíz del origen, al punto de encuentro que, en convergencia acoge la totalidad: al lugar del Poema único. El único poema que no es posible escribir, porque expresa mucho más de lo que puede ser encarnado en la palabra. [ Manuel Ángel Vázquez Medel ].

 

Para más información, visite Wikanda: http://www.wikanda.es/wiki/Juan_Ram%C3%B3n_Jim%C3%A9nez

 

 
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