Con este nombre se denominaba en época medieval a la relación por la cual un hombre, de condición jurídica libre y denominado vasallo * , pactaba con otro hombre libre, denominado señor y generalmente con una posición social superior, un vínculo de dependencia mutuo que incluía, por ambas partes, una serie de contraprestaciones. El vasallaje fue, junto con el feudo, la categoría básica y fundamental conformadora del feudalismo * según la escuela institucionalista. Desde el punto de vista simbólico, la entrada en vasallaje iba siempre acompañada de un ritual determinado que, en la época, se llamaba "homenaje" o, más frecuentemente, "pleito homenaje". Este ritual medieval unía los componentes laicos y sagrados para establecer con firmeza el vínculo: en primer lugar, el vasallo se arrodillaba ante el señor y le juraba fidelidad; seguidamente, se procedía a la inmixtio manum , en la que ambos hombres mezclaban las manos en señal de amistad, lealtad y fidelidad. Sin separar las manos, a continuación, se procedía a jurar la indisolubilidad del vínculo ante alguna reliquia religiosa, los Evangelios, generalmente; para concluir, se procedía al amistoso osculum , beso, entre vasallo y señor. En Castilla, el rito del homenaje sustituía el inmixtio manum y el osculum por el besamanos. Habitualmente la ceremonia concluía con la entrega verbal de un feudo, la investidura, aunque en algunos lugares, como Cataluña la entrega del feudo se hacía antes del homenaje. El vasallaje llevaba aparejado una serie de contraprestaciones tanto al señor como al vasallo, a partir de la fórmula del auxilium y consilium mutuo. Así, para el señor significaba la protección armada y judicial y mantenimiento del vasallo * en cualquiera de sus formas (concesión de un feudo, tierra, castillo, oficio, renta, etc.) mientras que para el vasallo implicaba la imposibilidad de agredir física o verbalmente a su señor, además de prestarle ayuda militar y asistir a los tribunales judiciales del señor como asesor y a su corte en ocasiones señaladas, como fiestas.
El vasallaje experimenta una evolución a lo largo de la Edad Media. Así, la primera evolución supone la multiplicación de los contratos feudo-vasalláticos, pues los vasallos querían obtener el mayor número de feudos posibles. Esto intenta solucionarse con el llamado vasallaje ligio, llamando ' vasallaje sólido' en Cataluña, en el que el señor ligio era el vasallaje principal que un vasallo debía cumplir. Sin embargo, también se multiplicó el número de vasallajes ligios y, a partir sobre todo del siglo XIII, las incipientes monarquías feudales pronto se atribuyeron para sí este vasallaje: el único señor ligio de todos los territorios debía ser, por supuesto, el rey. Del mismo modo, las diferentes contrapartidas del vasallaje, el auxilium et consilium , sufren también pronto alteraciones. Según la teoría, la fidelidad obligaba a prestarlas siempre que el señor las necesitase, para lo cual tan sólo tenía que solicitarlas. Sin embargo, con el tiempo las obligaciones militares se limitaba en tiempo. Además, a partir del siglo XIV, la vigilancia de fortalezas (anubda castellana) y los deberes militares se podían salvar mediante el pago del impuesto correspondiente (en Castilla, por ejemplo, el tributo se llamaba fonsadera). Por último, y al igual que sucede con el feudo, el vasallaje acaba por convertirse en hereditario, lo que, unido a la multiplicación de los vasallajes, hizo posible el vacío de contenido del rito vasallático. [ María Antonia Carmona Ruiz ].
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