(CO). Único cementerio nuclear existente en España, situado al noroeste de la provincia de Córdoba, a unos 110 km. de la capital, en las estribaciones de la Sierra Albarrana y en el término municipal de Hornachuelos. El origen de El Cabril se remonta a 1961, cuando se empiezan a depositar, bajo el consentimiento de la Junta de Energía Nuclear, los primeros bidones con residuos en el interior de una antigua mina de uranio situada en la zona y que recibe el nombre de mina Beta. Este almacenamiento irregular de materiales radiactivos se esconde a la opinión pública hasta 1976, y hubiera permanecido en la sombra durante muchos más años si el caso no es destapado en un reportaje de investigación por el periodista del diario Córdoba Sebastián Cuevas. El reportero se adentra en la sierra y poco a poco se cerciora de las actividades irregulares. La exclusiva aparece por primera vez en la revista Tierras del Sur el 11 de octubre de 1976 bajo el titular "Andalucía, vertedero atómico", y continúa el día 25 de octubre en la misma publicación con otro reportaje en portada, que Sebastián Cuevas titula "El vertedero atómico de Córdoba. Historia de una imposición".
Las reacciones gubernamentales son lentas y hasta 1983 el Congreso de los Diputados no aprueba la creación de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa), una entidad pública a la que se le encarga la gestión de los residuos radiactivos de baja y media actividad. Tres años después, en 1986, se inicia un proyecto adecuado a las características del terreno, que es aprobado por el Gobierno y las autoridades locales en 1989 y cuya ejecución no comienza hasta 1990. El proceso es lento y el cementerio de El Cabril se inaugura en octubre de 1992, más de tres décadas después del depósito de los primeros bidones con materiales radiactivos en la mina abandonada de la Sierra Albarrana.
Hoy El Cabril cuenta con unas modernas instalaciones, asiduamente concurridas por periodistas, dentro de una finca de 1.126 ha en las que el centro ocupa 20 ha, de las que diez están destinadas a plataformas de almacenamiento, perfectamente preparadas para resistir un seísmo de gran magnitud. Hasta este lugar se transportan los residuos de 700 instalaciones radiactivas de España, entre ellas ocho plantas nucleares para la producción eléctrica que generan el 25% del consumo eléctrico nacional. Cada año llegan 2.000 toneladas de vertidos radiactivos a este lugar. Los bidones, cuyo contenido se compacta con hormigón, se depositan en grandes celdas de hormigón con paredes de 0,5 metros de grosor. Una vez llenas, son selladas con una cubierta de hormigón. La vida radiactiva de los materiales enterrados en El Cabril se estima en unos 300 años, una duración que asegura que las instalaciones permanezcan en perfecta condiciones de seguridad cuando pierdan peligrosidad. No obstante, esto no impide que las organizaciones ecologistas siempre se hayan mostrado muy críticas con el cementerio nuclear. En 2004 hay en El Cabril unos 16.279 metros cúbicos de material radiactivo, el 28% de su capacidad. Se prevé que mediada la segunda década del siglo XXI el cementerio nuclear esté repleto y entonces se cubrirá con una elevación de tierra impermeable, sobre la que se repoblará el bosque de Sierra Morena. [ Pablo Santiago Chiquero ].
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